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En la historia de la conformación de nuestro país, probablemente uno de sus hitos más importantes fue la secularización del Estado mexicano. Esto no solo garantizó diferentes libertades individuales, sino también perfiló la identidad política y social de México. Separar a la Iglesia Católica del Estado nacional afianzó de forma definitiva la existencia de una república federal y laica. Esto solo fue posible gracias a la sagacidad de Benito Juárez y su generación. Aquellos notables liberales tuvieron la determinación suficiente para lograr dicho proyecto político.
La secularización del Estado mexicano: un ansiado proyecto liberal
Tras perder la mitad de sus territorios en la invasión estadounidense de 1847, en México surgió una impetuosa generación de políticos. Los desastres de la guerra hicieron evidente la urgencia de consolidar un proyecto que le diera rostro e identidad al Estado mexicano. Por ello, los nuevos liberales, entre los que estaban Benito Juárez, Guillermo Prieto, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, Ignacio Ramírez, Melchor Ocampo y José María Iglesias, entre otros, no solo defendieron el modelo federal para la República Mexicana: también propusieron nuevas ideas.
Entre los principales elementos que Juárez y su generación introdujeron al liberalismo mexicano, estuvieron la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la eliminación de fueros y privilegios de corporaciones como el ejército y el clero. Por si fuera poco, abanderaron la defensa de los derechos individuales: libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de credos y educación laica. También alentaron la existencia de la libre empresa y la propiedad privada.
Para que todo esto se concretara, era claro que debían posicionarse contra uno de los principales obstáculos de dicho proyecto: la Iglesia Católica. Su influencia en la política y los asuntos de gobierno había sido determinante en las últimas décadas. Por lo anterior, los jóvenes liberales fueron connotados anticlericales. Uno de sus objetivos centrales fue la necesidad de separar a la iglesia del Estado, buscando de esta forma anular por fin el poder eclesiástico en México.
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Las leyes Juárez y Lerdo: la vanguardia de la separación de la iglesia y el Estado
La Revolución de Ayutla de 1854 fue la coyuntura que permitió a Benito Juárez y a sus compañeros de generación llegar al gobierno de la República. Desde allí, iniciaron con la secularización del Estado mexicano. Una vez electo Juan Álvarez como presidente, Juárez fue nombrado ministro de Justicia.
Desde aquella posición, el oaxaqueño emitió la Ley Juárez, la cual terminó por ser promulgada el 23 de noviembre de 1855. Dicha ley suprimió el fuero eclesiástico y el militar en materia civil. El segundo golpe vino con la Ley Lerdo, promulgada el 25 de junio de 1856. Esta ley desamortizó los bienes inmuebles de corporaciones religiosas y civiles, prohibiéndoles adquirir o administrar por sí mismas bienes raíces.
La Constitución de 1857, la Guerra de Reforma y el triunfo definitivo de la secularización del Estado mexicano
Las leyes Juárez y Lerdo solo fueron el preámbulo para la Constitución de 1857. Además, fueron incorporadas a la nueva Carta Magna. Por si fuera poco, el gobierno liberal, ahora encabezado por Ignacio Comonfort, emitió la Ley Iglesias el 11 de abril de 1857; con ella se prohibió el cobro injusto de diezmos y otros estipendios eclesiásticos. Toda la situación exacerbó la oposición de los conservadores, el ejército y la Iglesia Católica. Tal sería el nivel del enfrentamiento político que, muy pronto, la Guerra de Reforma iniciaría a finales de 1857 e inicios de 1858.
Tras el autogolpe de Comonfort y asumir la presidencia de la República, Benito Juárez y su gabinete no solo defendieron con éxito la causa liberal, sino que además promulgaron las Leyes de Reforma desde el Puerto de Veracruz, capital provisional de su gobierno. Este corpus legislativo fue el más radical de todos. Es así que con la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos (1859), Ley de Matrimonio Civil (1859), Ley Orgánica del Registro Civil (1859) y la Ley de Libertad de Cultos (1860) se arrebataron facultades y dominios que aún retenía la Iglesia Católica.
A pesar de estar bajo el fuego de las huestes de Miguel Miramón que sitiaban el histórico puerto, Juárez y sus ministros consumaron la secularización del Estado mexicano. El triunfo de las fuerzas liberales en la batalla de Calpulalpan, el 22 de diciembre de 1861, refrendó dicho proceso político.
México: una república laica
A pesar del paréntesis de la Segunda Intervención Francesa (1862-1867), la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma perfilaron de forma definitiva a nuestro país como una república laica y aconfesional. A partir de 1867 se desamortizaron los bienes de la Iglesia Católica y se estableció el matrimonio como un contrato civil. El registro de las personas quedó a manos del gobierno y se puso fin a la intervención del clero en la administración de los cementerios.
También se prohibió la asistencia oficial de funcionarios públicos a eventos religiosos. Además, el cristianismo católico dejó de ser la única religión permitida en México y se garantizó la libertad de cada persona para profesar la fe que prefiriese. Cientos de hospitales y establecimientos de beneficencia se secularizaron tras exclaustrar a las ordenes religiosas.
Todos estos cambios fueron muy profundos y calaron hondo en la consciencia de la sociedad mexicana, hasta el punto de identificar como parte intrínseca de su identidad, dichas libertades. La mejor evidencia de ello fue que la Constitución de 1917, la cual refrendó el legado de Benito Juárez y su generación para la posteridad.
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Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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