septiembre 15, 2025
Reforma electoral y la prioridad de cuidar el frente externo intervencionista

Reforma electoral y la prioridad de cuidar el frente externo intervencionista

Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/

La próxima reforma electoral deberá eliminar los principales riesgos para las elecciones libres, democráticas e informadas, como son: la llamada elección de Estado, la compra de votos, el financiamiento paralelo –desde el poder institucional (por la vía del desvío de recursos públicos, como ocurrió en su momento con el Pemexgate), o de poderes fácticos, incluido el económico y el crimen organizado–; y el intervencionismo extranjero, a través de agencias de inteligencia. Aquí será fundamental estudiar el injerencismo de la CIA, a través de sus agentes y de asociados, como en su momento operó la USAID con ONG supuestamente neutrales

En el contexto de la discusión sobre la próxima reforma electoral es necesario eliminar, para siempre, los vestigios que aún quedan en la normatividad constitucional o secundaria, en términos permisivos o de omisión, de lo que fueron durante tantos años las elecciones de Estado. Lo anterior, respecto de tres rubros centrales: i) la autonomía ejecutiva de la autoridad para resolver con prontitud y eficacia las quejas fundadas de los actores políticos y la aplicación de sanciones respectivas; ii) la compra de votos mediante estructuras fácticas de financiamiento paralelo, con restricciones severas hacia el sistema financiero para interactuar con las finanzas partidistas que permiten encubrir delitos; y el propio financiamiento ilegal desde el crimen transnacional organizado o desde oficinas públicas; y iii) el blindaje eficaz para eludir  la interferencia electoral en cualquier forma o contenido (dinero, recursos informáticos, campañas paralelas, etcétera) desde poderes instituidos o fácticos del exterior, por lo que se debe cuidar especialmente la posible acción de las agencias de inteligencia extranjeras, que son organismos de Estado y que operan con mucha eficacia a través de operaciones encubiertas muy diversas.

Nos centraremos en este tercer aspecto: en México, el prolongado y tortuoso proceso de transición democrática concluyó –en lo fundamental, conforme a la teoría y la experiencia de más de 20 procesos que pueden estudiarse desde una perspectiva comparada de la ciencia política sobre ello– con el triunfo del movimiento que llevó al Poder Ejecutivo a Andrés Manuel López Obrador. Es decir, con la alternancia programática, con la llegada al vértice del poder del Estado de una fuerza política que se conformó y expandió de manera autónoma al poder constituido, y llevó al mismo a un bloque de fuerzas sociales y políticas distintas, con una propuesta de gobierno alternativa basada en un cuerpo ideológico distinto que le dieron identidad y cultura política propia.

En mi retrospectiva analítica, existen tres casos de aquellas más de dos decenas de procesos de transición a la democracia que son icónicos por la claridad de sus etapas, de la acción convergente de las fuerzas políticas a pesar de los intereses particulares en conflicto, de la unificación de los propósitos en el sentido de transitar hacia un cambio de régimen constitucionalmente pactado con la fuerza política en el poder desde décadas atrás: España, Chile y Sudáfrica.

Una variable estratégica en el proceso mexicano ha sido justamente el proceso electoral, la disputa por el poder con sustento en un marco constitucional integrado, soportado por diferentes organismos del Estado, que ha sido el tema fundamental del sistema político mexicano, el acceso, ejercicio y cambio en el poder. En México predominó por 70 años la sucesión presidencial, no la alternancia política y menos programática. En el año 2000, con la llegada del PAN a la Presidencia, hubo alternancia sin transición; mientras que, en 2018, una transición con alternancia política, social, cultural y programática.

Hoy vamos por una reforma electoral definitiva que elimine para siempre los vestigios del antiguo régimen. Son varios, pero uno nocivo y subsistente, que impregnó la praxis de todas las fuerzas políticas mexicanas es la intervención ilegal, anticonstitucional de las instancias del gobierno –en cualquier nivel y modalidad y cuantía–, o de fuerzas externas al proceso: poderes fácticos, criminales o de organismos de Estado desde el extranjero, que interfieren brutalmente la soberanía popular expresada mediante el voto ciudadano.

Este factor externo de poder e influencia ha sido minusvalorado por décadas. Hablo de injerencias para torcer la voluntad popular y el resultado general –no mediante declaraciones oficiales de gobiernos constituidos, que también las ha habido antes de que termine el proceso constitucional, como ocurrió en 2006 con el reconocimiento del entonces presidente estadunidense George W Bush a Felipe Calderón, cuando aún se discutía la validez del cómputo efectuado–, en términos de operaciones encubiertas.

