noviembre 18, 2025
La tormenta perfecta del clima, el seguro y la acción pública

La tormenta perfecta del clima, el seguro y la acción pública

Tomado de Ethic.es

Según los informes más recientes de la World Meteorological Organization, el año 2024 fue el más cálido registrado hasta ahora, con un calentamiento global medio de unos 1,55 °C por encima de la era preindustrial. Esa subida no es solo un dato: va acompañada de eventos extremos –olas de calor prolongadas, lluvias torrenciales, sequías severas– que cada vez golpean con más frecuencia, intensidad e impacto

En palabras de António Guterres, Secretario General de la ONU, «vemos la aceleración de diferentes aspectos del cambio climático: aumento en el nivel del mar, glaciares derritiéndose, olas de calor, tormentas de diferentes tipos. Necesitamos seguir luchando. Creo que estamos del lado correcto de la historia».

Este contexto es el escenario del reciente estudio Cambio climático, riesgos extraordinarios y políticas públicas, publicado por Fundación MAPFRE, que trata de explicar cómo estos fenómenos extraordinarios –los riesgos climáticos que antes parecían raros– están generando una brecha creciente entre lo que se puede asegurar, lo que se puede financiar y lo que la sociedad espera que se proteja. La pregunta en la que se basa el informe es: ¿cómo deben adaptarse el sector asegurador, la acción pública y las políticas para cubrir esta brecha de protección?

González: «El modelo español de cobertura frente a riesgos extraordinarios se encuentra entre los más avanzados del mundo»

Olas de calor prolongadas en el Mediterráneo, tormentas convectivas severas en Centroeuropa y episodios de lluvia torrencial en España como la DANA han demostrado que la nueva normalidad climática es también una nueva normalidad aseguradora. El informe lo expresa así: «La variabilidad climática extrema se está convirtiendo en el principal factor de tensión para los mecanismos tradicionales de cobertura del riesgo».

El tamaño de los daños ya supera al seguro

«La principal dificultad es la magnitud de los daños que producen este tipo de eventos. Son de tal calibre que el sector asegurador por sí solo no las puede cubrir. Hay que tener en cuenta que a veces la cuantificación de las pérdidas se acerca al tamaño del PIB de un país pequeño». Las palabras de Ricardo González, director de Análisis, Estudios Sectoriales y Regulación de MAPFRE y uno de los responsables del estudio, ponen el problema en su dimensión real: fenómenos extremos tan severos que no pueden ser absorbidos exclusivamente por el seguro privado.

El informe examina cómo los eventos meteorológicos extremos intensificados por el cambio climático están elevando los riesgos físicos, los de transición (cambios regulatorios, tecnológicos) y los de responsabilidad (demandas, reclamaciones) para aseguradoras, inversores y gobiernos. 

Una respuesta que no puede ser solo privada

La conclusión es inequívoca: el mercado no puede actuar en solitario. Ricardo González subraya que «las entidades aseguradoras y reaseguradoras tienen una capacidad limitada en función del capital que tienen que poner para la cobertura. Es necesaria una colaboración público-privada; hace falta algo más para completar esa cobertura».

De hecho, España se considera un referente internacional gracias al Consorcio de Compensación de Seguros, un organismo único en Europa por su capacidad de absorber el impacto de catástrofes naturales sobre bienes asegurados. El informe reconoce expresamente que «el modelo español de cobertura frente a riesgos extraordinarios se encuentra entre los más avanzados del mundo, por su capacidad financiera, su rapidez en la respuesta y su configuración como mecanismo de solidaridad colectiva».

González añade al respecto: «Siempre hay una brecha, pero es una brecha mucho menor con este tipo de colaboraciones públicas y privadas».

Prevención, urbanismo y tecnología

La protección financiera es solo una parte del problema. Como expresa González, «no se trata solo de asegurar. También hay que trabajar en prevención. Diseñar bien los planes de urbanismo para evitar construir donde no se debe construir, por ejemplo».

El informe plantea una combinación de herramientas: reaseguro, bonos catastróficos que permiten transferir riesgos a los mercados financieros y seguros paramétricos que disparan indemnizaciones automáticamente cuando se alcanzan determinados umbrales físicos (viento, lluvia, temperatura). El ecosistema asegurador evoluciona hacia una mayor mutualización del riesgo, pero siempre apoyado en la política pública. 

Estas medidas subrayan que la adaptación, la planificación urbana y la gobernanza del riesgo están al mismo nivel de importancia que la cobertura financiera.

El ecosistema asegurador evoluciona hacia una mayor mutualización del riesgo, pero siempre apoyado en la política pública.

El informe respalda esta visión: «La resiliencia no se construye únicamente reparando daños, sino evitando su materialización cuando estos son previsibles. La planificación territorial debe incorporar el riesgo climático como variable estructural».

A ello se suma la tecnología. Avances en inteligencia artificial, teledetección o modelización del riesgo están cambiando la capacidad de anticipación de gobiernos y aseguradoras, pero aún no son suficientes. González lo reconoce: «Todavía queda un largo camino. Es verdad que hay herramientas buenas, pero queda mucho por hacer para tener modelos que realmente funcionen. Es muy importante, por ejemplo, conectar los datos y los modelos predictivos con los sistemas de alerta temprana. Pero vamos por el buen camino».

La clave es el tiempo: «Hay que ser rápidos. Cuando las ayudas están disponibles y llegan rápido, antes empieza la reconstrucción y menores son los daños para la gente. En eso ayuda mucho tener una solución aseguradora e incluso una colaboración público-privada».

Llamada a la acción

El riesgo ya no reside solo en la pérdida económica, sino en la disrupción social: infraestructuras dañadas, servicios públicos paralizados, hogares desplazados. Y esta tendencia se intensificará. El propio informe lo advierte: «El impacto del cambio climático no está por venir: ya afecta a la estabilidad económica y financiera. Su aceleración obliga a repensar los sistemas de protección antes de que las brechas se vuelvan irreversibles».

En el informe European State of the Climate 2024, publicado el 15 de abril de 2025, Clare Nullis, portavoz de la Organización Meteorológica Mundial, habló de la DANA y de la creciente urgencia de abordar el cambio climático: «Las inundaciones en España son solo un ejemplo más de los numerosos desastres climáticos extremos observados globalmente este año. Cada fracción adicional de calentamiento aumenta el riesgo de precipitaciones extremas e inundaciones, y es imperativo que actuemos con rapidez para proteger a las comunidades vulnerables».

Hay que acelerar la respuesta, mejorar la colaboración, cerrar brechas y adaptarse al nuevo escenario climático. Porque el cambio climático ya no es solo una cuestión ambiental, sino un reto sistémico que afecta al funcionamiento de gobiernos, mercados, infraestructuras y comunidades enteras. La pregunta es clara: ¿estamos preparados para asumirlo con la escala, los instrumentos y la velocidad que demanda la realidad?

Tomado de Ethic.es