septiembre 15, 2025
Artistas de Oaxaca. Evocación de ausencias, vindicación de presencias

Artistas de Oaxaca. Evocación de ausencias, vindicación de presencias

“Jorge Pech nos deja entrever que la existencia o no de una Escuela oaxaqueña de pintura es hoy en día un tema arcaico y sin la menor importancia”....Tomado de https://morfemacero.com/

Colaboraciones

Siegrid Wiese

Me acerco a este libro por una curiosidad simple, pero luego me digo: “Es Jorge Pech, algo se trae entre manos”.

Efectivamente, Pech nos pone a trabajar para descubrir con nuestro propio criterio, a partir de su investigación y recopilación de textos, qué esperar del arte en Oaxaca, y nos pone en la mesa la supuesta existencia de la “Escuela de pintura oaxaqueña”, que don Andrés Henestrosa nombrara en 1978 y que en palabras de Robert Valerio resultó ser una “ocurrencia” que estorba tanto a la crítica como a los mismos artistas. Jorge Pech toma una oportunidad más de terminar de una vez por todas con el trillado tema.

Siguiendo la hebra

Percibo este libro como un ofrecimiento de seleccionadas herramientas para discernir si existe o no una Escuela de pintura oaxaqueña. Tanto Valerio como Pech citan a la escritora Elisa Ramírez, quien identifica siete puntos que según Ramírez comparten los jóvenes pintores oaxaqueños, para tratar de dar respuesta a dicha pregunta, de los cuales Robert Valerio da principal importancia a dos de ellos y que Jorge Pech enfatiza en este libro:

1.- Los materiales.

2.- Una idea de Oaxaca construida desde el exterior.

De manera inteligente Jorge refresca el tema, específicamente el segundo punto de Elisa Ramírez, ese punto que Valerio pondera en Atardecer en la maquiladora de utopías (1998).

El tema de la Escuela de pintura oaxaqueña ha sido tema de debate en Oaxaca, en México y fuera de nuestro país, mostrando un hartazgo en críticos y artistas después de 47 años. Numerosos pintores oaxaqueños han despuntado en las artes de maneras maravillosas, llevando con éxito su obra a gran parte del mundo; y a muchos de los cuales se les estigmatiza con ser parte de la escuela de pintura oaxaqueña; los marcan como vacas, formando entonces parte de un rebaño de pintores que comen lo mismo y que en consecuencia producen lo mismo. 

Los pintores que cita Pech en su libro tienen cosas en común que iré puntualizando a lo largo de este texto.

Lo primero que noto es que Jorge encuentra una hebra que lo lleva a recorrer a la inversa el hilo conductor que lo hace toparse con las mentes que de alguna manera dan elementos para pensar en lo que nombró Henestrosa como Escuela en 1978. El autor cita una entrevista que el diario La Jornada hace a la viuda de Rodolfo Nieto, y en ella una respuesta que dio Rodolfo cuando le preguntaron si consideraba su pintura como oaxaqueña, diciendo: Yo nací allá, pero mi búsqueda es plástica, en la cual, si sale algo que le parezca oaxaqueño, es porque ya es inherente, lo traigo en la sangre, pero no busco, en mi pintura, ser mexicano nioaxaqueño.

¿El rebaño come lo mismo? ¿Se trata de un ADN impositivo? 

En aquella entrevista Nieto también declaraba: Aunque parezca petulante de mi parte considerarme un pintor excepcional, ni en México ni en París hay otro pintor que comprenda la pintura como yo.

Todos percibimos de manera diferente la pintura, nada nuevo nos dice Nieto; sin embargo está claro que Rodolfo quería evitar que se le encasillara en un concepto regionalista. De igual manera Rufino Tamayo manifiesta la misma preocupación en innumerables entrevistas y publicaciones, incluso se separa tajantemente de los tres grandes del muralismo encasillándolos en el temido adjetivo.

Lo que se nota en la obra de muchos de estos pintores oaxaqueños de talla internacional es un gusto por lo que desarrollaron sus paisanos antecesores, y esto no es una acusación; claramente hay una admiración por la obra y por el éxito que ello significa. Pero por otro lado tomemos en cuenta el punto de Elisa Ramírez, “Una idea de Oaxaca desde el exterior”: Tamayo encontró su lenguaje desde su raíz pero con ventanas abiertas al mundo; esto pasa con los once artistas mencionados en el libro: la salida y el retorno, un mandato del espíritu que parece decirles al oído:  “Ve y trae”. Hay gratitud por la tierra que los vio nacer, hay amor por la raíz y eso también forma parte de su lenguaje plástico que se empeña en enaltecer su sangre.

Todos o la mayoría de los que estamos aquí conocemos el alma filantrópica de artistas oaxaqueños como Francisco Toledo, Rodolfo Morales, Alejandro Santiago o Arnulfo Aquino, quienes regresaron con creces a su tierra lo que ella misma les dio. Los rige esa constante: dan Guelaguetza, regresan a su tierra a repartir las ganancias; algunos comparten sus valiosos conocimientos y otros más las ganancias monetarias, cuestión de cultura trasmitida de generación en generación. ¿Cuestión de ADN? 

