septiembre 13, 2025
Genocidio occidental, ayer y hoy

Genocidio occidental, ayer y hoy

Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/

Han tratado de destruir nuestras raíces, identidad y autoestima 500 años de colonialismo y neocolonialismo. De esa manera, propician que sigamos sometidos a las potencias extranjeras.

También, han distorsionado nuestra historia al máximo para que tengamos una visión falsa de nosotros mismos, además de atacar nuestra autoestima y nuestra gran potencialidad para liberarnos de la opresión actual a la que nos somete el Imperio estadunidense y sus socios occidentales. El objetivo es que no nos creamos capaces de ser soberanos.

Hoy, Israel, Estados Unidos y Occidente realizan un genocidio espantoso: matan a decenas de miles de palestinos; destruyen Gaza; y no dejan piedra sobre piedra para invadir el territorio.

Aquí, en el Anáhuac, los europeos nos hicieron lo mismo: un genocidio, una gran masacre y la destrucción de Mexico-Tenochtitlan. Arrasaron la gente, la ciudad, hasta con el lago. Asimismo, quisieron acabar con la cultura que fue calumniada y distorsionada al máximo.

Se mató, se esclavizó y se sometió, incluso la gente era marcadas con metal al rojo vivo. E igualmente, se destruyó el medio natural con crímenes brutales contra el medio ambiente. Las inundaciones no deben parecer extrañas, puesto que la actual Ciudad de México fue construida durante la Colonia sobre los lagos, canales y ríos; secandolos.

En la Cuenca de México existían cinco lagos: Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Chalco y Xochimilco, hermosos, cada uno con un color diferente. La ciudad de México-Tenochtitlan tenía gran número de acequias y canales. Las acallis (lanchas) transportaban gente y una diversidad de productos. En la esquina de Roldán y Corregidora estaba la Acequia Real, que pasaba junto a lo que hoy es el Palacio Nacional.

Las acequias drenaban el agua de lluvia y servían para el transporte de mercancías y personas. Algunas de las más importantes fueron: Acequia de Santa Ana, en Tlatelolco; Acequia de Texontlate, que bordeaba Tepito;  La Lagunilla; acequia del Apartado o del Carmen, que cruzaba San Cosme y Santa María; Acequia Real, la más larga y caudalosa; y Acequia de Mexicalzingo o Canal de La Viga, que conectaba con la ciudad desde el Lago de Chalco.

Para evitar las inundaciones, se construyó el albarradón de Nezahualcóyotl, el cual regulaba la cantidad de agua, pero fue derribado durante la invasión por los destructores e ignorantes españoles.

Para aplastar nuestra cultura, la ciudad fue construida sobre los antiguos lagos… ¡Qué despropósito construir sobre lo que eran cuerpos de agua! Destruyeron el sistema hidráulico, acueductos y compuertas; talaron los bosques; y desecaron los lagos.

En 1607, el virrey Luis de Velasco ordenó la construcción del canal de Huehuetoca para drenar el lago de Zumpango y para interceptar el río Cuautitlán y redirigirlo hacia el río Tula. En 1781, se construyó el Tajo de Nochistongo para drenar el Lago de Texcoco.

Durante la Colonia, se vio desaparecer los cuerpos de agua, lo que continuó en el neocolonialismo, época en la que se acabó con 13 de los 14 ríos que existían en la Ciudad de México a inicios del siglo XX. En la medida de lo posible, es imprescindible recuperarlos. Agua es vida.

México-Tenochtitlan era una ciudad colorida llena de flores y cultivos diversos. Nuestro país tiene una rica herencia que data de la época precuauhtémica en el cultivo y cuidado de plantas, tanto de ornato como medicinales y comestibles.

Tenemos muchos testimonios que dejaron los cronistas que conocieron las ciudades de la Cuenca de México. Por ejemplo, la dalia es una flor emblemática de la Ciudad de México y de México en general.

Su nombre en náhuatl, acocoxóchitl, significa “flor que viene del agua”. También, era conocida por los aztecas como aztlaxóchitl, o “flor de Aztlán”, debido a su presencia en lagunas y lagos de la antigua civilización de Tenochtitlan.

México es un país megadiverso. Cuenta con una extraordinaria riqueza de flora y fauna. Se calcula que posee alrededor del 10 por ciento de la biodiversidad mundial. Esto se debe no sólo a su ubicación geográfica, su variedad de ecosistemas, sino también a que hubo una gran civilización ancestral, donde los pueblos respetaban y hacían florecer la naturaleza. Cuidaban y multiplicaban las plantas y flores.

FOTO: ADOLFO VLADIMIR /CUARTOSCURO.COM

México cuenta con alrededor de 26 mil especies diferentes de plantas, muchas de ellas endémicas. Esto quiere decir que sólo se encuentran en nuestro país. Y se lo debemos a nuestra gran civilización originaria.

