Culturas impopulares
Jorge Pech Casanova
En 1927 la estabilidad del régimen de Álvaro Obregón se vio objetada por los pronunciamientos de los generales Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez. Por coincidencia, en Veracruz, el gobernador Heriberto Jara había entrado en pugna con el congreso estatal.
El congreso veracruzano se escindió. Una parte nombró gobernador al general Jesús Aguirre, jefe de las operaciones militares en el estado. Cuenta Manuel Maples Arce que el Congreso de la Unión decretó desaparecidos los poderes constitucionales en Veracruz y asumió el gobierno provisional el senador Abel S. Rodríguez. Así concluyó de manera abrupta el régimen jarista.
Al hacer el balance de la gestión de Heriberto Jara, el investigador Hubonor Ayala Flores resalta la aportación del general a un ideal educativo que debía apoyarse en mejoras integrales: “La cultura popular se tenía que caracterizar por una visión integral: mejora en las condiciones salariales, acceso a la propiedad, justicia social, pero también, acceso al deporte, acceso a la salud y a la educación”.
El historiador añade dos explicaciones sobre el fin abrupto del mandato jarista: su enemistad con Luis N. Morones, líder de la poderosa CROM, y su intento de meter en cintura a las compañías petroleras inglesas y estadounidenses, diez años antes de que Cárdenas hiciera efectiva la expropiación petrolera.
El caudillo veracruzano Adalberto Tejeda Olivares, quien organizó brigadas guerrilleras de campesinos para hostigar a los hacendados, generalizó la violencia a causa de las luchas contra las guardias blancas de los terratenientes. En ese fenómeno se inscribe el surgimiento y auge de un contingente paramilitar en Veracruz: La Mano Negra de Manuel Parra Mata.
Este hacendado llegó de Pachuca a establecerse en la hacienda de Almolonga, en el municipio de Naolinco. Había sido minero y padecía de silicosis en los pulmones, tras aspirar el polvo de las minas. Por ello, era un hombre decidido a todo para que sus tres mil 524 hectáreas de terreno rindieran una próspera producción de caña de azúcar y aguardiente. Cuando sus vecinos hacendados le informaron sobre las brigadas campesinas que combatían contra ellos, Parra propuso crear una fuerza paramilitar para hacer frente a los agraristas.
Viendo amenazado su comercio de aguardiente, que imponía mediante las armas si lo consideraba preciso, el dueño de Almolonga buscó la protección de Pablo Quiroga Escamilla, general que mantenía fuertes relaciones con dueños de ranchos y haciendas.
Apoyado por Quiroga, Parra fue capaz de reunir desde 1929 un ejército de jinetes armados que patrullaban las haciendas. Su contingente llegó a agrupar 16 mil esbirros pero no lo salvó a él mismo de ser víctima de una banda que lo secuestró junto con su esposa Lucía Cruz Fonseca en 1931. Parra pagó diez mil pesos por su rescate y el de su mujer, quien no sobrevivió mucho tiempo al incidente. Al morir Lucía, el viudo Parra se casó con la hermana de aquélla, María. Además, para asegurarse la protección de su amigo el general Quiroga, el ex minero le ofreció cederle la mitad de su hacienda. Ese mismo año comenzó el trámite de cesión, que completaría en 1943, poco antes de morir.
A Almolonga llegaban de visita importantes personajes: el ex gobernador Heriberto Jara, Maximino Ávila Camacho y su hermano Manuel, futuro presidente de la república. El general Quiroga, socio de Parra, ascendió en 1932 a subsecretario de Guerra y Marina, por lo cual pudo refaccionar y dar amplia protección a su amigo pachuquense.
Pese a que Quiroga perdió su poder en 1934 con la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia, eso no disuadió a Parra para continuar atacando con las fuerzas de La Mano Negra a los campesinos agraristas. Hay que decir que Cárdenas hizo caso omiso de las tropelías de Parra porque deseaba acabar definitivamente con el cacicazgo de Adalberto Tejeda, y en esto, las incursiones de Parra y sus forajidos le fueron de gran utilidad.
Con ese favor, los jinetes de La Mano Negra pudieron perseguir y asesinar a dos mil campesinos de las brigadas tejedistas cuando el caudillo dejó la gubernatura en 1932. En los años siguientes la actividad de los paramilitares descendió porque el gobernador Gonzalo Vásquez Vega redujo las invasiones de tierras, política que mantuvieron sus sucesores.