Uno de los países que más interviene históricamente en las diversas modalidades, pero en particular, para falsear la voluntad soberana de las sociedades nacionales, y orientar y favorecer sus intereses dentro de las fuerzas en disputa, es Estados Unidos. Hoy, opera con intensidad y amplitud contra la voluntad del pueblo venezolano. Lo hace como en otros contextos y regiones: apoya a determinados movimientos insurgentes, opositores de derecha, oligárquicos, a poderes paralelos, y favorece la acción de fuerzas y partidos contrarios al gobierno, mediante el uso de inteligencia clasificada puesta al servicio de sus propias causas y aliados. Y esa recopilación de inteligencia desde sus organismos para poner la información al servicio de una fuerza afín, ha llegado al punto de usar gatos como espías implantándoles dispositivos de escucha. No hay reparo en la ética, la ilegalidad y el territorio externo soberano.

La CIA es una poderosa fuerza de impulso a la política exterior de EUA, no exenta de contradicciones y discrepancias severas con la Casa Blanca –a pesar de que esta última jerárquicamente esté por encima del Departamento de Estado, a cargo de la política internacional. Porque uno de los espacios privilegiados de esas acciones subrepticias e ilegales de interferencia política en otros países son las embajadas estadunidenses, en donde la totalidad de los agentes de la CIA son presentados a los gobiernos que los reciben como parte del servicio diplomático. Ello les ofrece una inmensa cobertura a sus actividades. Algo muy sabido, pero poco entendido si los consideramos también en su rol potencial como una fuerza móvil con amplios recursos tecnológicos para la interferencia electoral, hoy centrados en la ciberseguridad, ataques cibernéticos, información satelital, el soborno, etcétera.

Existe un chascarrillo que ha circulado desde hace años en textos que hablan de tales actividades, mediante el cual se ilustra con amplitud suficiente todo aquello que la CIA puede hacer en otro país para favorecer los intereses nacionales de sus gobiernos: “¿por qué nunca se ha producido un golpe de Estado en los Estados Unidos? Porque no hay embajada estadunidense”. Además, la queja o reproche o denuncia de interferencia cibernética de Rusia en el proceso electoral que llevó a Donald Trump, por primera vez, a la Presidencia es un inmenso monumento al sarcasmo, por los cientos de veces que ellos lo han hecho.

En América Latina hay tres casos icónicos de intervenciones de EUA para deponer a mandatarios electos democráticamente, mediante operaciones de guerra encubierta contra tales gobiernos que desembocaron en golpes de Estado: Jacobo Árbenz en Guatemala, Joao Goulart en Brasil y Salvador Allende en Chile. Millones de documentos desclasificados por la propia CIA revelan las intervenciones dentro de una lista muy extensa, donde se da cuenta de que la interferencia empieza durante las campañas electorales, por lo menos en la forma convencional.

Y uno de los indicadores de interferencia es el de la “ayuda financiera” –para el caso de Chile, hay datos revelados con detalle a personalidades y partidos contrincantes a la coalición de Salvador Allende–, sean candidatos oficialistas o de oposición. En esto las organizaciones del crimen trasnacional le aprendieron a la CIA “el momento oportuno” y el mecanismo concreto de intervención.

El historiador William Blum –crítico de los gobiernos en EUA, autor del libro La CIA, una historia olvidada (1986)– sostiene que desde el final de la Segunda Guerra Mundial se podía hablar de “30 casos de flagrante interferencia de Washington en elecciones extranjeras”, y hace la observación de que se trata de un “cálculo conservador”, que no da cuenta de todas las operaciones encubiertas en procesos electorales hechas por la CIA, en los cuales hubo participación directa para la manipulación de los resultados.

En otro de sus libros: Asesinando la Esperanza” (2005), el historiador expone el ejemplo del proceso electoral en Italia de abril de 1948, considerada la primera intervención reconocida de la CIA en el extranjero. Desde 1947 se obligó al gobierno italiano –de frente popular– a expulsar a los miembros del partido comunista y socialista del primer gabinete formado al final de la guerra, a cambio de una importante ayuda económica desde EUA. Y afirma que: “durante décadas, cada vez que los comunistas, ya fuera en alianza con los socialistas o por su cuenta, amenazaban con derrotar a la Democracia Cristiana apoyada por EUA, la CIA empezó a emplear todos los trucos (sucios) con el fin de evitarlo”. Irónicamente, el autor le llama “elecciones libres al estilo Hollywood”.

