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Los toritos de petate son una de las manifestaciones más alegres y simbólicas de la cultura purépecha. Estas coloridas figuras, hechas con carrizo, papel de china y otros materiales, cobran vida durante los carnavales de Michoacán, especialmente Uruapan, donde las calles se llenan de música, danzas y risas.
Más que un espectáculo visual, los toritos representan una herencia viva que entrelaza historia, religión y creatividad popular.
El origen de los toritos de petate
El origen de esta tradición es motivo de debate, pero tres teorías principales explican su llegada a México. Una de ellas apunta a que el obispo Vasco de Quiroga introdujo los toritos como una herramienta de evangelización para acercarse a las comunidades purépechas durante el siglo XVI. A través del color y la música, buscaba enseñar los valores del cristianismo, adaptándolos al contexto indígena.
Otra teoría sostiene que la costumbre provino de los esclavos africanos, en especial de los pueblos bantúes de Angola, quienes recreaban danzas del toro como parte de sus rituales de fertilidad y celebraciones. Con el tiempo, esta práctica se fusionó con las costumbres locales.
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Una tercera versión señala que la danza nació como una sátira hacia las corridas de toros españolas, de las cuales los pueblos originarios y las castas afrodescendientes eran excluidos. Ellos comenzaron a fabricar sus propios toros de petate para burlarse de los conquistadores, bailando al ritmo de tambores y coplas, transformando la imitación en una forma de resistencia cultural.
Simbolismo del torito de petate en la cultura purépecha
En el universo purépecha, el torito del carnaval simboliza la fuerza vital de la comunidad y la fertilidad de la tierra. Es una figura que une lo religioso con lo popular, lo festivo con lo espiritual. Durante el carnaval, el torito recorre las calles danzando con energía, anunciando la llegada de la Cuaresma y marcando el cierre de las fiestas previas a la Semana Santa.
Cada torito representa a una familia, colonia o barrio, y su elaboración se convierte en un acto comunitario. Los colores vivos, los adornos de papel, los detalles pintados y los movimientos del danzante evocan la unión del pueblo y la alegría de compartir.
¿Cómo se elaboran los toritos de petate?
La creación de un torito de petate combina técnica artesanal y espíritu festivo. Aunque tradicionalmente se hacían con carrizo y petate (una estera tejida de palma que le da su nombre), hoy también se utilizan cartón, engrudo, madera y papel de china.
- Se inicia con una estructura de carrizo o cartón que da forma al cuerpo del toro.
- Se cubre con petate o con capas de papel periódico y engrudo para darle rigidez.
- Una vez seco, se pinta con colores brillantes y se decoran los cuernos, ojos y hocico.
- Finalmente, se colocan tiras de papel de china y listones, que ondean cuando el torito baila al ritmo de la música.
El resultado son figuras que pueden ser tan pequeñas como un juguete o tan grandes que requieren de seis personas para cargarlas. Cada una refleja la creatividad de su creador y el orgullo de su comunidad.
La danza del torito
Durante el Carnaval, Michoacán se llena de vida. En localidades como Tarímbaro, Morelia y Uruapan, cientos de toritos salen a recorrer las calles, acompañados por bandas de viento, comparsas y espectadores que lanzan confeti y harina. La danza del torito representa una corrida simbólica: el danzante que porta la estructura simula los embates del toro mientras los demás personajes —como el caporal, el picador, la maringuía y el apache— lo provocan y acompañan.
El personaje del apache es uno de los más llamativos, pues actúa con humor y picardía, provocando a los espectadores y pintando las mejillas de los asistentes. Antiguamente, estos danzantes incluso irrumpían en cocinas o fondas para pedir comida, reforzando el carácter juguetón de la celebración.
Durante el recorrido, los cascarones de huevo llenos de confeti vuelan por el aire, los niños corren entre risas y la música purépecha marca el ritmo de la fiesta. Es un carnaval en el que todo el pueblo participa, y donde cada torito es motivo de orgullo.
A lo largo de los siglos, los toritos de petate han evolucionado en materiales y estilos, pero conservan su esencia: la de una celebración que une a generaciones y que simboliza la fuerza, la fertilidad y la identidad de un pueblo.
Hoy, las comparsas que desfilan por las calles de Michoacán siguen manteniendo viva una de las expresiones más coloridas del patrimonio cultural mexicano. Verlos bailar entre luces, harina y música es asistir a un acto de memoria colectiva, donde cada torito encarna la energía vital de la tierra purépecha.
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–>Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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