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(26 DE ABRIL, 2025).-Sin que sea totalmente explícito, las normas y la vida de la iglesia católica tienen un efecto más allá de la iglesia misma, penetrando en la vida social y política de manera simbólica en las sociedades en las que han llevado su proceso evangelizador.
Durante los últimos años del papado de Juan Pablo II, la iglesia se envolvió en un velo oscuro cuando comenzaron a circular con mayor fuerza testimonios y denuncias de una pederastia clerical que se veía cada vez más institucionalizada con la protección directa desde el Vaticano.
La indignación creció en el mundo entero, y la fe de los feligreses poco a poco se enfrió frente a una sociedad cada vez más dura con sus críticas hacia la historia de la iglesia. Su autoridad moral se desmoronaba.
Este periodo se extendió ocho años más con la llegada de Joseph Alois Ratzinger, Benedicto XVI. Un papa más ortodoxo que el anterior, cuyo pontificado se tambaleaba bajo los hechos históricos recientes de una iglesia más fría y ajena.
El papado de Benedicto XVI se caracterizó por una corrupción que se hizo pública tras la filtración masiva de documentos secretos que develaban ya no solo casos de pederastia, sino una serie de fraudes financieros dentro y fuera de la Santa Sede.
Y finalmente, el 28 de febrero de 2013, el símbolo de la conexión divina católica dimitió.
En este contexto, la iglesia tenía que buscar a un nuevo pontífice. Los más afectos a Benedicto XVI apoyaban a Angelo Scola, cercano a una iglesia conservadora y radicado en Milán. Otra fracción encabezada por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone, impulsaba al arzobispo de Sao Pablo, Odilio Pedro Scherer.
Sin embargo, la dimisión de Benedicto modificó la correlación de fuerzas debido a que su renuncia se interpretó como un duro golpe no solo a la fe, sino también a la burocracia católica.
En la iglesia existe una regla no escrita donde ningún Papa puede provenir desde los Estados Unidos, debido a la influencia geopolítica que este país ya posee. Sin embargo, sigue teniendo un gran peso en las decisiones de la Santa Iglesia.
Antes de que Jorge Mario Bergoglio se convirtiera en el nuevo Papa, compartió con sus cercanos su preferencia hacia el franciscano de Boston, Sean O’Malley. El propio O’Malley tenía una coincidencia y llegó al Vaticano con su candidato, Jorge Mario Bergoglio.
A primera vista, Bergoglio tenía una trayectoria poco atractiva para convertirse en el nuevo santo Pontífice. Originario de un barrio porteño de Buenos Aires, con estudios técnicos en química, a sus 21 años decidió convertirse en sacerdote, terminando sus estudios en el juniorado jesuita de Santiago de Chile entre 1958 y 1960. Un periodo importante durante sus años de estudio fue en 1967 y 1970 cuando cursó estudios de teología en la Facultad de Teología del Colegio Máximo de San José, donde recibió enseñanzas del teólogo jesuita Juan Carlos Scannone, uno de los miembros fundadores de la corriente filosófica de la Teología de la liberación y la Teología del pueblo.
En 1976, durante la dictadura militar en Argentina, Bergoglio, ante la desaparición forzada de sacerdotes como Orlando Yorio y Francisco Jalics, que realizaban tareas sociales que mostraban una contradicción con el régimen fascista de ese entonces, se entrevistó con los dictadores Jorge Rafael Videla y Eduardo Massera para exigir su liberación. También organizó una red clandestina de huida hacia Brasil para opositores políticos perseguidos por la dictadura. Asimismo, presenció actos de lesa humanidad cometidos.
Entre 1990 y 1992, Bergoglio fue transferido a la Compañía de Jesús en la ciudad de Córdoba como sacerdote, lo que han considerado como una especie de castigo por los estudios que realizó en su vida y que él mismo manifestó como un periodo de purificación interior.
Sin embargo, volvió a acercarse cada vez más a la administración de la iglesia cuando el arzobispo de Buenos Aires, Antoni Quarracino, lo escuchó predicar y lo promovió como su obispo auxiliar y luego como su sucesor el 28 de febrero de 1998.
En sus años en Buenos Aires se le recuerda por sus viajes en metro y ómnibus. Tener grandes reservas hacia la prensa y vivir una vida cómoda y austera.
Con la renuncia histórica de Benedicto XVI, se dio el comienzo del cónclave de 2013 en el que se consideró a Jorge Mario Bergoglio como un candidato reformista que no figuraba entre los principales; sin embargo, Ratzinger lo designó como miembro de la Pontificia Comisión para América Latina, lo que se interpretó como un mensaje implícito de confianza.
Y el 13 de marzo de 2013, en la quinta ronda de votaciones del segundo día del cónclave, el cardenal Bergoglio fue elegido sucesor de Benedicto XVI.
Jorge Mario Bergoglio eligió el nombre de Francisco, el primer Papa de procedencia latinoamericana.
El nombre Francisco, como su nombre pontifical, fue en honor a San Francisco de Asís, un santo italiano del siglo XIII que se caracterizó por su entrega a los pobres y su humildad extrema.
Durante su pontificado, Francisco fue criticado por su lectura de la pobreza, ante un Vaticano que se consideraba como el resguardo de la catolicidad tradicional que consideraba grandes parafernalias con oro, diamantes, sedas y obras de arte durante los ritos religiosos. Sin embargo, su actuación fue calificada en algunas ocasiones como la de un simple párroco.
A pesar de esto, la elección del cónclave buscaba reformas de transparencia absoluta en el sistema financiero de la iglesia, una cura más efectiva y tener contacto regular entre el Papa y los obispos del mundo. No sabemos a ciencia cierta si la reconfiguración de la iglesia de una organización política imperial a una más comunitaria, dejando de ver al rincón más alejado como una simple colonia, era lo que realmente buscaban.
La traducción más sencilla podría resumirse en que, ciertamente, Francisco trajo una nueva imagen de la iglesia ante una oscuridad marcada durante sus dos antecesores. Que, además, Francisco, personalmente trato de remediar al reunirse un febrero de 2014 por primera vez con víctimas de la pederastia eclesiástica.
También se impuso en contra de la exclusividad masculina simbólica de la iglesia colocando a mujeres en puestos administrativos, como el caso de Simona Brambilla, quien fue la primer mujer a cargo del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, una de las oficinas más importantes dentro del Vaticano.
Sin duda hemos visto múltiples opiniones respecto a su pontificado, pero el hecho simbólico de abogar por una iglesia pobre para los pobres quedará como un capítulo donde la iglesia quedó vista bajo otros ojos frente a la sociedad moderna.
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Tomado de https://elchamuco.com.mx/
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