Así, EUA empleó todas sus grandes armas de guerra económica, política y psicológica, al tiempo que financiaba en forma encubierta a los candidatos democristianos”, refiere el autor citado, citando también un documento “top secret” dirigido al secretario de Estado George Marshall, de fecha 29 de marzo de 1948, desclasificado por el Archivo Nacional de Seguridad, en donde se le instruye para evitar que Italia sea una dictadura totalitaria controlada por Moscú” y “apoyar a los elementos democráticos moderados de Italia, sin dar la impresión de interferir en los asuntos internos”, y dejar claro a los italianos que un voto en favor de los comunistas les privaría de los beneficios del Plan Marshall (BBC News Mundo, enero, 2017).

Aunque estos casos parecen enterrados, en 2014, un antiguo jefe de la oficina de la CIA en Roma afirmó: “sin la CIA, el Partido Comunista Italiano (…) seguramente habría ganado en las elecciones de 1948”, lo citó el periodista Jack Devine.

Las intervenciones extranjeras en países en proceso electoral, antes, durante y después, ha sido materia de estudios detallados, pero también de investigaciones empíricas y teóricas. Una de ellas indica que EUA y Rusia han intervenido en 117 elecciones alrededor del mundo (antes la URSS), desde 1946 a 2000, y en el caso particular de EUA, en el mismo periodo, intervino después de 1960, en 81 elecciones (Shulman, et. al, 2012).

FOTO: CARLOS CARBAJAL/CUARTOSCURO.COM

En otro estudio más académico, el profesor Dov Levin (2016) encontró que, de entre 938 elecciones mundiales examinadas, en el 68 por ciento intervinieron EUA y Rusia (el autor incluye a la URSS y Rusia en el periodo considerado). Lo más interesante es que en una estimación estadística se concluye que una intervención electoral en favor de un contendiente aumenta su porcentaje de votación en alrededor de 3 por ciento (se sobreentiende que por la inyección de recursos financieros y medios propagandísticos), lo que puede cambiar un resultado ajustado, concluyendo que tales intervenciones pueden haber cambiado siete de 14 elecciones. Muy importante entonces.

David Shimer (Foreign Affairs, 2017) sostiene que EUA “interviene activamente en las elecciones de distintos países en el mundo: “desde Kiev hasta Bruselas y Londres, funcionarios de EUA dijeron que asumen que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) interfiere frecuentemente en elecciones en el extranjero”. Al refirirse al tema de las elecciones italianas de 1948, agrega: “difundieron propaganda incendiaria, financiaron al candidato preferido y orquestaron iniciativas de base para favorecer a las fuerzas centristas italianas sobre sus competidores de izquierda”, lo cual confirma la información arriba ofrecida de otro autor.

De igual manera sostiene que un directivo de la CIA, David Robarge, historiador interno, le narró que la CIA –en competencia con su homólogo soviético, el KGB– tuvieron como objetivo las elecciones democráticas en Chile, Guyana, El Salvador, Japón, y otros países del mundo, e incluso en algunos casos, la CIA manipuló directamente las papeletas electorales; en otras, la opinión social, todas diseñadas para interferir el resultado electoral, y afirma que entrevistó a más de 130 funcionarios sobre el tema de estas operaciones encubiertas, los esfuerzos en el extranjero para manipular los votos electorales.

Dentro de tales funcionarios estuvieron ocho directores de inteligencia, secretarios de Estado y muchos oficiales de la CIA, asesores de seguridad nacional y un expresidente de EUA, y confirmaron tales actividades, indica David Shimer al citar a David Robarge, y comenta que, dentro de los casos más notables, está el de las elecciones en Serbia en 2000, en donde la CIA gastó 40 millones de dólares para impedir, primero, la elección y luego la reelección de Slobodan Milosévic, presidente de Serbia de 1989-1997.

Agregamos nosotros: fracasaron y optaron por perseguir “al dictador” por “violaciones masivas a los derechos humanos”, por querer extinguir a otras etnias (los kosovares) que fueron parte de la Federación Socialista de Yugoslavia (Bosnia-Herzegovina) y así lo consumaron, encabezando EUA la acción militar (era presidente Bill Clinton) de la OTAN. Todo parecido con la parafernalia contra Venezuela es pura casualidad. Pero la correlación mundial de fuerzas era otra distinta a la actual. Y está el caso también de Irak en 2005, en donde EUA simuló un proceso democrático electivo destinando mucho dinero para apoyar a Ayad Allawi, porque informes de inteligencia le decían que podía perder las primeras elecciones parlamentarias, sobre todo porque partían de la hipótesis de que Irán estaba interfiriendo en el proceso.

