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Waikikí (Planeta, 2022) de Ana García Bergua y Alfredo Núñez Lanz, es tan gráfica, explícita y divertida, que creo que los interesados en filmar una serie al estilo de Belascoarán, aquí tienen una mina de oro. Ambientada en los ’50, contada por una cabaretera de bajo rango y cuerpo medio feo, pero con mucho brío y altas aspiraciones; y un guapo y tiernísimo chacal recién llegado a la capital en busca de un buen trabajo
Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves
La literatura de Ana García Bergua me tiene pasmada. Comencé leyendo sus cuentos de La tormenta hindú y otras historias (Textofilia, 2015), luego me pasé a sus crónicas en Pie de Página (CONACULTA, 2007; FOEM, 2022), libros de los que hablaré en otra ocasión porque por ahora quisiera centrarme en su más reciente novela: Waikikí (Planeta, 2022), la cual escribió de la mano con el escritor Alfredo Núñez Lanz, una novela de corte policiaco y bastante divertida.
Alejada de toda solemnidad, Waikikí retrata desde la ficción un pilar fundamental en la historia noctívaga capitalina de mediados del siglo XX: el cabaret. Y no cualquiera, sino el Waikikí, uno de los más concurridos por los caballeros que gozaban de las exóticas que se deshacían en escandalizantes contoneos sobre el escenario, emplumadas, alhajadas y dejando muy poco a la imaginación.
Este thriller está basado en el asesinato de la vedette Suy Muy Key, hermana de Margo Su, la empresaria y columnista de La Jornada que algún día fue fundadora y dueña del Teatro Blanquita. Si bien, no se trata de una novela histórica, este evento fatídico impulsó a los autores a escribir la novela, no con Suy Muy Key, pero sí con Katmandú, vedette ficticia de ascendencia china, despampanante y con aires de diosa, que descontrolaba la serenidad de todo aquel que presenciara sus encantos de mujer inalcanzable sobre el escenario.
Como es común en la escritura de Ana García Bergua, el humor —negro y blanco y de todos los colores— está presente en todo momento y prodigiosamente en esta novela repleta de folclorismo, ¡es la gran nueva novela policiaca chilanga! Mientras la leía, además de las carcajadas que me llevaba, no podía dejar de ser parte de las atmósferas descritas, barrios y callejones con olor a orines, vecindades de dudosa fachada, burócratas corruptibles, pasiones homosexuales entre policías y bailarines, y muchas fichitas más pululando entre los personajes.
La historia ambientada en la década de los ’50 está contada por dos narradores: Esmeralda, cabaretera de bajo rango y cuerpo medio feo, pero con mucho brío y altas aspiraciones; y Mario Hernández, un guapo y tiernísimo chacal recién llegado a la capital en busca de un buen trabajo pero también perseguido por la policía de su pueblo, Yuxtle, luego de haber robado para ayudarle a su hermano, que es un jugador holgazán que, para colmo, pierde las apuestas al grado de arriesgar a su familia. Mario llega a la Ciudad de México con una bolsita de tamales a la casa de su tío, un malafacha barrigón que no sólo está mal encarado y es grosero con su sobrino Mario, al que ve por vez primera, sino que ya hasta tiene otra familia, distinta a la que pensaba la madre de Mario, quien enviaba los tamales.
Por azares del destino, Mario y Esmeralda se conocen en el Waikikí, donde ella hace sus números como cabaretera segundona, muy al fondo donde casi no se ve, en los números de Katmandú; y él empieza a trabajar como sacaborrachos en el mismo sitio, tras haber sido confundido con un sacaborrachos de verdad que nunca llegó a su primer día de trabajo.
Entre lentejuelas, plumas, “pelo pintado de caoba pasión”, un “brassiere anaranjado fuego”, “una serpiente de plumas de avestruz” y sospechosos regalitos de muñecas chinas de porcelana que le hacen a la dionisiaca Katmandú, una noche es asesinada en pleno camerino, regando su mirada en el suelo, rodeada por un enorme charco de sangre y, para colmo, Mario y Esmeralda son los principales sospechosos, por lo que son encarcelados y eventualmente liberados.
Aquí un fragmento de cuando Esmeralda pisa la cárcel y se encuentra con una compañera de celda: “Pues no sé si creerte, me dijo como si escupiera. Mejor quédate aquí y practica tu pinche baile de la pirámide, remató. Y se fue, dejándome en ese separo lleno de cucarachas y con unas pirujas que creían que era una de las suyas y que la pirámide era una postura para coger; nomás me quebré y me puse a llorar en medio de sus burlas”.
Mario, el encantador muchacho cuya figura de Katmandú ejerció un encanto sobre él, un tanto enamorado pero también fascinado por las prendas de la exótica —que hasta llega a probarse de vez en cuándo y a escondidas—, decide emprender una investigación secreta para dar con el verdadero asesino, y Esmeralda, que poco a poco se enamora de Mario, decide acompañarlo en esta aventura llena de tropiezos, turbulencias y escenas eróticas que asaltan a este par de detectives inexpertos.
“Se persignó unas tres veces a velocidad de rayo. A lo mejor es un castigo, me susurró, por lo que hicimos en el hotel sin estar casados. Pero no llegamos al final, le contesté, entonces no es pecado”.
Los personajes están muy bien definidos, tienen una naturalidad apabullante. Leyendo la novela me daban ganas de ser novia de Mario (“Este es más corajudo que yo, me reteencanta”, “No le gusta que le diga bombón, pero es que dan ganas de acabárselo a mordidas”) y también amiga de Esmeralda, ay pobre Esmeralda, con tan mala suerte en el amor y en el trabajo, y ella tan querendona y tan trabajadora, con tantas ganas de ser la mejor vedette, una vedette amada.
Waikikí es tan gráfica, tan explícita y divertida, que creo que los interesados en filmar una serie al estilo de Belascoarán, aquí tienen una mina de oro.
X: @EvoletAceves
Instagram: @evoletaceves
Évolet Aceves es cuentista, novelista, poetisa, cronista y ensayista. Autora de la novela Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Periodista cultural, fotógrafa con dos exposiciones individuales. Escribe su columna en Pie de Página. Ha vivido y estudiado en Toluca (México), Varsovia (Polonia), Albuquerque (Nuevo México, EEUU) y Nueva York, donde actualmente reside con la beca GSAS otorgada por la Universidad de Nueva York, donde también da clases. Colaboradora en revistas y semanarios: Dominga (Milenio), El Cultural (La Razón), Nexos, Replicante, Este País, entre otros. Su obra ha sido presentada en ferias del libro y universidades de México, Estados Unidos, Polonia y Alemania.
Tomado de https://piedepagina.mx/
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