¿Resulta ser una corriente artística? 

¿Qué pasa con las corrientes artísticas? En los impresionistas, por ejemplo, una pincelada, una forma de vivir el arte que se refleja en la forma de pintar los nombra, y sin hacerlos esclavos de su tiempo se vuelven universales. Por otro lado un estilo nacionalista es regional. ¿Qué pasa entonces con estos pintores de Oaxaca?  

Las corrientes artísticas surgían a partir de manifiestos que declaraban intenciones y propósitos, en el caso de la pintura en Oaxaca —percibo—- se refiere más a un momento. Pero como siempre queremos enaltecer nuestras raíces y sentirnos el ombligo del mundo, el paisano Henestrosa le echa merengue al pastel y nos mete en un remolino que hoy nos sigue mareando. 

Lo interesante viene cuando alguno rompe con la dieta del rebaño y empieza a alimentarse de su luz interior. Ahí hay otra disyuntiva: ¿qué pasa cuando la luz interior se nutre de las mismas visiones? Evidentemente habrá ecos, lo cual resulta perfectamente normal. 

Yo percibo que Jorge eligió a once personajes que de alguna manera invirtieron en la búsqueda desde adentro, algunos encontraron algo y otros más se encontraron en la voz del otro, porque al final el arte nos conecta y nos hace hablar el mismo idioma. 

Estructurar el legado de estos once pintores que, hoy en día, transforman el arte en Oaxaca

Lo que se asoma con esta publicación de Pech es la punta de un trabajo para valientes. 

Aunque mi instinto de pintora se revuelca en el ego de algunos pintores de obras carentes de compromiso y de un egoísmo redondo, hoy día el arte en Oaxaca ya no es lo que era hace 47 años. Oaxaca se ha diversificado enriqueciendo sus manifestaciones. Hay artistas increíbles, unos muy jóvenes que ni les pasa por la cabeza buscar eco con esa época. Me parece muy acertado de parte de Jorge Pech lanzar esta publicación como un pertinente documento histórico para contar con el conocimiento que nos precede, saber cómo funcionó y tener la claridad de que se agotó de la mejor manera posible y así dar espacio a lo que ahora se hace en Oaxaca. 

Este primer tomo que nos presenta Jorge Pech Casanova es un elemento más que aporta al conocimiento y a la crítica, un ejemplar que nos presenta el lado bueno de los pintores oaxaqueños que pueden encajar o no en una escuela, estilo o moda. 

En todo caso sigamos las enseñanzas de los estigmatizados: leamos, aprendamos, estudiemos, escribamos, publiquemos, aportemos, enseñemos, compartamos, seamos empáticos, realicemos grandes proyectos, platiquemos, unamos fuerzas. 

Este libro menciona a artistas que abrieron escuelas y talleres, que su pincelada era —-por ejemplo— confundida con grandes de la pintura como José María Velasco, que su lenguaje plástico se amplió por viajar a través de los libros, que fueron fieles a su sentir, que pelearon con todas sus fuerzas por sus ideas, que soñaron y lo hicieron, que recibieron premios y reconocimientos de verdad, que pintaban 24 horas, que sacrificaron hasta su vida por llegar a la meta.

Dejemos de hacer cuadritos para ganar dinero y morir en una casa grande.

Dejemos de sobrevivir con valores de plástico.

Este libro es una gran lección para todas y todos.

Para finalizar

En Artistas de Oaxaca. Evocación de ausencias, vindicación de presencias Jorge Pech nos deja ver que la existencia o no de una Escuela de pintura oaxaqueña es hoy día un tema arcaico y sin mayor importancia. La importancia está en que, a los que nos interesa el arte, dejemos de tratar de encajar en un concepto y trabajemos creativamente con compromiso y amor por un lenguaje universal que nos permita unirnos y aportar al arte algo que haga del mundo un mejor lugar de convivencia. 

Atendamos las publicaciones de Jorge Pech, quien promete dos tomos más para seguir la hebra y dejar evidencia, junto con importantes aportes como el de Robert Valerio en Atardecer en la maquiladora de utopías (periodo 1985 a 1995) e Imágenes en Oaxaca. Arte, Política y memoria de Abraham Nahón  (hasta 2017), de lo que sucede en el arte producido en Oaxaca. Así cada uno de nosotros llegará a conclusiones que podamos compartir para dar mayor vida a la crítica en Oaxaca. 

Por último, Jorge hace una breve mención del trabajo de las mujeres artistas en Oaxaca, con la promesa de dedicar el tercer tomo a ellas. Me espero al tercer tomo para sacar mis conclusiones al respecto, porque con tan breve aporte solo logró en mí un breve consuelo.

Este texto fue leído por su autora en la presentación del libro Artistas de Oaxaca. Evocación de ausencias, vindicación de presencias, Almácigo Ediciones, Oaxaca, México, 2025, de Jorge Pech.

Tomado de https://morfemacero.com/