Un funcionario de la CIA del equipo del director Dimitri Negroponte afirmó entonces, ante la opinión de otros que no consideraban conveniente la intervención: “después de todo habíamos intervenido un país para democratizarlo”, y agregó: “¿qué tan hipócrita sería entonces subvertir las elecciones?” (Ídem, cita Robarge).

Muchos se preguntarán: ¿cómo pueden llegar al punto de manipular las boletas electorales? Encuentro tres opciones inmediatas: i) mediante organizaciones de “observadores neutrales” que sean fachada de la CIA, ii) con funcionarios electorales comprados, de los partidos afines a ella o sin partido, pero proclives a la corrupción electoral; o iii) puede haber también mecanismos “invisibles” de interferencia tecnológica, con hackers u otros. Siempre habrá forma, pero hay que cerrar las opciones intervencionistas posibles.

Para empezar, considerándolas con absoluta seriedad política: el enemigo no sólo está dentro, sino también fuera, y puede actuar desde el exterior geográficamente al proceso, o mediante sus agentes internos. Estamos presentando los testimonios y las evidencias de que ello no sólo es posible, sino que ha sido una realidad material.

Pero han existido otros actores de relevancia es estos procesos intervencionistas y de falsificación de la voluntad popular: la USAID, mediante apoyos económicos diversos aparentemente neutrales políticamente; y múltiples ONG financiadas por EUA, que toman como actividad injerencista, la capacitación de activistas para la supervisión del proceso, llegan a entrenar a miles y miles. En todo ello, la mano de la CIA está oculta en maniobras combinadas de carácter encubierto y abierto, hasta lograr que personajes promovidos por la CIA se convirtieran en figuras políticas en los próximos gobiernos afines.

En consecuencia, hablamos en este ensayo de interferencias electorales concretadas por poderes externos instituidos, por medios abiertos y encubiertos, directamente o mediante aliados o agentes a sueldo, cuya finalidad fundamental es alterar la voluntad soberana de los electores y en el caso de constituir un factor de poder como parte de la política exterior estadunidense mediante sus agencias, se remontan a décadas atrás del siglo XX. Los métodos han evolucionado con los avances tecnológicos, y con los recursos que proporcionan las tácticas de inteligencia operativa como las campañas de desinformación, guerra sucia, uso de granjas de trolls en redes sociales y el hackeo de las comunicaciones de candidatos, liderazgos partidistas y funcionarios electorales.

Los medios e instrumentos se han diversificado y se han sofisticado. Pero la más primaria de tales interferencias electorales es el dinero ilegal en abundancia. Todo ello ataca la integridad, legitimidad y eficacia de los sistemas electorales para expresar con plena nitidez la voluntad soberana.

Un caso sonado y muy ilustrativo, es el de las elecciones en Albania en 1991, interesante por observar y aprender la estrategia y los pasos tácticos avanzados: en un país socialista muy peculiar, pequeño, tuvieron un rival de derecha llamado Partido Democrático de Albania, quien afirmó que si ganaban los EUA proporcionarían ayuda financiera a Albania, lo que confirmó el propio gobierno estadounidense, y para impulsar dicho triunfo pusieron en juego estos recursos: a) la USAID, el Instituto Nacional Demócrata y el Instituto Republicano Internacional, concertadamente, proporcionaron ayuda económica, capacitación electoral, apoyo a los medios de comunicación y financiamiento a los grupos anti comunistas; b) la embajada de EUA apoyó públicamente al PDA y amenazó con retener la ayuda económica si ganaba el Partido Socialista de Albania. Italia apoyó al PSA, quien finalmente fue derrotado en esa elección (Biberaj, Elez, Westview Press, 1999).

FOTO: MIREYA NOVO/ CUARTOSCURO.COM

En la elección de Rusia de 1996 el presidente Boris Yeltsin ganó para un segundo mandato en las elecciones presidenciales de ese año, en el cual, un equipo de ciudadanos estadounidenses privados expertos en campañas electorales organizados por Félix Braynin, además con, Steven Moore, Joe Shumate, Gerge Gordony Richard Dresner, brindaron asistencia técnica diversa para la campaña reeleccionista de Yeltsin, recibiendo un pago de 250 mil dólares estadunidenses, más el pago de los costos y un presupuesto ilimitado para encuestas, sondeos y otras actividades, además, de un préstamo de 10,200 millones de dólares desde el FMI para Rusia, claro, con la intervención del gobierno de EUA, para mantener a flote la desfalleciente economía rusa, logrando un aumento en el índice de aprobación para Yeltsin de 6%, hasta llegar a un 35 por ciento en la primera vuelta, triunfando en la segunda vuelta contra Gennady Zyuganov, con un 54 por ciento contra 41 de éste último. Se habló de “resultados amañados” dijeron en Rusia los opositores. Yeltsin aprendió rápido los métodos occidentales (Shusther, Simon, Time, febrero, 2012).