En el Anáhuac, la base social descansaba en los calpullis, grandes clanes familiares que eran autosostenibles; cada uno sembraba la milpa: maíz, frijol, calabaza, chile y su propio abono natural. Además de su labor agrícola, se especializaban en alguna actividad: siembra de flores, tomates, herbolaria y magia, artesanía, comercio, transporte por los lagos, etcétera.

Uno de los calpulli se especializaba en el gobierno y su tótem era el águila. De ese clan, por méritos, escogían al tlahtoani, quien era el vocero del Consejo Supremo o Tlahtocan. No había reyes; los representantes eran electos en asambleas para integrar los consejos, que eran quienes gobernaban.

El colonialismo y el neocolonialismo nos quitó la autosuficiencia alimentaria, nuestro sistema de gobierno y rompió la armonía entre los seres humanos, al imponer un patriarcado feroz sobre el género femenino. Recordemos que, en esa época, en Europa las mujeres de conocimiento e ideas eran acusadas de “brujas” y quemadas vivas.

Por el contrario, en Tenochtitlan, antes de la invasión española, la mujer desempeñaba un papel muy importante en la sociedad. Ellas podían ser sacerdotisas (cihua-tlama-casqui), en donde sus funciones eran: organizar los principales ritos, elaborar lienzos y atizar el fuego sagrado.

También, eran parteras, curanderas, astrologas, gobernantes. Participaban en la agricultura, el comercio, la manufactura y había una asamblea de mujeres. Eran reconocidas dentro de la sociedad.

Las ancianas tenían funciones importantes, ya que eran sabias, maduras y serenas. Las mujeres tenían una participación económica relevante, pues intercambiaban en el tianguis productos elaborados o cosechados por ellas mismas; además de la crianza de animales, producían textiles y trabajos de alfarería.

El género femenino tenía muchos espacios de respeto y su posición social en la época prehispánica era de gran dignidad. Su participación política, lejos de ser pasiva, fue muy destacada. Los invasores acabaron con todo ello, apartaron a la mujer de la vida económica, política y social para encerrarlas en sus hogares, como esclavas domésticas.

Desde sus orígenes, la Ciudad de México es una ciudad de ciudades; cada altépetl (centro urbano) era autónomo. Además de Tenochtitlan, en la cuenca de México había alrededor de 60 altépetl.

Cada uno era hogar de diversos pueblos o icniuyotl: Xochimilco, Tlalpan, Coyoacán, Cuajimalpa, Mixcoac, Iztapalapa, Iztacalco, Tláhuac, Tacuba, Tizapan, Azcapotzalco, Tultitlán, Cuauhtitlán, Chimalhuacán, etcétera. De modo que no existía un imperio, sino una red de alianzas, federaciones y confederaciones.

Se respetaba la migración, misma que fue el origen de la civilización del Anáhuac. Hace 10 mil años, se comenzó a poblar la Cuenca de México. Tlatilco, Cuicuilco y Copilco fueron de los primeros asentamientos. En el Valle de México, hace 2 mil años, ya existían aldeas en Azcapotzalco y en Culhuacán. Primero llegaron los Xochimilcas a la rivera del lago Xochimilco; luego los Chalcas, los Tepanecas, los Culhuas, Tlahuicas, etcétera.

Los mexicas fueron los últimos en llegar, luego de haberse radicado en Chapultepec y Culhuacán. Se asentaron en una pequeña isla que pertenecía a Azcapotzalco, donde el tlahtoani Acolnahuac les dio permiso para poblarla hace 700 años. La isla era insignificante, pedregosa y llena de serpientes. Sus vecinos consideraban que no valía nada.

Sin embargo, los laboriosos mexicas aprendieron de los xochimilcas a construir chinampas. Así pudieron extender la isla. Originalmente, se crearon cuatro calpullis:  Atzacualco, Teopan, Moyotla y Cuepopan, luego de cada uno de ellos se derivaron cinco calpullis.

Los migrantes no invadían las tierras de otros. Y, cuando en una batalla se definía la inclusión de un nuevo pueblo en la alianza, la alianza vencedora no invadía, ni destruía. Si construían asentamientos, era a un lado del otro; no sobre él. Por el contrario, los invasores occidentales destruyen todo para construir encima de las ruinas del pueblo vencido.

FOTO: 123RF

Nuestra organización política, económica y social es original. Es absolutamente distinta a la euroasiática, pues durante decenas de miles de años, tuvimos un desarrollo propio. Somos una civilización originaria, una de las cinco que han existido en el mundo: la del Anáhuac, la de Mesopotamia, la de China, la del Valle del Indo y la del Tawantinsuyo o Inca.