1932 fue asimismo el año en que Eulogio Ávila Camacho, hermano menor de Manuel y Maximino, fue asesinado por un grupo de agraristas en Veracruz. El 19 de septiembre el joven Eulogio y su amigo Francisco González Bello fueron a revisar (y quizá a dañar) unas tomas de agua instaladas por el Comité Agrario de la Congregación de Hidalgo, Tlapacoyan.
El presidente municipal de ese pueblo, Juan R. López, enemigo de La Mano Negra y de Manuel Parra Mata, ordenó a Tomás González, presidente del Comité Agrario, que atacase al más joven de los Ávila Camacho cuando lo tuviese a tiro. González y otros campesinos les dispararon por la espalda a los intrusos al hallarlos manipulando las cañerías. Esto puede explicar por qué los hermanos Ávila Camacho, ya en el poder, fueron favorables a Parra y su socio el general Quiroga, protegiendo sesgadamente las correrías de La Mano Negra.
Con esta ventaja, el poder de Manuel Parra se extendió por Veracruz e inclusive a otros estados, como explica Antonio Santoyo en su ensayo La Mano Negra en defensa de la propiedad y el orden: Veracruz, 1928-1943: “En sus respectivos ‘territorios’ o áreas de influencia, controlaban la lucrativa comercialización del aguardiente. Junto con el aprovechamiento de dicho mercado, comúnmente mantenían el control de otros recursos: tierras, agua, fuerza de trabajo, poder político formal y/o informal, fuerza armada, etc.”
Las fechorías de Parra llegaron a un punto culminante en 1936. Ese año, la gubernatura de Veracruz le correspondía a Manlio Fabio Altamirano, abogado que se contó entre los fundadores del Partido Nacional Revolucionario de Plutarco Elías Calles. Durante su campaña a la gubernatura en 1935, Altamirano anunció que expropiaría Almolonga.
Parra decidió que el político no asumiría el cargo. Aprovechando informes de su socio Quiroga, Mandó a la Ciudad de México a cuatro sicarios a asesinar al mandatario electo. Éste comía con su esposa, partidarios y amigos en una mesa del “Café Tacuba” el 25 de junio de 1936 cuando uno de los pistoleros, Marcial Montano Segura, se le acercó y le disparó.
Los amigos del ejecutado presionaron a las autoridades veracruzanas para que detuviesen a los cuatro sicarios y a su jefe, Manuel Parra. Los cinco fueron a dar a la cárcel, pero no tardaron en salir libres. Mientras tanto, Miguel Alemán Valdés, electo senador para el mismo periodo en que Altamirano debía gobernar, pasó a ocupar el puesto como sustituto.
En 1939, Manuel Ávila Camacho nombró a Alemán su jefe de campaña para las elecciones presidenciales, y enseguida lo hizo secretario de Gobernación. Alemán alcanzó la presidencia de la república en 1946. El año previo había fallecido repentina y oportunamente Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente, quien amenazaba con impedir la llegada de Alemán al Poder Ejecutivo.
Manuel Parra no vivió para ver encumbrarse a Alemán, pues falleció en 1943 del enfisema pulmonar contraído en sus días de minero. La familia Alemán, desde la presidencia de Miguel y las posteriores gubernaturas de sus hijos, favoreció a los descendientes del sicario Marcial Montano Segura. A Pablo, hijo del esbirro, Alemán Valdés lo incorporó a la guardia presidencial. Y a José Alejandro Montano Guzmán, nieto de Marcial, Miguel Alemán Velasco lo nombró secretario de seguridad pública.
Marcial Montano, por su parte, vivió una larga vida de crímenes y asesinatos, incluyendo el de su esposa Guadalupe Martínez Cabrera, cometido a las puertas de la iglesia de Xalapa. Perseguido, Montano huyó a Chiapas, pero volvió a Xalapa años después protegido por los Alemán. Murió en 1991, a los 96 años de edad, sin haber pagado por ninguna de sus fechorías. Para entonces, La Mano Negra era una triste leyenda en Veracruz.
Tomado de https://morfemacero.com/
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