Las capacidades reconocidas de la CIA y demás organismos y agencias para interferir los procesos electorales son conocidas, valoradas y temidas en los propios EUA durante sus procesos de elección, lo afirmamos porque en una encuesta de Harvard CAPS-Harris se reveló que una gran mayoría de ciudadanos (70 por ciento) afirmó estar preocupada por la interferencia de las fuerzas del orden y los servicios de inteligencia (FBI) en futuros procesos electorales, ya que el 37 por ciento dijeron “estar muy preocupados” y el 33 por ciento dijeron estar “algo preocupados”. Y además el 71 por ciento expresó que el gobierno necesita una reforma para evitar que intervengan las mismas agencias de espionaje que lo desarrollan habitualmente en el extranjero (Misión Verdad, 23 de mayo, 2023).

El autor arriba mencionado Dov Levin, ahora citado por Nina Agrawual comenta que en las elecciones de 1990 en Nicaragua, la CIA filtró información perjudicial para los sandinistas, aparecida inicialmente en periódicos alemanes y de allí promocionada en Nicaragua y América Latina –obviamente, la “noticia” parecía haberse originado en la prensa escrita de Alemania sin que nada tuvieran que ver los organismos o agencias de inteligencia de EUA– sobre actos de corrupción del gobierno sandinista y de Daniel Ortega, usando la misma profusamente por la oposición, y logrando el triunfo finalmente de Violeta Chamorro (Los Ángeles Times, 21 de diciembre, 2016).

Había toda una operación multifacética con los recursos necesarios de apoyo a la contrarrevolución en Nicaragua, como parte del pensamiento conservador de los gobiernos de Ronald Reagan y continuado por George H Bush, que llamaba “luchadores por la libertad” a exsoldados del ejército criminal de Somoza, mercenarios y traficantes de drogas armados por EUA, pero había que coronar todo ello con un triunfo electoral legitimador. Daniel Ortega vencido por Violeta Chamarro declaró “nos derrotó el presidente de EUA”.

Y todos estos procesos, la CIA (en lo interno, principalmente), los concretó con muchos recursos de distinto tipo y con agentes altamente especializados luego de conformada en sustitución de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), durante la conclusión de la segunda guerra mundial. Los países seleccionados y las fórmulas intervencionistas, desde la propaganda negra, las interferencias soberanas hasta invasiones militares estaban directamente relacionadas con los rediseños de la política estratégica en lo interno y la policía internacional) en las doctrinas militares que le acompañaron y en las estrategias políticas ideológicas intervencionistas en favor o en contra de gobiernos nacionales en distintas regiones del mundo. Si no había crisis políticas los “Maestros del Caos” la provocaban.

Para ello se desarrollaron redes, grupos secretos violentos y pacíficos, guerras secretas y hasta los llamados “gobiernos paralelos” en países con regímenes considerados hostiles. Uno de todos esos recursos de intervención fueron las operaciones de carácter electoral para burlar la voluntad soberana con apoyo en una conducción de tipo conspirativo. En todos los casos, la ilegalidad violatoria del derecho internacional se legitima desde su propia perspectiva acudiendo al recurso ideológico y propagandístico del interés o seguridad nacional, como hace Donald Trump hoy reiteradamente.

Y estas “intervenciones pacíficas” en el ámbito de la propaganda negra, la distorsión informática, la manipulación de masas con rumores, engaños, y finalmente la alteración del resultado electoral a través de agentes encubiertos o lacayos pagados, fueron reforzadas para realizarse en forma especializada –aunque ya había asumido ese carácter durante el derrocamiento del coronel Jacobo Árbenz– y basado en esa experiencia “exitosa”, en la nueva etapa post dictaduras militares latinoamericanas y en pleno declive del “campo socialista”, el general Paul F Gorman quien dejó el Comando Sur, planteó la necesidad de enfatizar este tipo de interferencias políticas hacia 1985, propuso mutar las “operaciones convencionales“ por la “acción cívica y la guerra psicológica” como métodos de subversión política que en alguna forma se articulaba con la doctrina de Guerra de Baja Intensidad (GBI) lanzada para todos los conflictos del “Tercer Mundo”, lo cual también introducían cambios en la doctrina contrainsurgente.

