septiembre 18, 2025
Drácula enamorado

Drácula enamorado

“Drácula, monstruo que por perpetuarse desangra a sus víctimas, puede simbolizar el horror económico. Ha salido de una bóveda y está entre nosotros. No es un amante obsesionado, sino la sed del mal”....Tomado de https://morfemacero.com/

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Jorge Pech Casanova 

A principios de este año contemplé con disgusto la pretenciosa Nosferatu de Robert Eggers, director sobrevalorado en el género de horror por su película La bruja, autor asimismo de una versión “arcaica” de Hamlet que tituló El hombre del Norte.

Aún repelido por la ampulosidad de Ebbers, vi avances del Drácula realizado por Luc Besson. Temí que este notable pero disparejo director siguiese a Ebbers. Al contrario, el Drácula de Besson es una puesta al día de la historia escrita por Bram Stoker, si bien el realizador francés altera a su antojo el argumento que el novelista irlandés publicó en 1897. 

Besson retoma en este film la versión que Francis Ford Coppola eligió para su Drácula de 1992: el conde se convirtió en vampiro tras perder a su amada Elisabetha. Cuando el abogado Jonathan Harker llega a su castillo y le muestra una foto de Mina Murray, el vetusto conde se convence de que su amada resucitó y parte a Inglaterra para recuperarla. 

En la versión de Coppola el vampiro, en suelo inglés, siembra terror y muerte pero sucumbe al amor que siente por Mina. Al fin lo detienen los esfuerzos del cazavampiros Abraham Van Helsing combinados con el empeño de Harker, Quincey Morris y Arthur Holmwood, estos dos últimos, pretendientes de Lucy Westenra, amiga de Mina y víctima del vampiro. Herido por Van Helsing tras haber seducido a Mina, Drácula suplica a la joven que lo ayude a alcanzar la muerte. Mina le corta la cabeza al monstruo y se libera de su hechizo. 

Desde que Drácula se hizo ícono pop (gracias a las películas protagonizadas a partir de 1958 por Christopher Lee), periodistas y guionistas de televisión reiteran que la figura del vampiro corresponde al príncipe Vlad III de Valaquia, quien vivió entre 1428 y 1476. Héroe en su Rumania natal, Vlad Dracul (Dragón) se hizo tristemente famoso por su hábito de empalar a sus prisioneros. De ahí le vino el sobrenombre de Tepes (empalador). Quizá de ese mal hábito tomó Stoker la idea de que a Drácula se le extermina clavándole una estaca en el corazón, o con mayor dificultad, exponiéndolo a la luz directa del sol. 

Coppola convirtió a Drácula en un personaje romántico, aprovechando el grupo de actores con que rodó en 1992. Anthony Hopkins (Van Helsing), Winona Ryder (Mina) y Gary Oldman (el no muerto). Con la pareja Ryder-Oldman, el director de Apocalipsis ahora hizo un fino trabajo. Oldman logró una interpretación convincente de ese espíritu maligno seducido por el resurgimiento de sus lejanas vivencias.

Besson retoma el esquema argumental de Coppola para subrayar el protagonismo de Mina en la historia, tal como lo hizo Ebbers en su Nosferatu y como Werner Herzog en su notable remake de la misma historia en 1979, Nosferatu el vampiro, en la que Isabel Adjani, bellísima e intensa, encarnó a Mina Harker. 

Besson contó con un grupo actoral eficaz para su Drácula: el vampiro enamorado es Caleb Landry Jones, actor y cantante que colaboró con Besson en 2023 protagonizando Dogman. El versátil Christoph Waltz interpreta al sacerdote sin nombre que persigue al vampiro. Zoë Bleu, en el papel de Mina es más conocida por ser hija de Rossana Arquette, actriz a quien Besson incluyó en su segundo film, Azul profundo, de 1998. El elenco incluye a Matilda de Angelis, actriz y cantante, quien interpreta a María, figura que funde los personajes de Lucy Westenra y Renfield, el enloquecido esclavo de Drácula. La vampiresa le sirve a Besson para escenas de humor negro que rayan en el esperpento. 

