noviembre 7, 2025
¡No al disciplinamiento! Hacia una democracia post-imperialista

¡No al disciplinamiento! Hacia una democracia post-imperialista

Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/

La guerra arancelaria global es quizá el símbolo más nítido del momento de repliegue del poder hegemónico estadunidense. El ascenso que vivió desde el término de la Segunda Guerra Mundial se ha tornado crítico desde la década de 1970, cuando, precisamente, comenzó a trasladar sus operaciones productivas al este asiático. Es ya una convención general situar su quiebre sistémico en 2008 bajo la crisis financiera subprime. Hoy, el enfrentamiento con China se trata de la toma de conciencia que la caída del muro de Berlín, símbolo de la supuesta disolución de toda alternativa, hoy renace con mayor fuerza bajo el bloque BRICS plus.

Es verdad que este choque no diluye la fuerza regional que aún preserva nuestro vecino del norte, pero es necesario tener presente que esta potencia no es igual cuando se encontraba en expansión que ahora bajo el proceso de contracción. Es decir, en aquel tiempo noventero, los EUA fueron capaces de imponer modelos políticos ad hoc (como el zedillismo) mientras impulsaban el proceso de desintegración de la base industrial de las naciones latinoamericanas. El objetivo fue convertir a los mercados de la región –catalogados en ese entonces como países emergentes– en paquetes de títulos financieros basados en los activos privatizados, con el objetivo de apostar en la bolsa de valores para multiplicar artificiosamente sus ingresos nominales, ya no bajo el principio de la ganancia industriosa sino ahora bajo la de rendimientos financieros.

La crisis del trumpismo refleja, entre muchas otras cosas, la amarga toma de conciencia de los EUA de que esta vía no fue exitosa ya que los rendimientos no pueden suplir la solidez de la ganancia industrial por lo que fijó como política principal el Make América Great Again (MAGA) que invoca el regreso de la fuerza productiva de mediados del siglo XX. Pero en la vida, como en la historia, es imposible simplemente revertir el reloj del tiempo, desde esta óptica, la guerra de aranceles y la exigencia de alineamiento con esta estrategia es intentar revertir el tiempo por la fuerza. Los resultados son elocuentes, Trump, a pesar de su estridencia no ha podido imponer de nueva cuenta sus condiciones previas, al contrario, ha tenido que aceptar, cuando menos, una tripolaridad de facto (China, Rusia y EUA).

No obstante, este cambio geoeconómico implica retos para la región norteamericana. México ha fijado su postura frente a este escenario: la tendencia ascendente de China en la participación de la producción global (pasó de 3.6 por ciento en el año 2000 al 17 por ciento en 2024) es dramáticamente contrastante con la pérdida de productividad del mercado norteamericano (mismo que retrocedió del 30.3 por ciento al 26 por ciento) por lo que el cambio estructural necesario para revertir la tendencia significa emular formas organizativas orientales que contrastan con las occidentales. Es decir, la coordinación multipolar o centrada en la lógica de complementariedad no es un deseo de igualdad abstracta sino uno de necesidad concreta para poder equilibrar la participación del mercado occidental en la producción global.

El problema surge cuando EUA quiere repetir su fórmula de subordinación que utilizó durante el siglo XX, una de control directo sobre el acceso a recursos estratégicos que inhibe precisamente la construcción de una infraestructura básica que permita consolidar una autonomía industrial no solo exportadora sino también para satisfacer las necesidades del mercado interno. El viejo modelo es simplemente inviable de acuerdo con los nuevos niveles de productividad global que China está expandiendo gracias al proyecto de la nueva ruta de la seda, es decir, la construcción de infraestructura no dependiente de EUA.

El mundo multipolar significa, entre otras cosas, que las condiciones generales de producción y la socialización de la tecnología permite otro tipo de conexiones entre los países, supera la centralización y concentración del dominio financiero para impulsar la construcción de una red múltiple de coordinación productiva con beneficios compartidos. No es un detalle menor, derivado de esto, cómo México recientemente ha dado pasos para interconectarse de otra manera con la economía brasileña –la segunda y primera economía en tamaño, respectivamente– para mejorar sus conexiones productivas y comerciales. Esto abona al objetivo del Plan México en tanto la necesidad de avanzar en la integración continental.

Es verdad que EUA ha sido reticente a abordar esta lógica derivado de su sistema ideológico unipolar pero ahora ya no se trata solo de lo que enuncie el país del norte sino lo que concretamente puede lograr. Es decir, la integración se vuelve cada vez más inevitable conforme su propia agresividad lleva a consolidar alternativas de los diferentes países para evitar ser sancionado o bloqueado de forma unilateral. EUA, por tanto, está buscando una integración forzosa bajo sus términos, pero solo lo puede lograr con países con debilidades estructurales, tan es así que los países que hoy muestran una total sumisión representan apenas el 20 por ciento del PIB regional frente al 80 por ciento que mantiene posturas bajo principios de resistencia soberana. No olvidemos, además, que actualmente China es ya el primer socio comercial de Sudamérica.

EUA está, por tanto, en una peligrosa campaña de disciplinamiento de América Latina a través de sus formas tradicionales de subversión, golpes blandos y amenaza de golpes duros. Esta oleada es un proceso que debemos identificar para disolver sus probables efectos puesto que incluso su triunfo significaría la imposibilidad de alcanzar los objetivos de reinstauración de la unipolaridad. Pero todavía más grave, este “éxito” aseguraría el fracaso del problema de desestabilización mayor entre el mercado occidental y el oriental. Esto solo conllevaría un sufrimiento adicional e innecesario sobre la anhelada recuperación de la calidad de vida de los más de 600 millones de habitantes de nuestro subcontinente.

Hemos estado observando en nuestra región el despliegue de campañas que permitan “calentar” las condiciones para instaurar la estrategia de revoluciones de colores, fenómenos que son utilizados bajo la etiqueta de guerra híbrida, mismos que buscan canalizar el descontento y uso de redes para desestabilizar gobiernos no sumisos. Estos movimientos anteceden las condiciones que permiten justificar la injerencia directa de los EUA por lo que es necesario desactivarlas a través de una profundización en la participación democrática y la ampliación del entendimiento de esta forma política, con el objetivo de clarificar los objetivos nacionales y contrastarla con los objetivos hegemónicos que la cruzan. De aquí que la democracia no solo debe ser participativa, ya lejos de la visión solo procedimental, sino especialmente, en estos tiempos, también post-imperialista.

Oscar David Rojas Silva*

*Economista (UdeG) con estudios de maestría y doctorado (UNAM) sobre la crítica de la economía política. Académico de la FES Acatlán y la UAM Xochimilco. Director del Centro de Estudios del Capitalismo Contemporáneo y comunicador especializado en pensamiento crítico en Radio del Azufre y Academia del Azufre.

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