En tal contexto la CIA al mando de William Casey (1984) se erigía en un espacio de reformulación táctica y estratégica de tipo operativo –el cual se estaba implementado en El Salvador desde finales de 1983–, para lo cual se emitió la Directiva de Seguridad Nacional 138 que promovió la lucha contraterrorista, a la vez que apoyó el nuevo diseño a base de redes secretas de operación encubierta. La apuesta fue por la guerra no convencional. Junto a ello se desplegó la “ayuda humanitaria”. Así se denominó también este cambio “estrategia de reacción flexible”, el “roll back”.

Ello implicaba un viraje en el cual el objetivo estratégico era la población civil, las acciones civiles, la acción en las instituciones civiles, también el presidente Carter había planteado este cambio enfático, pero, aunque no se crea, hubo en tiempos de Reagan una corriente de pensamiento no intervencionista (Vietnam y el Irangate lo favorecían), la llamaron “los 70 conservadores”, a la vez que el Congreso planteó la necesidad de un control de las “guerras secretas” en el Tercer Mundo. (Ezcurra, Ana María, 1988, pp. 77-84).

La CIA desarrolló un departamento de “Acción Cívica y Guerra Psicológica” dentro del cual se incluía la estrategia de la propaganda sucia, y las tácticas de acciones preventivas volcadas a la acción política, como espacios preeminentes con gran injerencia del Consejo Nacional de Inteligencia Exterior (NFIB). Incluso se creó para reforzar el departamento de “acciones civiles” el “96 Batallón de Asuntos Civiles” con base en Fort Bragg (p.110).

Todo ello con una base estratégica, el Centro de Actividades Especiales como división de la CIA, y el Grupo de Acción Política para las operaciones encubiertas, que permitan lograr la influencia política, operaciones cibernéticas, económicas y psicológicas, hacia lo cual evolucionó el viraje comentado, la reorganización efectuada (Neville, Leigh, Osprey Publishing, 2015).

La CIA ha intervenido de mil formas en México, incluyendo el verse involucrada o con participación directa en eventos violentos, asesinatos, masacres ejecutadas por los gobiernos con su eventual ayuda, represión de líderes opositores, su acción durante los años de la guerra sucia es fundamental, en entrenamiento contrainsurgente, adoctrinamiento ideológico, aunque también de otras agencias oficiales y secretarías y departamentos de Estado, o de organizaciones mixtas –públicas y privadas– como las integradas por la Contrainsurgencia Sindical, de empresarios, sindicatos y agentes del gobierno, ¿huelga ferrocarrilera de 1959?

El testimonio póstumo del general Marcelino García Barragán exsecretario de la Defensa Nacional durante la masacre de Tlatelolco en 1968, en el sentido de que recibió una propuesta explícita de los funcionarios de la CIA en México para que diera un golpe de Estado contra Gustavo Díaz Ordaz, y que contaría con el apoyo del gobierno de EUA, el cual rehusó, es altamente ilustrativo de hasta dónde ha estado dispuesto a llegar este nefasto organismo en nuestro país.

Ahora bien: en México durante los “años dorados” del despotismo presidencialista y el partido de Estado que duró 7 décadas incólume, la injerencia del gobierno estadounidense y sus agencias de seguridad e inteligencia, se produjo en múltiples variantes: el FBI tuvo oficinas en México desde 1939, y trabajaron con reportes sobre “agentes del comunismo internacional”, infiltraciones, etcétera. Mucho de lo que debía ser recolectado como información de inteligencia por la estación de la CIA en México en el mismo edificio de la embajada de EUA para ser sistematizada y sustentar sus acciones de espionaje y contraespionaje, les era proporcionado por los propios funcionarios más importantes de los gobiernos de México, los presidentes de la república y sus secretarios de Estado.

