El laberinto del mundo
José Antonio Lugo
Imagino al novelista Fernando Solana Olivares frente al tablero de ajedrez de su narrativa. En lugar de peones, caballos y alfiles, desfilan esas presencias fantasmales –los personajes– que a fuerza de penetración psicológica son más reales que algunos -muchos- seres de carne y hueso.
Dice el escritor: “Toda suma es la reunión de sus partes. Casandra, la profeta ignorada, va desvaneciéndose. Tal es el signo de lo real”.
Creo que es momento de sumar a los personajes de Fernando Solana Olivares y colocarlos en el tablero.
Veo a Gardea, diciéndole a Cartola, en La rueca y el paraíso: “Es natural, hermano, siempre has sido un irresponsable. Todo extravío es voluntario, igual que los actos, los pensamientos o la enfermedad”.
En Parísgótica, novela/crónica, o crónica novelada, el narrador recuerda a Notre Dame des Lettres, Nuestra Señora de las Letras, Madame Marguerite Yourcenar: “No renegaba de las formas subterráneas que han proyectado su acción en algunas zonas de la historia o del espíritu, pero su mente y su cuerpo atendían otras certidumbres, herméticas para los usos culturales del siglo donde vivió. Por eso podía hablar con la arrogante precisión de una abadesa o de un esteta, de un emperador romano o de un médico alquimista perseguido, podía ser fría como Séneca o aguda como un hereje”.
En El tedio de Hermógenes, el narrador nos recuerda que Malcolm Lowry, el autor de Bajo el volcán, y D.H. Lawrence, el autor de novelas perennes y maestro de Henry Miller, visitaron Oaxaca y probaron mezcal: “El mezcal contiene dos agentes activos. El primero es su vínculo químico con un poderoso modificador de conciencia. El segundo es el alcohol, la droga del ego. Y tambén de la melancolía disfrazada de su contrario, la exaltación”.
En ese libro mágico, de aguas profundas, que es 49 movimientos, el narrador afirma, hablando de la meditación: “El cuerpo no se equivoca, el cambio sutil es perceptible en el letargo de la conciencia normal, que es la que debería designarse propiamente como estado alterado porque representa la caída que la mente racional sufre en el mundo, la caída en la reacción ante el pensamiento, después de dejar pasar de largo el contacto y la sensación. Desagregar, disolver, coagular”.
En Casa Medusa, otra de sus novelas oaxaqueñas, el narrador señala: “Tantos hilos deben ser anudados. Si toda novela es una impaciencia del conocimiento, y esta lo es, entonces pueden precisarse ciertas circunstancias que aquí se cuentan, empezando por decir que cualquier historia personal es un invento de la memoria”.
En Hormiguero, José Luis Martínez S. señala: “Es una novela hecha de fragmentos: las cámaras y galerías se multiplican en el universo pueblerino, en cada una de ellas pasan y se escuchan cosas diferentes, pero todas se conectan; la impostada lujuria de una locutora en una cabina de radio; las soeces calumnias en las redes sociales; las lecciones de Profermes en el aula; las caricias íntimas de Mara y Camila en la habitación de ésta; los plagios de un escritor sin talento; los poemas y la iniciación sexual de la adolescente Diana Peralta; la blasfemia de la madre de Fátima en la Iglesia”.
Ya llegamos a los personajes de su más reciente novela, Péguese mi lengua. El personaje principal es Concha, la chinaquita de Miramón. El narrador nos dice: “Recordaba el aviso irónico de su hermana, mitológicamente enterado a pesar de las burlas que lo acompañaban: ‘Concha, ya llegó tu media naranja’.
“—¿Cómo podré vivir sin ti? ¿Cómo volveré a acostumbrarme al mundo, Miguel?
Los transeúntes voltearon a mirar con curiosidad a esa atractiva mujer vestida de negro que hablaba sola por la calle. Al darse cuenta de la atención que despertaba, Concha sonrió.
—¿Ya viste, Miguel? La gente que cree que estoy hablando sola. No sabe que vienes conmigo”.
Regresemos al tablero de ajedrez donde habitan los personajes de sus novelas: Maximiliano, Carlota, Concha, Miguel, Hermógenes, Sila, Vasconcelos, Gardea, Profermes, el Comandante Tres, Camila, La Atraviata, B Balthazar, Gonthier, Sidonia, Hermógenes, Jerry Wilson…
Creo que a Fernando Solana sus personajes ya no le caben en el tablero de ajedrez. Necesita una cartografía mayor, un tablero de Go, para que tenga espacio para más y más personajes, para más y más novelas inteligentes, profundas y espirituales, a través de las cuales siga ejerciendo la sabiduría máxima del desapego y la maestría narrativa.
Tomado de https://morfemacero.com/
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