Adelanto de ‘Un día cualquiera en Nueva York’, de Fran Lebowitz: «Niños: ¿a favor o en contra?»

El volumen 'Un día cualquiera en Nueva York' reúne diversas reflexiones de Fran Lebowitz, la escritora protagonista del documental de Martin Scorsese 'Supongamos que Nueva York es una ciudad'. Lea aquí un un extracto del libro en exclusiva Leer#ExpresionSonoraNoticias Tomado de...

Literatura

Actualizado Miércoles,
2
junio
2021

02:03

El volumen ‘Un día cualquiera en Nueva York’ reúne diversas reflexiones de Fran Lebowitz, la escritora protagonista del documental de Martin Scorsese ‘Supongamos que Nueva York es una ciudad’. Lea aquí un un extracto del libro en exclusiva

La escritora Fran Lebowitz.Sergio Enríquez

En los ambientes en que me muevo, que amablemente podríamos llamar círculos artísticos, los niños resultan poco frecuentes. Pero hasta el más artístico de los círculos tiene, aun periféricamente, una edición limitada de esa tenaz institución familiar.

Como por lo general me gustan los niños, acepto esta situación con bastante menos disgusto que muchos de mis amigos más raros. Lo cual no quiere decir que me enloquezcan sus pequeñas sonrisas sardónicas, sino, simplemente, que me considero dotada de una incuestionable objetividad, y por tanto muy cualificada para tratar el tema con suficiente autoridad.

Por la cantidad de niños que se ven, parece que la gente se los saque del sombrero, pues, si prestara a este tema la debida atención, actuaría sin duda con mayor decoro. Es sabido que hasta hace poco los futuros padres no han tenido la posibilidad de que se les explique bien, negro sobre blanco, los hechos, por lo que tampoco podía hacérseles plenamente responsables de sus actos. Con este propósito he ordenado con cuidado la información pertinente, con la ferviente esperanza de que pueda dar como resultado un futuro poblado por el más atractivo plantel de niños que se haya visto nunca.

A favor

Debo empezar con la expresión «un simple niño», ya que, invariablemente, la experiencia me ha demostrado que la compañía de un simple niño es con mucho preferible a la de un simple adulto.

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Los niños son generalmente de baja estatura, y eso les hace muy útiles para llegar a los sitios de difícil acceso.

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Los niños no se sientan a tu lado en los restaurantes para comentarte en voz alta sus más ridículas esperanzas del futuro.

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Los niños hacen mejores preguntas que los adultos. «¿Puedo coger una galleta?», «¿Por qué es azul el cielo?» y «¿Qué dicen las vacas?» son preguntas mucho más susceptibles de suscitar una respuesta jocosa que preguntas como: «¿Dónde está su manuscrito?», «¿Por qué no llamó antes?» y «¿Quién es su abogado?».

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Los niños dan vida al concepto de inmadurez.

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Los niños son los contrincantes ideales para jugar al Scrabble, ya que es fácil ganarles y divertido engañarles.

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Aún es posible introducirse entre un montón de niños sin detectar el más mínimo olorcillo a la excitante y áspera loción para después del afeitado o a colonia.

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Los niños duermen o solos, o abrazados a sus ositos de peluche. La sabiduría de semejante actitud es incuestionable, ya que los libera del inmenso tedio que supone tener que escuchar las confesiones que otros te susurran. Yo aún tengo que aguantar a un oso de peluche que abrigaba el secreto deseo de llevar un uniforme de sirvienta.

En contra

Incluso cuando se les pone ropita limpia y se les quita todo tipo de obvias chucherías, los niños tienden a estar pringosos. Solo cabe suponer que esto está relacionado con el hecho de que no fuman lo bastante.

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Decididamente, los niños tienen escaso sentido de la moda, y, de dejarlos a su aire, sin duda irían vestidos con atuendos de corte desafortunado. A este respecto no se diferencian mucho de sus mayores, aunque en cierto modo una les echa más la culpa a ellos.

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Los niños responden de manera inadecuada a los chistes sardónicos y a las amenazas veladas.

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Notoriamente insensibles a los leves cambios de humor, los niños insisten en seguir hablando del color de una mezcladora de cemento vista hace una hora, aun cuando el interés de una por el asunto ya se haya desvanecido hace mucho rato.

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Los niños pocas veces tienen la posibilidad de prestarte una interesante cantidad de dinero. Con todo, siempre hay excepciones, y estas constituyen una excelente aportación a cualquier fiesta.

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Los niños suelen levantarse a horas inverosímiles y a menudo tienen la costumbre de llenar el estómago vacío.

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Los niños, vestidos de etiqueta, no lucen nada.

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Los niños van con demasiada frecuencia acompañados de adultos.

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