Besson, abundando en tomas espectaculares, presenta al príncipe Vlad cuando era un mortal empeñado en librar guerras para que Dios protegiese a su esposa Elisabetha. Al asesinar sus enemigos a la mujer, Vlad comete un sacrilegio: mata al sacerdote que lo mandó al combate. Ya inmortal, Vlad busca reunirse con Elisabetha a través de los siglos, convirtiendo en vampiresas a distintas mujeres para que localicen a su consorte. En una escena que recuerda la Madre Juana de los Ángeles de Jerzy Kawalerowicz, Drácula seduce a todas las monjas de un convento para hacerlas sus servidoras. 

La trama salta cuatrocientos años; Jonathan Harker llega al castillo de un cliente de la firma en que el joven trabaja como gestor legal. Drácula recibe a Harker, lo azora con sus trucos y, por una confidencia del abogado, ve el retrato de Mina, que reproduce el rostro de Elisabetha. Drácula apresa a su invitado mediante su servidumbre, compuesta por gárgolas con figura de diablillos. 

Al comprender que es prisionero de un monstruo, Harker escapa y retorna penosamente a Inglaterra, al tiempo que el conde viaja a Londres para asediar a Mina. La joven está afligida porque su amiga María ha tenido un colapso nervioso y es tratada en un manicomio. 

Acude al sanatorio mental un sacerdote innominado que persigue a Drácula. Al examinar a María descubre que nació 160 años atrás. Intuyendo que es agente del conde, ordena vigilarla, pero la mujer ataca a su custodio y escapa. Hechizada por Drácula, María ha localizado a la deseada mujer del vampiro. La posesa acude con su prometido, sir Henry Spencer, con la esperanza de poder entregar a Mina a su amo. 

La novedad en el argumento de Besson es que, al conocer a Drácula, Mina se rememora como Elisabetha y acepta el amor del no muerto. Eso no impedirá que su prometido Jonathan, Henry Spencer y el sacerdote persigan al vampiro hasta su castillo en Transilvania, donde encierra a la joven. Con un ejército, los ingleses atacan la guarida del conde. Sobreviene una matanza de soldados. Al fin, el clérigo acorrala a su enemigo, a quien le ruega no convertir a su amada en vampiresa. En un acto de amor y redención, Drácula se deja exterminar y libera a una desolada Mina. La joven lamenta a su amante perdido mientras los sobrevivientes retiran a sus muertos y las gárgolas vuelven a ser niños que el vampiro hechizó. Las cenizas de Drácula se dispersan al viento. 

Con más recursos técnicos que Coppola, Besson retrata al vampiro enamorado. Une a Vlad Tepes con Erzebeth Báthory, asesina serial que vivió de 1560 a 1614, a quien la poeta Alejandra Pizarnik retrató en su breve y fascinante libro La condesa sangrienta. Besson subvierte la personalidad de Mina Harker, que en la novela de Stoker es tan sólo una víctima, para transformarla en una potencia decisoria. 

Algo de ese potencial del personaje intuyó el olvidado Antonio Moreno cuando imbuyó a Mina Harker con la sensualidad de la oaxaqueña Lupita Tovar en su versión castellana de Drácula,realizada asimismo en inglés en 1931 por Todd Browning con la presencia de Bela Lugosi. La Mina de Browning era una insípida rubia, mientras que la morena Mina encarnada por Tovar desbordó erotismo. Casi un siglo más tarde, la Mina de Besson no alcanza esa estatura erótica, pero Zoë Blue intenta con denuedo fascinar mediante su carnalidad. 

Contra esta fábula de amor, cabe recordar que el Drácula imaginado por Bram Stoker es un engendro codicioso. Las pasiones humanas le interesan sólo si elongan su existencia, pues su único interés es asegurarse inmortalidad. En esto se asemeja a capitalistas de nuestros días, empeñados en hinchar caudales que les sobrevivirán durante siglos. Drácula, monstruo que por perpetuarse desangra a sus víctimas, puede simbolizar el horror económico. Ha salido de una bóveda y está entre nosotros. No es un amante obsesionado, sino la sed de mal. 

Tomado de https://morfemacero.com/