TA MEGALA
Fernando Solana Olivares
A) “Opulento en réplicas silenciadas”. Este verso del poema Clarel de Herman Melville puede servir para expresar los sentimientos que la época posmoderna provoca en cualquiera dispuesto a mirarla cara a cara, con lucidez y sin sentimentalismo. Es imposible, por insano, decir todo lo que se piensa y siente acerca de ella. Entonces deben silenciarse esas réplicas amargas sobre una realidad envilecida cuya peor expresión, si acaso, es la envoltura deslumbrante que la constituye: la engañosa democratización del deseo como misión ontológica del sujeto, el consumo material inagotable como cifra de la felicidad, el nihilismo tecnológico de una civilización que está a punto de hundirse al modo de la orquesta en el Titanic, la doble moral de las apariencias que consagran la impunidad corrupta como única ética colectiva y real, el compulsivo principio del placer y el egocentrismo y la infantilización como fundamentos primarios de la existencia individual.
B) Sin embargo, hay muchas miradas que proliferan e interpretan la realidad. El asunto radica en multiplicar la mirada personal sobre uno mismo y el mundo para así encontrar otros significantes en los significados inmediatos como la violencia imparable, el sinsentido de la vida cotidiana, la mentira sistémica en todas las esferas de lo público y aun de lo privado, la ausencia de futuro para un mañana que ya llegó, la precariedad recurrente y el deterioro de lo inmediato, la descomposición civilizatoria, significados que si no se interpretan de una manera distinta a como se muestran superficialmente resultan insoportables por tóxicos y destructivos unos, por banales otros, y gran parte de ellos por ser ostensiblemente falsos. La tarea de la conciencia crítica actual consiste en identificar, para desmontarlos, aquellos montajes de una ingeniería social cuyos marcos de referencia son artificiales y que hoy el sistema global mediático se esmera en repetir, propalar y perfeccionar. El miedo, en todas sus variantes, es uno de ellos. Por eso el nombre para nuestros días también es el de la sociedad del miedo.
C) La psicología llama “montaje” a toda programación, mental o cerebral, que incluya una acción efectiva, la preceda y continúe guiándola y controlándola a través de mecanismos de selección, facilitamiento o inhibición. Suelen distinguirse entre “montajes de acción”, “montajes de contexto”, “montajes de finalidad”, “montajes de orientación”, y de una manera general se habla de “montajes-sentimientos” y “montajes-actitudes”. Y si bien los montajes son indispensables para el ser vivo en circunstancias esenciales, pues sobre todo funcionan como selectores para la conciencia biológica y psicológica porque le permiten elegir las partes útiles de un efecto dado e impiden que se pierda en las partes inútiles de dicho efecto, se sabe que esos marcos de referencia pueden transformarse cuando la conciencia del sujeto obtiene un aumento en la información sobre el fenómeno que percibe, o bien cuando cambia el postulado que utiliza para interpretarlo. La creencia no es conocimiento, y ella es la que sostiene en general tales montajes y sus marcos de referencia, pues la creencia insiste en atribuir a algo o a alguien una valoración estable y constante, a pesar de los cambios de perspectiva, de las circunstancias mutables o de la experiencia misma. Es parte de nuestro drama humano y hoy subrayadamente histórico: la ingeniería social mediática nos lleva a creer y nos impide conocer.
D) Herman Melville lo escribió con desoladora hermosura al inicio de Redburn: “Aprendí a pensar mucho y amargamente antes de tiempo.” Esta es la primera variante de la operación: el pensar de la conciencia como un paso inevitable hacia el dolor —aunque ahora, dadas las urgencias catastróficas del tiempo histórico, no pueda hablarse de anticipación alguna—. Lo dice hasta el Eclesiastés (1:18): “Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.” De tal manera se creyó durante milenios que conocer era equivalente a sufrir. Uno de los desmanes del psicoanálisis, causa y efecto a la vez de la modernidad, fue la exaltación devocional y religiosa del principio del placer, el cual implica la nihilista e ignorante ignorancia destructiva del impulso yoico, y la construcción existencial del usuario terminal de sí mismo, ese insaciable consumidor contemporáneo. Pero la segunda transición operativa es distinta: del conocimiento al dolor, primero, del dolor a la comprensión, después. De ahí que la inteligencia verdadera sea la facultad que se abstiene, la que nos permite desmontar los tantos montajes que nos infectan, nos intimidan y nos enajenan. La inteligencia es decir no.
D) Existe una región del pensamiento que se designa como la de los montajes personales correctos. Es una “voluntad de la técnica apropiada” que permite al individuo colocarse por encima de un doble obstáculo: lo extra-punitivo (mi circunstancia es culpa de los demás, de la sociedad, del destino), y lo intra-punitivo (mi circunstancia es mi culpa, mi desastre, mi castigo). Se afirma que una voluntad consciente capaz de desarrollar esos nuevos montajes ingresará a una actitud adulta: la de quien desea ayudarse de verdad, aquel que respeta al universo, a sus creaturas y a los otros, quien también se respeta a sí mismo, trabaja seriamente en cualquiera que sea su ocupación, y en medio de la niebla histórica y las ansiedades psicológicas posmodernas practica una actitud de “espera y observa”. Sólo así se abstendrá de una conducta infantil de juego irresponsable con la realidad, de una actitud autoritaria que quiera imponer a los demás o de un sufrimiento que no resulta objetivo ni necesario.
E) “¡Despréndete de todos los temas foráneos; dame tu persona!”, demandaría Herman Melville, escribiendo sobre aquel otro montaje que también se llama abreviar la disolución. Lo que se logra con ello, habrá explicardo el taoísmo, es un acuerdo íntimo, un reconocimiento sin mente: el mundo, su risa, su maravillamiento pleno, sus epifanías, todo ello y mucho más son lo que yo soy cuando estoy sin mí, aun su tragedia humana. Contra montaje: salir de uno mismo para ser en lo demás. Y así curarse de las crisis de desesperanza.
Tomado de https://morfemacero.com/
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