Tienen lo básico. Hacer y recibir llamadas, enviar mensajes SMS, quizás una cámara sencilla, una linterna y poco más. Algunos cuentan con un reproductor de música corriente, una alarma, quizás un calendario. Son el regreso a los primeros teléfonos celulares, dando a sus usuarios solo las funcionalidades básicas. Ante la proliferación de notificaciones y la hiperconexión, un fenómeno retro parece cobrar cada vez más fuerza entre usuarios de todas las edades: el paso –en reversa– del smartphone (teléfono inteligente) al dumbphone (teléfono tonto).
En los últimos veinte años, la acelerada actualización de los móviles nos llevó de los ultrabásicos «teléfonos ladrillo» como el Nokia 3310 a los ultrainteligentes celulares iOs y Android que acompañan y monitorean cada segundo del día. Pasamos de la simple llamada o el corto SMS –en el que había que presionar varias veces la misma tecla para llegar a la letra correcta y que generalmente se pagaba aparte– a las cámaras de alta definición, los GPS, las redes sociales, las apps de streaming, etcétera.
Un estudio de Dscout encontró hace unos años que los usuarios de smartphones tocan el móvil en promedio 2.617 veces por día. Si se tiene en cuenta que, desde que la compañía hizo el análisis los teléfonos han evolucionado de forma exponencial –especialmente con la llegada del scroll infinito y de plataformas de videos cortos como TikTok– cabría esperar que ese número haya crecido todavía más en los últimos años.
El smartphone ha llegado al punto de englobar lo que antes requería distintos objetos o aparatos: el teléfono, la cámara, el reproductor de audio, el mapa, el cronómetro, los videojuegos, el televisor, el ordenador, los libros, las tarjetas bancarias, ad infinitum. Esto, por supuesto, con el consecuente aumento del tiempo en pantalla y el preocupante retroceso de la capacidad de atención.
En dos décadas, nuestra capacidad de atención en pantalla pasó de dos minutos y medio a 47 segundos
Las investigaciones de la doctora en informática de la Universidad de California (Irvine) Gloria Mark demuestran que, en dos décadas, nuestra capacidad de atención en pantalla ha pasado de dos minutos y medio a 47 segundos. Además, distintos expertos en psicología cognitiva han alzado la voz de alarma sobre el incremento de los niveles de ansiedad debidos al abuso de los dispositivos electrónicos.
No hay duda de que el smartphone nos ha facilitado las tareas cotidianas, pero cada vez está más claro que su ubicuidad está cobrando un alto precio en materia de concentración, calidad del sueño y salud mental. Por este motivo, no sorprende el reciente auge de los llamados dumbphones o feature phones («teléfonos con funciones limitadas») como contraposición a los avanzadísimos –y demandantes– teléfonos inteligentes.
Un reportaje de Business Insider habla incluso de personas que se autodenominan como «appstinentes». Según Julia Pugachevsky, una cifra cada vez mayor de estadounidenses, especialmente millennials y centennials, están optando por adquirir teléfonos que no tienen acceso al correo electrónico ni a las redes sociales. El término «appstinencia» fue acuñado por Gabriela Nguyen, quien, tras crecer en Silicon Valley, anima ahora a la gente a desengancharse de sus smartphones para superar la adicción al móvil.
De acuerdo con Statista, en 2023 se vendieron unos 228 millones de feature phones, generando ingresos de unos 11.000 millones de dólares. En 2024, Nokia reportó ventas netas por 19.220 millones de euros. Asimismo, se estima que en Europa este año el mercado de teléfonos con funcionalidades básicas alcanza los 675.000 millones de dólares.
Aunque al comienzo el marketing de los ‘teléfonos tontos’ estaba dirigido a personas mayores a quienes no les interesan las funcionalidades del smartphone, el director del máster de Desarrollo de Sitios y Aplicaciones Web de la UOC, César Córcoles, afirma que está surgiendo un segundo mercado para alejar a los niños y preadolescentes de las pantallas.
El 12,2% de los encuestados en España ya ha cambiado su teléfono inteligente por uno «tonto»
Según el Estudio Generacional SPCial sobre hábitos de desconexión digital de los jóvenes españoles, el 12,2% de los encuestados en España ya ha cambiado su teléfono inteligente por uno «tonto» y el 19,5% conoce a alguien que lo ha hecho.
Y más allá del detox digital y sus ventajas para recuperar la atención, los dumbphones tienen una ventaja económica: a diferencia de los ultrainteligentes iPhone que pueden llegar a costar más de 1.200 euros, el precio de los teléfonos básicos que están comercializando empresas como Nokia, o Motorola ronda los 30 o 50 euros, aunque también hay nuevas compañías como Light Phone que cobran entre 299 y 699 dólares por su feature phones.
Quienes están virando al teléfono tonto afirman que les ha ayudado a cambiar sus hábitos de consumo de redes sociales y que ha contribuido a disminuir sus niveles de ansiedad. Dicen que les da un respiro de las pantallas. Hablan de desconexión, de mejora en su calidad de sueño, de cambios en su forma de relacionamiento. Hablan de sencillez. Algunos hablan incluso de libertad.
Tomado de Ethic.es
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