La CIA, antes que las organizaciones del crimen transnacional ligadas al tráfico multinacional de estupefacientes y al lavado de dinero a escala global, incluyendo las oligarquías de cuello blanco, operaron la captura del Estado mexicano, del primer círculo del poder del jefe de Estado, con una diferencia central, no se procesó para operar negocios ilícitos conjuntamente, sino para acciones concertadas en favor del anticomunismo más cerril y enfermizo (Díaz Ordaz fue el político prototípico de ello), poniéndose a disposición de un poder hegemónico. En el libro “Nuestro Hombre en México”. Winston Scott y la historia oculta de la CIA en México, de Jefferson Morley (2011) basado en las Memorias de jefe de la estación de la CIA en México, W Scott, revelan una cantidad de hechos, sucesos, procesos y eventos, nombres de inmenso valor político, se dice allí:

En su política externa, los gobiernos del PRI eran anticomunistas, pero la opinión pública y el partido exigían distancia de EUA”. Refiriéndose a un desayuno en noviembre de 1958 con Adolfo López Mateos, dice “surgiría la operación conocida como LITEMPO, una red de agentes pagados y colaboradores dentro y en torno a la oficina presidencial, que resultó uno de los mayores logros profesionales de Win (…) una relación productiva y efectiva entre la CIA y selectos funcionarios de México (…) los agentes LITEMPO  proporcionaron un canal extraoficial para el intercambio de información política relevante que cada gobierno quería que el otro recibiera” (p.129-130).

Así que, el control informativo y las acciones de ello derivadas de distintas variables de la política nacional (incluyendo la exterior, quizá con una menor contundencia, con toda la doble moral consignada en tales testimonios hacia Cuba) y las políticas secretas de los gobiernos mexicanos, tuvo vigencia unos 55-60 años, y a su vez, fortaleció con acción e información privilegiada el despotismo presidencialista mexicano “pagado” por la CIA (pueden leerse los testimonios) en los casos y temas que le incumbían, especialmente sobre las embajadas comunistas.

FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

Pero la observación, espionaje, reportes infiltraciones, etc. sobre la política mexicana es –a diferencia tal vez de otros países- constante, amplia, intensa y permanente por tratarse del país con quien se tiene una frontera de más de 2 mil Km, efectivamente, haya o no elecciones, pero adicionalmente señalaremos q el aparato de Estado de control electoral, institucional y operativo ha sido de los más completos del mundo, así que en ese rubro el PRI no necesitó ese apoyo, sí el de carácter informativo, y en forma negativa, la generación de un clima de inestabilidad o incertidumbre generando tensiones, lo pudo afectar los procesos electivos y sucesorios (Oliva, Javier, La Jornada, 21 de febrero de 2005).

La obra clásica “La CIA en México” de Manuel Buendía (1985), es de imprescindible lectura para conocer los orígenes y las formas ocultas de implantación de la CIA en México, adicionales a las practicadas desde su domicilio en la Embajada de EUA en México, pero en su momento un periodista calificado de investigación como el propio Buendía, escribió en su columna del 25 de septiembre de 1975, refiriéndose a Richard K. Lorden que operaba en la comunidad de negocios en México como asociado de Robert Mullen & Co., es decir, encubierto, entonces señaló:

“Ayer domingo, un notorio agente de la Central Intelligence Agency comenzó a operar un costoso dispositivo de publicidad y relaciones públicas para, promover la imagen del licenciado José López Portillo ante empresarios, cadenas de televisión y periódicos importantes de Estados Unidos” (El Independiente, 1 de junio, 2025).

Debemos que tener claro que la CIA, y otros poderosos organismos de seguridad e inteligencia, son un brazo del poder ejecutivo de su país, y éste, una concentración de intereses transnacionales de nivel global; que tales agencias poderosas trabajan como “ejércitos oficiales con civiles al servicio del ejecutivo federal”, los usan para cualquier cosa, lo que sea necesario, hasta el crimen. Los “márgenes de autonomía” existen, en lo analítico-intelectual y en operativo, no en las intencionalidades políticos y en las percepciones e implementaciones estratégicas, pero aún, así, son relativos, una ruptura entre ambas instancias constituye una crisis institucional al interior del Estado. Lo que haya hecho y pueda hacer la CIA y demás agencias en México es por voluntad de su jefe de Estado, en lo fundamental, que nadie se engañe en eso, aunque ellos digan mil veces lo contrario.

Si acaso entonces la injerencia electoral más brutal en el proceso electivo en México fue en el año 2000, con dos eventos: el diálogo sostenido por personal de la embajada de EUA (seguramente diplomáticos y agentes de la CIA) con el licenciado Manuel Camacho Solís en el cual se le ofreció el apoyo de EUA en sus aspiraciones presidenciales a cambio de una reforma energética que quitara a Pemex el monopolio o control de los yacimientos petrolíferos, según denunció el propio senador de la República en la tribuna del propio Senado, y a pesar de que haya sido un intento fallido, marca una acción injerencista y de manipulación del atributo de soberanía de los votantes mexicanos.

