¿Qué impide a los gobiernos financiar las comidas escolares cuando las pruebas son irrefutables?
Los datos son abrumadores: cada dólar invertido en comidas escolares genera entre 3 y 9 dólares en beneficios sociales y económicos. Otros estudios confirman impactos aún mayores, de hasta 35 dólares estadounidenses en beneficios agregados en todos los sectores. Esto hace que las comidas escolares no sean solo una inversión sólida, sino una de las inversiones más inteligentes que pueden hacer los gobiernos. Sin embargo, todavía hay demasiados niños y niñas excluidos de lo que debería ser una garantía básica de su derecho a la salud y la supervivencia.
Luces y sombras
El informe del PMA sobre el estado de la alimentación escolar en 2024 muestra avances: 466 millones de niños y niñas reciben ahora comidas escolares. Detrás de ese titular se esconde una verdad preocupante: la cobertura sigue siendo muy desigual.
En los países de ingresos altos, se llega al 80% de los niños y niñas, mientras que en los países de ingresos bajos solo al 27 %. La buena noticia es que esos mismos países de ingresos bajos lograron el crecimiento más rápido a nivel mundial, con un impresionante aumento del 60 % en solo dos años. Esto demuestra tanto el impulso como la urgencia: el progreso es posible, pero las decisiones políticas siguen determinando quiénes se incluyen y quiénes se quedan atrás.
Hoy en día, el 41% de los niños y niñas del mundo se benefician de las comidas escolares, pero casi la mitad de la infancia en edad de asistir a la escuela primaria sigue quedando excluida. Esta disparidad no es inevitable, sino el resultado de decisiones políticas.
Las pruebas contundentes que no podemos ignorar
En Kenia, las comidas calientes aumentaron la asistencia por la tarde a la escuela en un 45%. En Camboya, el abastecimiento de alimentos procedentes de agricultores locales cuadruplicó sus ingresos. En Burundi, los huertos escolares diversificaron las dietas y transformaron los hábitos alimenticios más allá del aula. Estos ejemplos revelan una clara tendencia: las comidas escolares son una inversión muy rentable para mejorar los resultados educativos. Actualmente se reconocen como la red de seguridad más extensa del mundo y han demostrado ser una forma muy rentable de mejorar los resultados educativos. Deben considerarse una inversión fundamental, no un extra opcional.
Y, sin embargo, los gobiernos siguen enmarcando estos programas como extras opcionales. ¿Se trata de una cuestión de voluntad política, de prioridades equivocadas o de una excusa conveniente por la escasez de fondos?
El hambre no es una estadística
El PMA informa de que el acceso a las comidas escolares ha aumentado un 20% en cuatro años, lo que supone un avance significativo para la nutrición y el aprendizaje de los niños y niñas. Sin embargo, la realidad general sigue siendo dura. El informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI) revela que 673 millones de personas pasaron hambre, 2.300 millones carecieron de alimentos suficientes y más de 300 millones de niños y niñas en África sufrieron malnutrición crónica.
Detrás de las cifras hay vidas reales: la niña de 9 años que no puede seguir la clase de su maestra porque el hambre ahoga todos sus pensamientos o el niño de Burundi cuya única comida caliente al día es la que recibe en la escuela.
Las comidas escolares garantizan que los niños y niñas puedan tener al menos una comida adecuada al día
Por eso las comidas escolares son un salvavidas, ya que garantizan que los niños y niñas puedan tener al menos una comida adecuada al día.
Se trata de una cuestión de elección, no de coste.
Los gobiernos de las zonas donde la inseguridad alimentaria es más grave pueden alegar que no pueden permitirse las comidas escolares universales, pero la verdad es todo lo contrario: no pueden permitirse no hacerlo.
Según el PMA, ya se invierten 84.000 millones de dólares al año en comidas escolares, de los cuales el 99% procede de los presupuestos nacionales. Las pruebas de estos países, cuyos líderes han demostrado un compromiso decisivo, lo dejan claro: los programas de comidas escolares son totalmente viables, eficaces y transformadores. Los beneficios son innegables: superan con creces los costes, mejoran la nutrición y el aprendizaje de la infancia y generan un desarrollo social y económico más amplio.
Hay que actuar ya
Ha llegado el momento en el que los compromisos se conviertan en acciones concretas y presupuestadas. Las comidas escolares deben integrarse en los presupuestos nacionales, los donantes deben comprometerse a proporcionar financiación a largo plazo y todas las partes interesadas deben defender las iniciativas de producción local, vinculando los platos de los niños y niñas con los agricultores locales y la agricultura climáticamente inteligente.
Los gobiernos deben consagrar las comidas escolares en las políticas nacionales y los marcos jurídicos, un paso que ya han dado 109 países.
Los donantes deben apoyar urgentemente los contextos frágiles, en los que la financiación externa puede marcar la diferencia entre que un niño o niña coma o pase hambre.
Y como socios de la sociedad civil, tenemos un papel distintivo que desempeñar, así que trabajemos juntos sin descanso para garantizar que ningún niño ni niña se quede atrás por sentarse en clase con tanta hambre que no pueda aprender.
Dana Buzducea es responsable de Alianzas para la Defensa y la Participación Externa de World Vision
Tomado de Ethic.es
Más historias
Israel intercepta última embarcación de la Global Sumud Flotilla; SRE confirma que mexicanos permanecen presos en espera de repatriación
Noche de tensión en la Flotilla y abandono del Gobierno español
Kennedy Jr. amenaza con dejar sin educación sexual a miles de adolescentes por incluir a personas trans