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El panteón religioso de Mesoamérica es complejo. Sus dioses no fueron solo personajes con increíbles atributos. Eran encarnaciones de fuerzas cósmicas y manifestaciones de fenómenos naturales, en toda su extensión. Por ello no debe sorprendernos que cada deidad tuviera diversas manifestaciones; inclusive se asociaban y fusionaban con otras. Un ejemplo de ello es Quetzalcóatl; este primordial dios tuvo varios epítetos y advocaciones. Una de ellas fue Ehécatl, señor del viento encargado de propiciar la lluvia y otros ciclos naturales.
Orígenes de Ehécatl
El origen de Ehécatl se encuentra directamente en los atributos de Quetzalcóatl. Su culto durante los periodos Preclásico (2500 a.C.-200d.C.) y Clásico (200 d.C.-1000 d.C.) en Mesoamérica, tuvo elementos que simbolizaban la unión de las aguas pluviales y las terrestres, de ahí que fuera la Serpiente Emplumada. La serpiente se identificaba con el agua que corre por la tierra, ríos y manantiales. Por otro lado, el bello plumaje verde del quetzal emulaba las nubes y el viento, los cuales corren por el cielo portando la lluvia. Las representaciones conocidas en Teotihuacan, Xochicalco y Cacaxtla parecen haber atendido a ese carácter.
Otro elemento que daría origen a Ehécatl fue el mito del Quinto Sol. Cuando se creó la era de los hombres en Teotihuacan, el Sol y la Luna se encontraban juntos e inmóviles en el cielo. Al ver esto, los dioses se ofrecieron en sacrificio. Esto permitió a Quetzalcóatl generar viento usando una máscara bucal en forma de pico de pato; al soplar con fuerza se empezaron a mover el Sol y la Luna de forma alternada, creando el día y la noche. El Universo tuvo gracias a ello movimiento, de ahí que el nombre de la era del Quinto Sol fuese llamada Nahui-Ollin: «Cuatro movimiento».
El propiciador de las cosas
Conociendo su origen, es fácil entender la importancia de Ehécatl-Quetzalcóatl entre los pueblos mesoamericanos. Al ser el que se encargaba de soplar el viento, hacia que corrieran las nubes de lluvia en los tiempos de cosecha. De ahí su estrecha vinculación con Tláloc y su epíteto de «portador de las aguas».
Sin embargo, Ehécatl era el señor del viento en una acepción muy amplia. Y es que el viento era un hálito que daba movimiento, que propiciaba los ciclos humanos y naturales. La deidad dio vida al cielo, la tierra, el calendario y el fuego, así como el cultivo del maíz y del maguey. Fue también el creador de los seres humanos, como consta el mito de Quetzalcóatl y su búsqueda de los huesos de las antiguas humanidades en el Mictlán. Por si fuera poco, era el responsable del nacimiento de cada persona porque generaba la chispa que entraba en la mujer para que concibiera bebés. Además, según otro mito, Ehécatl-Quetzalcóatl se transformó en en murciélago y rompió el himen de la diosa Xoxhiquétzal, dando lugar a la fertilidad femenina.
Es gracias a estos mitos que el afamado historiador y antropólogo Alfredo López Austin definiera a Ehécatl como la naturaleza propiciadora de Quetzalcóatl. La Serpiente Emplumada se volvía una divinidad cuya función consistía en provocar el tránsito de los tesoros divinos (el viento, la lluvia, el fuego, el maíz, las flores) del mundo de los dioses al de los humanos.
Símbolos de Ehécatl-Quetzalcóatl
Es gracias a que el culto de Ehécatl fue particularmente popular y extenso entre los pueblos prehispánicos del periodo Posclásico (900 d.C.-1521 d.C.) que hay una vasta muestra de sus atributos iconográficos, tanto en esculturas como códices. El mayor símbolo de esta advocación de Quetzalcóatl, tanto entre mexicas, huastecos, totonacas, mixtecas y otros, fue la máscara bucal en forma de pico pato. Este elemento simbolizaba el soplo del viento. Otro objeto característico de esta deidad fue el caracol, el cual soplaba; el sonido que generaba era precisamente la corriente de los vientos.
Por último, también es importante comentar que los templos dedicados a Ehécatl-Quetzalcóatl tenían una forma circular, ya que emulaban la fluidez de las corrientes de viento. El templo más famoso de este dios estuvo en el recinto ritual de Mexico-Tenochtitlan; estaba exactamente de frente al Huey-Teocalli (Templo Mayor). Otro gran ejemplo es el pequeño basamento piramidal encontrado en los trabajos de la estación Pino Suárez de las líneas 1 y 2 del Metro de la Ciudad de México.
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Tomado de https://www.mexicodesconocido.com.mx/
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