Tres mujeres víctimas de abuso

Tres mujeres víctimas de abuso

“No sé si como civilización podremos evitar estos abusos. Pero es una obligación moral denunciarlos, contarlos, porque como dice Gisèle Pellicot, la vergüenza no está del lado de las víctimas sino del de los perpetradores”....Tomado de https://morfemacero.com/

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

  1. La hija de Gisèle

Como muchos saben, Dominique Pellicot sedó químicamente a su mujer, Gisèle, y la ofreció mediante redes sociales a más de cincuenta hombres para que la violaran mientras él los filmaba. Tenía una hija, a la que fotografió en ropa interior -siendo una niña-. Convertida en adulta, confiesa que no sabe si sólo la fotografió, si le hizo tocamientos o si pasó algo más.

Hubo un juicio en Francia y Gisèle manifestó que quería que fuera un juicio abierto (cuando se trata de delitos sexuales pueden ser cerrados al público). Lo hizo porque la vergüenza no está del lado de la mujer que ha sufrido abuso, sino del perpetrador. Así lo señaló.

El resultado del juicio fue la condena de Dominique y de más de 50 hombres a distintas penas. Pero allí no acaba esta historia.

La hija, utilizando un seudónimo -Caroline Darian- escribió un libro: Y dejé de llamarte papá (Editorial Planeta, enero de 2025). En este testimonio desgarrador ella escribe que es hija, a la vez, de la víctima y del verdugo.

  Lo que más trabajo le cuesta a Caroline es que su papá nunca la trató mal ni ejerció violencia alguna contra ella. Lo recuerda como un padre cariñoso. No puede integrar las imágenes de ese padre al que amó con la las evidencias de la violencia que ejerció contra su madre -y quizá contra ella-.

El libro fue terminado en 2024, poco antes del inicio del juicio. Al final de la obra, afirma: “Hoy en día, muchas asociaciones competentes que trabajan por la causa de las mujeres están demasiado solas en esta colosal tarea, y las víctimas, con mucha frecuencia aterrorizadas, están amordazadas por el miedo, pero también impedidas por el peso de la vergüenza y la culpabilidad. Mi madre, como tantas otras mujeres, no es culpable de nada. Rechacemos lo insoportable”.

En el interior del libro se había referido a dos novelas que hablan del abuso: “Desde hace ahora varios meses, asisto casi aliviada a la desculpabilización de la palabra de las mujeres víctimas de agresiones y delitos sexuales. Los libros El consentimiento, de Vanessa Springora (Grasset, 2020) y La familia grande (Seuil, 2021), de Camille Kouchner, me llegan al corazón. Durante mucho tiempo, su pasado pareció un callejón sin salida, el crimen ultrajó sus recuerdos, bloqueó su futuro. Y, sin embargo, encontraron la fuerza literaria para denunciar”. 

  1. Vanessa Springora

Vanessa, siendo menor de edad, y con la complicidad de su madre celestina y alcahueta, se convirtió en amante del intelectual francés Gabriel Matzneff. Ella tenía 14 y él 49. La exhibía como a un trofeo, en un ambiente cultural donde los amigos de Matzneff, grandes intelectuales, no lo veían mal.

Cuando ella es abandonada por Matzneff porque ya creció un poquito -le gustaban de 15 o menos-, no tiene amigos y a quien decide confesarle su dolor es a la pareja de Emil Cioran y su mujer, amigos de Matzneff, quienes le habían mostrado su cariño.

El “gran filósofo” le dijo: “Es un inmenso honor que te haya escogido. Tu papel es acompañarlo en el camino de la creación y plegarte a sus caprichos. Yo sé que él te adora. Pero muchas veces las mujeres no comprenden lo que un artista hombre requiere”. No voy a adjetivar ese comentario, pero ya no quiero volver a leer a Cioran. Springora cuenta esta historia en el libro El consentimiento, publicado en 2020. 

En 2021 dejó la dirección de Éditions Juillard. Imposible saberlo, pero podemos suponer que fue el “castigo” por denunciar la infamia. Victimizada y re-victimizada.

  1. Camille Kouchner

Es hija de Bernard Kouchner -uno de los fundadores de Médicos sin fronteras- y de la escritora Évelyne Pisier.  Se separaron y su mamá se volvió a casar con el politólogo Olivier Duhamel. Camille y su hermano Antoine tenían 12 años. El padrastro abusó de su hermano gemelo. Su mamá se dio cuenta y no quiso escuchar. Su tía sí. El incesto, asegura Camille: “es el último tabú de la sociedad que nadie quiere mirar a la cara”.

Al final del libro, señala: “No protegí a mi hermano, pero yo también fui agredida. Sólo lo comprendí hace poco: nuestro padrastro hizo tambien de mí su víctima. Hizo de mí su prisionera. Víctima de la perversidad. Pervertida, pero no perversa, mamá”.

No sé si como civilización podremos evitar estos abusos. Lo que sí sé es que es una obligación moral denunciarlos y, si tenemos la mala fortuna de vivirlos al interior de nuestro grupo moral o afectivo, hay que contarlo, porque, como dice Gisèle Pellicot, la vergüenza no está del lado de las víctimas sino del de los perpetradores. 

Tomado de https://morfemacero.com/