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El son jarocho es una de las expresiones musicales más ricas y complejas no solo de Veracruz, sino de todo nuestro país. Con profundas raíces en la historia del sincretismo cultural que vivió México durante el periodo virreinal y el siglo XIX, este género tradicional estuvo a punto de desaparecer. Pero ¿por qué?
El complejo corazón del son jarocho
Debemos comprender que este tipo de son ha sido, desde su origen y hasta la actualidad, una tradición y marca de identidad de los jarochos y las comunidades campesinas de Veracruz. Como sabemos, la región jarocha surgió gracias a la conformación de una población caracterizada por el sincretismo cultural. Dicha gente tenía raíces africanas y mesoamericanas, por lo que los respectivos elementos musicales de estos pueblos se fusionaron. Junto a ellos, se unieron los ritmos andaluces y musulmanes que llegaron de España.
Esta base musical fue adquiriendo nuevas características en el siglo XIX, sobre todo gracias al constante intercambio melódico con otros países del Caribe, sobre todo Cuba, así como la llegada del vals desde Europa. Ese ir y venir fue lo que conformó al son jarocho y sus principales características, como sus compases, las coplas y los temas de sus letras, la instrumentalización caracterizada por el uso de cuerdas (arpa, jarana), la quijada y el zapateado sobre tarima. Además, la música jarocha esta cimentada en una fuerte cultura campesina y una defensa constante de lo rural.
El nacionalismo, la «Época de Oro» del cine mexicano y el peligro de extinción
Una vez pasada la Revolución Mexicana, el nacionalismo de aquella época, impregnado de una mística que buscaba reivindicar lo indígena y lo rural, reunió diversos géneros musicales tradicionales del país. Es así que, desde el año de 1920, la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la cruzada educativa de José Vasconcelos impulsaron un programa para la difusión del son jarocho. Esto fue haciendo que, hacia inicios de la década de los años treinta, se optara por construir una idea de mexicanidad basada en elementos estéticos y musicales. Lo que provocó este proceso fue una estandarización y banalización de muchas identidades culturales de México, entre ellos lo jarocho.
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Es así que el son jarocho fue utilizado constantemente como un recurso para musicalizar películas durante la «Época de Oro» del cine mexicano. Esta versión más comercial del género hizo que también formara parte de los programas musicales de varias estaciones de radio. Precisamente, fue en aquella época que surgió el estereotipo del jarocho vestido guayabera blanca, paliacate rojo y sombrero de palma. Y no solo eso, varios conjuntos jarochos migraron hacia la Ciudad de México para probar fortuna. Allí amenizaban eventos culturales y espectáculos nocturnos.
Sin embargo, todo esto propició el deterioro de elementos fundamentales en el desarrollo de la música de varias comunidades de Veracruz. Con la ausencia de músicos veteranos, la enseñanza de los rasgos tradicionales de este género fue cada día más difícil. Los grupos que se habían mudado a la capital del país terminaron en el olvido o poco valorados. Es así que hacia los años sesenta y setenta, el son jarocho estaba a punto de desaparecer.
El Movimiento Jaranero y el resurgimiento del son jarocho
Sin embargo, hacia el año de 1969, en un disco recopilatorio del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) apareció el son El fandanguito, melodía interpretada por el conjunto Mono Blanco. Esto fue sumamente importante ya que años más tarde, durante los ochenta, este grupo encabezó el Movimiento Jaranero. Dicho esfuerzo colectivo se enfocó en las iniciativas de músicos tradicionales, investigadores y antropólogos, para rescatar al son jarocho. Su lucha se centró en hacer que este género renaciera entre las comunidades campesinas de Veracruz y que fuese divulgado como lo que era: una expresión cultural compleja y popular, con una vasta historia.
En 1997, Mono Blanco de nueva cuenta marcó un nuevo hito al demostrar en el disco El mundo se va acabar la complejidad musical del son jarocho, al fusionarlo con el jazz. Estas pautas provocaron que hacia los años 2000, diversos conjuntos de son adquirieran relevancia por su rescate e interpretaciones del género. Desde los veteranos Tlen Huicani y Lino Chávez, pasando por grandes referentes como Son de Madera, Radio Jarocho y Zenen Zeferino, hasta grupos más jóvenes como Los Sonex, Los Cojolites y La Capella Novohispana, todos han logrado no solo resucitar al son jarocho, sino resaltar sus profundas raíces y su potente carácter campesino.
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Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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