Colaboraciones
Soledad Velasco
Soy artista plástica, por lo que mi punto de vista sobre el libro Atardecer en la maquiladora de utopías del crítico de arte Robert Valerio, surgirá de esa inquietud o vocación mía. También he de anotar que, aunque soy oaxaqueña, yo poco residí en Oaxaca; hasta ahora, llevo cinco años aquí, contando tres de encierro pandémico. Señalo esto porque sin duda mi mirada viene de fuera, de quien es y no es parte de la escena artística oaxaqueña.
Lo primero que quiero decir es que es un libro fácil de leer, debido a la metodología que emplea Robert Valerio a lo largo del libro: la mayéutica socrática. En el capítulo “Uristikor o del estilo” es muy evidente, en ese diálogo genial que Uristikor sostiene con Elentikor.
Desde hace muchos años oí hablar de Robert Valerio, pero, sinceramente, como un destructor, un crítico demoledor o un enfant terrible. Yo creo que Robert Valerio era un hombre inteligente y analítico, enemigo de dictar máximas. Tampoco perseguía destruir. Intentaba hacernos reflexionar. Sí, la mayéutica. A través de una, otra y otra pregunta; ¿qué es lo que pensamos nosotros? ¿A qué conclusiones llegamos? Él nos pone los “hechos” sobre la mesa y va incorporando razonamientos que poco a poco le llevan a hilar un discurso que lo saca de la cueva del minotauro.
Luego de leerlo por segunda vez, creo que será mi libro de cabecera: Todo lo que un buen pintor debiera saber o del manual del perfecto artista. Lo digo con cierto humor, pero es verdad. Ser artista debe implicar reflexionar profundamente sobre el oficio. Este libro nos da pistas, nos ayuda. Nos invita a razonar sobre a qué respondemos cuando pintamos, qué nos impulsa a pintar, qué temas tratamos, por qué, y se adentra incluso en intersticios del oficio: ¿cómo queremos expresar o representar? Según lo que hayamos escogido hacer. Valerio me parece un valiente porque analizar así, diseccionar con ese comedimiento la llamada Escuela Oaxaqueña y el arte que se producía en Oaxaca en aquellos años de bonanza, no debió de ser tarea sencilla.
Otra crítica que siempre he oído es la preocupación que afirma que preguntarse todo ello podría repercutir en el mercado del arte; que quien preguntaba tanto sólo perseguía, consciente o inconscientemente, sacrificar el mercado y afectar a las personas que habían logrado salir de circunstancias de vida complicadas mediante el oficio del arte.
Pero es que a lo largo de la historia las vidas particulares somos sólo anécdotas, y la función del crítico no es centrarse en ellas, su campo es global, es el de las ideas.
Me centraré en abordar sólo tres puntos porque no hay suficiente tiempo para más y porque han sido para mí una preocupación constante, sobre todo en los últimos años. El primero tiene que ver con reflexiones que vienen del pasado y que pueden encontrar hoy en día una respuesta. Los otros dos son una revisión de los capítulos en que se examina el concepto del estilo y el tema ya que se convierten en la búsqueda de la gran mayoría de los artistas y tienen que ver con el acto de crear.
1. La importancia del espectador
Valerio se pregunta sobre lo que se cuece entre la inauguración y la clausura de una exposición. Esa sabiduría anónima contenida en el libro de comentarios, que puede alumbrar el camino del crítico con frases tan francas como “ya ni chingan con sus pinches copiones”. Valerio nos aclara en su primer capítulo El estado crítico de la crítica: “Un peligro es el divorcio entre la crítica y el público que no participa ni en la curaduría ni en la compra de obra, es el gran olvidado”.
En la libreta de comentarios de la exposición Nueve pintores oaxaqueños inaugurada en el año 1996 hay frases tales como: “¿Por qué no hay mujeres?” o “¿No hay mujeres artistas en México?” Supongo que Valerio presenta un resumen de los comentarios en aquella libreta. Sea como fuere, sale a colación el tema de lo que hoy llamamos “la cuestión de género”.
Valerio puso énfasis en otros aspectos clave que ya hemos nombrado. Su campo de estudio, el que desarrolló, fue otro. Ahora lo que quiero resaltar es la necesidad que existe, aún después de 26 años, de abordar eso que él señaló.
Hay muchos grupos de mujeres artistas en la actualidad, pero yo echo de menos una exposición colectiva mixta, de ocho hombres y ocho mujeres, pintores y pintoras, escultores y escultoras, cuyo rango de edad sea de los 55 años para arriba. Es decir, que tengan una trayectoria de largo recorrido. Los parámetros son arbitrarios porque hay que acotar de alguna manera.
Mucho han hecho para visibilizar el trabajo de las mujeres los grupos femeninos que organizan exposiciones exclusivas de ellas y para ellas. Pero creo que de una exposición como la que planteamos, puede resultar un diálogo muy interesante. Existe un proyecto sobre este tema que está buscando sede. Lo elaboramos el crítico Jorge Pech, la galería Noel Cayetano y yo.
