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no. Sobrecargado de incertidumbre y angustia, el escenario “atlantista” (Washington, Tel Aviv, Londres, la Unión Europea) gira en torno a cuatro sicóticos de cuidado: Donald Trump ( capo di tutti capi devenido en cristiano sionista), Benjamin Netanyahu (genocida con orden internacional de captura) y dos bufones sin gracia: Volodymir Zelensky (judeonazi rusófobo) y Javier Milei (judío evangélico de mentiritas y superstar del anarcocapitalismo latinoamericano y español).
Dos. Triste proscenio kabuki, en el que ninguno de sus actores puede sentirse seguro del rol que desempeñan. Trump y Netanyahu se debaten en sociedades irremediablemente envilecidas; Zelensky alucina con que pronto izará la bandera de Ucrania en Moscú, y en las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires (PBA, la más importante de Argentina), el peronismo acaba de pegar a Milei una contundente paliza electoral.
Tres. En los últimos años, las cabezas pensantes de Estados Unidos, Europa y Argentina venían anunciando (por izquierda y derecha), una obsesión recurrente: la desaparición del peronismo. Y es posible que el programado embrutecimiento mediático y el marketing electoral (que mide el pulso social subestimando el popular), tengan algo que ver con tan inesperado desenlace. Pero de mi lado, prefiero poner en valor las palabras de Juan Domingo Perón a un periodista que a finales de 1972, tras 17 años de exilio, le preguntó qué pensaba hacer para volver al gobierno. Respuesta: “Yo no haré nada. Todo lo harán mis enemigos”.
Cuatro. En el frente externo, los enemigos del peronismo (espontáneo movimiento nacional y popular que Perón supo interpretar), siempre fueron las potencias de posguerra que en Yalta se repartieron el mundo (1945). Aunque también, encumbrados intelectuales eurocéntricos que poco y nada han entendido (hasta hoy), de la contradicción “imperialismo/nación”.
Cinco. V.gr. (con datos de Roberto Baschetti, acucioso investigador argentino): “Si el pueblo argentino no se libera del fantasma del peronismo, vamos a tener secuelas cada vez más absurdas (…). Si hay un lugar del continente donde el mesianismo impregnó toda la sociedad es la Argentina y su peronismo” (José Saramago, Nobel de Literatura, La Nación de Buenos Aires, 307/4 y 13/5 de 2003). “La Argentina debería liberarse del peronismo” (filósofo Giovanni Sartori, íd. ant. 5/5/2004). “El país debe olvidarse del peronismo. Porque el peronismo es un modelo político que mezcló discursos de derecha e izquierda, y que no ha hecho nada” (sic, sociólogo Alain Touraine, id.ant. 18/2/2004).
Seis. Aunque, a veces, aparecen académicos europeos que aun cuando insistan, erróneamente, de calificar al peronismo como “populista”, ponen las cosas en su lugar: “El carácter social del peronismo (…) lo distingue de los populismos reaccionarios europeos o norteamericanos de nuestros días. Sus herederos son Hugo Chávez y Cristina Kirchner, no Marine Le Pen o Donald Trump” (Enzo Traverso, Las nuevas caras de la derecha, editorial Siglo XXI, 2018, p. 12).
Siete. De todos modos, las izquierdas académicas continúan aplicando las generales de la ley: ignorar, subestimar o negar al peronismo. Un movimiento democrático y reformista, que ganó ocho elecciones presidenciales y perdió cuatro. Y así, en sus narrativas a modo, el primer bombardeo a un palacio presidencial ocupado por un gobierno popular (La Moneda, Chile, 11 de septiembre de 1973), deja colgado de la historia el bombardeo a otro palacio ocupado por un gobierno popular, y ocurrido exactamente 70 años atrás más un día (Casa Rosada, Argentina, 16 de septiembre de 1955). ¿Será porque en un caso se trataba de un gobierno socialista, y el otro era “populista”?
Ocho. Que el Che nos saque de dudas. En carta escrita en México y enviada a su mamá (quien festejaba la caída de Perón), escribe: “Querida vieja: al parecer cayó tu odiado enemigo de tantos años (…) y toda la gente católica de derecha que conocí en este país, se mostraba también muy contenta. Mis amigos y yo, no. Te confieso con toda sinceridad que la caída de Perón me amargó profundamente. No por él, sino por lo que significaba para toda América, pues mal que te pese, Argentina era el paladín de todos los que pensamos que el enemigo está en el norte”.
Nueve. El pasado domingo 7 de septiembre, el peronismo unido en la PBA (gobernada por Axel Kicilloff), se confrontó con La Libertad Avanza (LLA, ultraderechista), partido-no partido liderado por Milei y el espíritu de Conan, su perro muerto. Los pronósticos estimaban “empate técnico”, una gran abstención, o una diferencia de dos a cinco puntos entre ambos contendientes. Pero Fuerza Patria (peronista) cosechó 13.5 puntos (47 por ciento de la votación), imponiéndose en 99 de los 135 municipios bonaerenses que concentran 38 por ciento del electorado argentino, y 40 de la castigada economía nacional.
Diez. Moraleja: hay dos cosas en la vida que vale la pena experimentar (aunque carezcan de garantías): el amor y la política. En este sentido, Kicillof impulsó su campaña con las banderas de Evita y Perón, al tiempo de convalidar que el peronismo es como el tango: da muchas vueltas pero siempre vuelve.
Tomado de https://www.jornada.com.mx/
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