La directora Kathryn Bigelow es reconocida por crear películas intensas que exploran la influencia global de Estados Unidos, a menudo dejando a las audiencias al borde de sus asientos. Su película “La noche más oscura” (“Zero Dark Thirty”) narró meticulosamente la caza de Osama bin Laden, incluyendo una vívida recreación del asalto en Abbottabad. De manera similar, “En tierra hostil” (“The Hurt Locker”) sumergió a los espectadores en la peligrosa vida de un hábil sargento del ejército desactivando bombas en Irak en 2004. Bigelow ahora nos presenta otro emocionante thriller, “Una casa de dinamita” (“A House of Dynamite”), que se centra en los frenéticos esfuerzos del gobierno y el ejército de EE. UU. para responder a un misterioso misil nuclear dirigido a EE. UU. — todo en tan solo 20 minutos.
Sin embargo, a diferencia de “La noche más oscura” y “En tierra hostil”, que han sido criticadas por su reverencial retrato del poder imperial, funcionando como propaganda pro-Guerra contra el Terror, “Una casa de dinamita” se atreve a escudriñar la sabiduría del aparato de seguridad estadounidense. A pesar de algunas imperfecciones, la película ofrece un valioso examen de la alarmante complacencia prevaleciente tanto en la sociedad estadounidense como global, especialmente en un mundo que lucha con arsenales nucleares en expansión y cada vez más sofisticados y acuerdos de control de armas severamente debilitados. Si bien la guerra nuclear puede no ser un tema de moda hoy en día, su momento es precisamente el conmovedor mensaje de la película.
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