En 1943, mientras los hombres combatían en la Segunda Guerra Mundial, un grupo de mujeres tomó un bate y transformó el beisbol en algo que parecía imposible: una liga profesional que llenaba estadios, generaba heroínas y se apoderaba de la conversación. Esa historia terminó en 1954, pero nunca desapareció del todo; sobrevivió en el cine, en las fotos en sepia y en los ecos de quienes creyeron que el beisbol femenino podía ser grande. Ahora, más de 80 años después, el beisbol femenil está listo para un nuevo turno.
La Women’s Pro Baseball League prepara su regreso, con fecha tentativa en 2026, y con una estructura pensada para perdurar: seis equipos de inicio, calendario de un mes y medio, fin de semana de All-Star y playoffs. Y no es un experimento: 600 peloteras llegaron la semana pasada a Washington para competir por un lugar en el draft inaugural. Entre ellas, México puso su nombre en la contienda.
“Fuimos siete jugadoras mexicanas y así logramos pasar al último filtro de quedar dentro de la gente”, dice Luisa Hernández, tercera base, veterana de la Selección Nacional de Beisbol y jugadora de Olmecas de Tabasco en el softbol. “El hecho de haber sido parte de ese tryout ya es un orgullo para todas los que hicieron el sacrificio y el esfuerzo. Somos parte de la historia”, sostuvo Hernández en entrevista telefónica con Excélsior.
Hernández y sus compañeras pagaron sus propios boletos, hospedaje y alimentación. Su historia no es excepcional en lo económico, pero sí en lo simbólico: representan a un país con talento probado, pero que no ha tenido un escaparate profesional como el que habrá ahora en Estados Unidos.
“Cubrimos nuestros gastos haciendo rifas; ninguna federación nos apoyó. Es bonito saber que en México hay talento y sin duda pudieron haber ido más jugadoras mexicanas, porque el nivel que tenemos es de los mejores del mundo”.
La nueva liga no es una reescritura de la AAGPBL ni un tributo melancólico; es un proyecto consciente que busca rentabilidad, visibilidad y legitimidad deportiva. La presencia de figuras como Mo’ne Davis, la lanzadora que brilló en la Serie Mundial de Ligas Pequeñas de 2014, asegura que la liga pueda generar atención mediática, mientras que las mexicanas y otras internacionales le dan dimensión global al proyecto.
El tryout dejó cifras y símbolos: de 600 jugadoras iniciales quedaron 150 elegibles para el draft final, provenientes de Estados Unidos, Japón, Canadá y México. Cada equipo podrá integrar entre 15 y 20 jugadoras, con rotaciones pensadas para sostener la competencia. Las ciudades sede aún no se confirman, pero el plan es ofrecer cuatro juegos semanales, con potencial de crecimiento según audiencia y contratos de transmisión.
“La publicidad y el apoyo abren puertas; si se habla de nosotras, más jugadoras en México se van a animar a soñar”, asegura Hernández. No es un deseo ingenuo: es la consigna de quienes han jugado en ligas amateurs, mixtas y juveniles, y que hoy ven la posibilidad de profesionalizar su talento.
La historia de la liga y de las mexicanas que la integran es también un recordatorio de cuánto se ha postergado el reconocimiento. La AAGPBL surgió como sustituto temporal, mientras los hombres estaban en guerra; la nueva WPBL llega en un país que busca diversidad, equidad y mercado, y con jugadoras que ya saben lo que significa sacrificio y constancia.
El diamante escucha, incluso desde lejos. México ya tiene asiento en la primera fila, y Luisa Hernández sabe que su nombre, el de Samaria Benítez, Diana Ibarra, Estela Segovia, Flor Valerio y Rocío Baraja, no es sólo un registro: es el inicio de un capítulo que puede reescribir la historia del beisbol femenil. Porque cuando la pelota viaja más lejos que los viejos paradigmas, cada batazo cuenta y cada jugadora importa.
“Estar ahí fue inolvidable, pero lo mejor es pensar que esto apenas empieza”, concluye Hernández
En mayo, la WPBL anunció una asociación con la productora Fremantle, que producirá y distribuirá transmisiones de juegos, conseguirá patrocinadores y comercializará la liga, entre otras cosas.
Cofundada por Justine Siegal y el abogado Keith Stein, la WPBL ha incorporado a la inversora global en deportes femeninos Assia Grazioli-Venier como presidenta, y a Muse Sport, la división de asesoría deportiva de Muse Capital, la firma de Grazioli-Venier, como socio asesor oficial. La lanzadora japonesa Ayami Sato, quien en mayo se convirtió en la primera mujer en jugar en una liga profesional masculina de beisbol en Canadá, y el exentrenador de la MLB Cito Gaston también actuarán como asesores.
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