Luego de leer el libro de Valerio, vemos interesante que este proyecto nazca de esos tres ejes: crítico, galerista y pintora. Resulta interesante porque los nombres propuestos obedecen a su calidad artística y edad, y no a que trabajen o no con determinada galería. Nos hemos propuesto que el tema del mercado no importe. Lo interesante va a ser reflexionar sobre lo que se hace ahora. Un nuevo factor para tomar en cuenta, y que al principio no contemplamos, es el invitar a participar al campo de la escultura. Con la segunda lectura del libro de Valerio, es evidente que este campo era entonces casi inexplorado por los oaxaqueños. Será interesante valorar su papel dentro del campo del arte en la actualidad.
Es decir, este proyecto expositivo que ya está tocando puertas nació de la lectura de este libro por primera vez. La idea es seguir su estela. Entonces ese tema surgió con mucha fuerza. Tal vez es hora de retomar la inquietud que ya existía en 1996. Imaginen un encuentro equitativo de hombres y mujeres con trabajos en grandes dimensiones, a ser posible en un lugar amplio para establecer ese diálogo: demostrar que hay hombres y mujeres dedicados desde hace años de igual manera en el campo del arte.
Estoy segura de que ese encuentro demostraría que hoy existe una variedad enorme de temas, de maneras de abordar el oficio pictórico, y de las múltiples motivaciones que a cada uno alimentan. Creo que actualmente es un campo heterogéneo. Pero estaría por verse. En dicho proyecto tienen un lugar destacado los críticos, haciendo caso a Valerio sobre la necesidad de que existan escritos que analicen más allá de los textos que se incluyen en los catálogos individuales, que suelen ser halagadores. Para ello, el proyecto incluye a cuatro críticas y críticos. Hombres y mujeres. Dos que ejercen en Oaxaca y dos de fuera del estado. Nos aplicaremos en sacar adelante este proyecto que incluye mesas de diálogo. Ya es tiempo de que se realice.
2. Del estilo
Qué capítulo más interesante el titulado “Uristkor o del estilo”. Como he dicho, leí el libro hace poco y de ahí me han surgido varias inquietudes que se han concretado en ideas y éstas en hechos. Mi última exposición individual se tituló “En fuga del estilo propio” y lo hice, sí, a partir de la lectura del libro Atardecer en la maquiladora de utopías. ¿Qué es el estilo? ¿Buscamos un estilo propio? ¿Ser reconocibles? Y.… cuando hemos sentido que lo hemos encontrado… ¿nos da pavor dejarlo a un lado? ¿Seguimos por el camino conocido por miedo a ser ignorados? A que digan “ésta no sabe ni lo que quiere hacer, está perdida”. Soy, digamos, figurativa/ expresionista, y en esa exposición me presenté con cuadros naturalistas.
La idea era explorar un lugar donde no tuviera mi zona de confort. Casi nada me parece más difícil de capturar que la mar y de la mar la espuma. Esa masa abstracta de cerca pero de lejos tan figurativa. Es espuma y no es otra cosa. Qué difícil para mí, qué bonito, qué reto. Recuerdo una cita que hay en el libro, es del pintor Felipe Morales: “Uno no pinta como quiere, sino como puede”. Bueno, tal vez no sea ese el único camino.
Valerio confronta las opiniones de Aceves Navarro y Cuevas en alusión a este tema. Mientras el primero asevera: “Cualquier estilo no es otra cosa que un límite tremendo autoimpuesto; es decir aquí llego y me repito porque quiero ser yo mismo siempre”, Cuevas responde: “El arte es una obsesión y quien no tiene una obsesión definitivamente no es artista”. Es decir, la validación de la búsqueda de la estabilidad vs. la variabilidad, la claridad de rumbo o pérdida de este. Yo estoy de acuerdo con Aceves Navarro pero hay muchos otros caminos. El capítulo es abundante en razonamientos, recomiendo leerlo, acá no hay tiempo de decir más.
3. De la evasión de la realidad: el tema
En cuanto a los temas, Valerio reflexiona sobre la necesidad de retratar la realidad objetual. Pero hay también una realidad emocional por la cual yo me decanto. En la página 280 presenta un cuadro sinóptico y entre los temas que escaseaban en ese momento en el arte oaxaqueño enlista: licuadoras, autobuses urbanos, reportaje, actualidad, ciudad, tecnología política, ironía. No habla de las emociones, echo en falta eso que yo nombraría “el análisis de la naturaleza humana”, aunque al enlistar los estilos pictóricos que escaseaban nombra al “expresionismo” en donde, en esencia, van incluidas.
Las cosas han cambiado mucho desde que Valerio escribió. La violencia que vivimos en la actualidad ha entrado en la temática como un vendaval pero es importante reflexionar sobre nuestro oficio y remontarnos a ese pasado de buena esperanza que vivió Oaxaca en las artes, analizarlo.
Valerio lo dice claro en su obra: “A lo largo de este libro, mi intención ha sido más que establecer conclusiones firmes, abrir perspectivas de especulación”.
Socrático hasta el final. Esa frase resuena en mis oídos como si dijera “yo sólo sé que no sé nada”.
Tomado de https://morfemacero.com/





Más historias
La fiesta de Día de Muertos, ¿una celebración a la muerte?
Seguridad UNAM involucrada en muerte de aficionado en CU
El Gobierno de Sheinbaum presenta un plan integral contra el abuso sexual como una respuesta al acoso que sufrió en la calle