Mexico-Tenochtitlan, fundada hace 700 años, es un ejemplo de lo avanzado de esa cultura, cuyos frutos aún perduran. Un ejemplo de ello es su urbanización.

En Tenochtitlan, se construyeron grandes calzadas y se urbanizó el espacio. Muchas de las grandes avenidas actuales son precuauhtémicas: México-Tacuba, Tacuba-Azcapotzalco, Tlalpan, Iztapalapa, Vallejo, Tepeyac, Nonoalco-Tlatelolco, Tenayuca.

Se hicieron grandes acueductos como el de Churubusco (Huitzilopochco), el de Chapultepec y el albarradón de Nezahualcóyotl de 16 kilómetros, para separar el agua salada de la dulce. La increíble innovación en su desarrollo sorprende hasta el día de hoy.

Tras la devastadora invasión española, pasaron más de tres siglos y medio para comenzar a encontrar ruinas de lo que fue una de las ciudades más bellas del mundo. Fue total la destrucción, al grado de que tardaron casi 400 años en resurgir vestigios.

En 1900, Leopoldo Batres rescató 56 metros cuadrados de la fachada oeste de la plataforma de la Plaza Oeste y Edificio O de lo que, en 1914, Manuel Gamio identificó como el Templo Mayor.

Entre 1967 y 1970, se encontró una teocalli (pirámide) dedicada a Ehécatl y otros vestigios en la estación Pino Suárez del Metro. Posteriormente, con el hallazgo fortuito de la escultura de Coyolxauhqui, en 1978, comenzó el rescate del Templo Mayor que culminó en 1982. A partir de lo cual se han encontrado vestigios mexicas, en la zona del Templo Mayor y en áreas aledañas.

El 2 de octubre de 2006, se encontró el Monolito de Tlaltecuhtli dentro del predio de las Ajaracas-Campanas, ubicado en Argentina y Guatemala a un costado del Templo Mayor. Es el monolito mexica más grande conocido hasta la fecha.

Tlaltecuhtli representa la dualidad elemental vida-muerte en una gran civilización, que sabía que todo en la naturaleza es dual: vida-muerte, frío-caliente, alto-bajo, mujer-hombre, cerca-lejos, dulce-salado, noche-día, frío-calor, luz-oscuridad.

La diosa de la tierra, Tlaltecuhtli, recibía a los muertos. Transfiguraba su alma para ir al otro mundo y dirigirse al otro plano de la existencia, conocido en el mundo mexica como el Mictlán. De la tierra surge la vida, produce alimentos para sustentar a las personas, y éstas, ya muertas, regresan a la misma tierra donde su ser es transformado para existir en otra vida.

Tlaltecuhtli tenía cantidad de pigmento original sobre su superficie, que se conservó desde la época prehispánica hasta nuestros días. Sus colores siguieron teniendo vida.

En 2015, se identifica el Huei Tzompantli, muro ritual de cráneos; en 2017, el templo de Ehécatl-Quetzalcoatl; en 2024, una sección del Juego de Pelota; y en la avenida Chapultepec, se detectó un muelle y canal precuauhtémico.

Hoy por hoy la globalización, el neocolonialismo, el capitalismo depredador, está causando desastres devastadores por la explotación y opresión de la gente, el extractivismo y la violencia contra la naturaleza, la contaminación de agua, aire y tierra.

Los pueblos son quienes van a terminar con esta Era de destrucción. Cuando tomen el mando y el poder de decisión en un nuevo sistema político, económico y social, lograrán el fin de la explotación entre la gente y hacia la naturaleza.

En esa tremenda lucha, nos inspira nuestra gran civilización originaria del Anáhuac y su ejemplo nos da pistas para construir lo nuevo. Nuestra raíz nos dará fuerza.

La heroica resistencia del pueblo palestino se nutre de sus raíces y cultura milenarias, que le otorgan fuerza para sobrevivir al genocidio y la destrucción –condenados por toda la humanidad consciente–. Esa resistencia le permitirá prevalecer pese a todo.

Hoy, ante el brutal genocidio que los gobiernos neocolonialistas permiten en Palestina, ante los más de 70 mil palestinos asesinados, la mayoría mujeres y niños, la destrucción de hospitales, escuelas, el asesinato de periodistas, personal de la salud y de la ONU, el pueblo mexicano se solidariza y llama a su gobierno a ser congruente con su tradicional política exterior. Se pide que rompa relaciones de todo tipo con Israel.

Y entendemos al pueblo palestino que es sometido a sed y hambruna, a violencia extrema … porque tenemos memoria y condenamos el genocidio occidental de ayer y de hoy.

Pablo Moctezuma Barragán*

*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

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