Durante el fin de semana, en un barrio elegante del noroeste de Washington, DC, agentes armados, no identificados y con pasamontañas del estado abordaron, golpearon y aparentemente secuestraron a un hombre mientras los asistentes al brunch comían tostadas de aguacate. Tal es ahora un día en la vida de la América de Donald Trump. El espectáculo espantoso, captado por la cámara desde múltiples ángulos, se siente intrínsecamente extranjero. Recuerda a clips virales sacados directamente de la Rusia de Vladimir Putin, la Bielorrusia de Aleksander Lukashenko o (aún más alienígena) ‘Andor‘ de Tony Gilroy. Pero, por supuesto, el episodio no tuvo lugar en una nación, o galaxia, muy, muy lejana; sucedió aquí, en la tierra de los libres y el hogar de los valientes.
La llamada alegoría de la «rana hirviendo» ha sido un recurso para la izquierda estadounidense durante años. Como dice la parábola, si uno pone una rana en agua casi hirviendo, saltará de la olla. Si uno, sin embargo, coloca a la criatura en agua tibia y aumenta lentamente el calor, no notará el peligro incluso al borde de su peligro. El cuento desacreditado tiene como objetivo ilustrar cómo los pequeños daños, aumentados tan gradualmente que son efectivamente imperceptibles, pueden condenar a cualquier institución o sistema o anfibio a un destino de ser cocinado, como dicen los niños.
El monstruoso incidente en la capital de nuestra nación durante el fin de semana dejó claro que Estados Unidos no es una rana hirviendo.
Tomado de https://zeteo.com/
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