De igual manera el hecho denunciado por Francisco Labastida Ochoa, candidato del PRI a la Presidencia de la República: señaló que EUA forzó la alternancia política hacia la derecha en México en el propio año 2000, en favor de Vicente Fox, haciendo un pacto de facto con el entonces presidente Ernesto Zedillo para que interviniera en el proceso logrando un resultado final negativo a su candidato, fue nefasto, brutal y depredador, durante las negociaciones del rescate financiero para México en donde EUA operó como garante financiero hasta por 40 mil millones de USD con organismos financieros en un paquete de salvamento (2024, pp. 216-217).

En este último evento, el presidente Zedillo líder real del PRI sabía lo que tenía que hacer: abandonar a su suerte a su candidato, no apoyarlo con los múltiples recursos y formas que solían hacerlo, es decir, dejar de operar como líder de una elección de Estado como la que a él le favoreció en 1994 y la candidatura priista cayó por su propio peso. El vacío se percibió en la débil campaña de Labastida.

Pensemos en este caso, ¿quiénes negociaron directamente el paquete de rescate financiero?, Ernesto Zedillo y Bill Clinton como macro voluntades políticas superiores, y ¿qué nos refiere Labastida que negociaron? El traslado del poder político vía una elección amañada hacia la derecha católica mexicana. Punto.

Lo anterior constata el criterio de que efectivamente los poderes instituidos o fácticos externos pueden influir de distinta manera, pero el aparato construido para procesar elecciones de Estado es muy eficiente, pero como parte de esas elecciones de Estado están los recursos ilegales desde el poder público y el corporativismo electoral para la compra masiva de votos en favor de cierto candidato, lo cual NO ha caracterizado como punto de partida a la fuerza política actualmente en el poder, pero ello debe garantizarse a plenitud.

En las décadas anteriores el objetivo de los partidos políticos de alcanzar la conformación de una maquinaria territorial-institucional-mediática había sido un aspecto que parecía “emparejar la cancha” con el complejo electoral de Estado del PRI, parecía también la única fórmula de competir en igualdad de circunstancias. Luego se entendió que no, que el voto y la vigilancia masiva con movilizaciones nacionales de defensa del sufragio, podían vencer la maquinaria de Estado.

Sin embargo, precisamente porque la fuerza política actualmente mayoritaria y en ejercicio del poder presidencial carece del principio de “vencer a toda costa”, es que en su afán de abrir lo más posible el proceso a la participación ciudadana, puede caer en el error de desestimar la interferencia externa fáctica, la cual existe e influye en los resultados electorales, como lo demostramos en todos los casos aquí presentados, no podemos caer en un modelo de apertura electoral máxima sin blindaje eficaz que proteja lo suficiente la soberanía popular ante el cúmulo de técnicas, medios, recursos y procesos que hoy son posibles de poner en juego, para una fuerza política opositora que dispute el poder constituido, para lo cual, la formulación de la iniciativa de ley respectiva debe estar asesorada por técnicos y científicos altamente especializados en fraudes electorales cibernéticos, en interferencias informáticas del resultado electoral, en operaciones encubiertas de otros gobiernos interesados en torcer el resultado de una elección, son operativos de Estado de gobiernos potencias regionales o globales que cuentan con una inmensidad de recursos para ponerlos en juego. La no intervención no existe en la lucha política, salvo como formalidad, desafortunadamente, hasta hoy.

Atrincherarnos en las formalidades jurídicas de “lo que no está permitido” puede ser una ilusión política que se pague muy caro. El poder presidencial y las mayorías parlamentarias que posee la fuerza política de la 4T-4R en México es muy apetecida para ser revertida por las derechas regionales y globales, no podemos subestimarlo.

Estos factores de influencia en el resultado electoral no pueden ni deben ser desestimados, pueden ser factores de poder decisivos, y es imperativo revisar todas las experiencias que aquí hemos planteado, y muchas más, porque escogimos casos diversos con distinto tipo y naturaleza de interferencias externas sobre el resultado, que no representan posibilidades sino realidades concretadas. La historia siempre enseña, pero la minusvaloración conduce a errores difíciles de revertir.

Jorge Retana Yarto*

*Licenciado en economía con especialidad en inteligencia para la seguridad nacional; maestro en administración pública; doctor en gerencia pública y política social. Tiene 25 años como docente de licenciatura y posgrado; es exdirector de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional, del CNI.

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