Los repetidos intentos de Donald Trump por desviar la responsabilidad de las acciones de su administración con respecto a la deportación de Kilmar Abrego García resaltan un preocupante patrón de desapego presidencial. Su defensa, inicialmente centrada en una imagen demostrablemente falsificada de la mano de García mostrando un tatuaje de «MS13», ejemplifica esto. A pesar de que la manipulación obvia de la imagen fue confirmada por expertos y fotografías legítimas, Trump y la Casa Blanca continuaron promoviéndola, planteando preguntas sobre su intención: engaño deliberado o ignorancia genuina.
Este patrón continuó en una entrevista en la Oficina Oval con Terry Moran de ABC News. Cuando Moran señaló la fabricación de la foto, Trump acusó al periodista de carecer de «amabilidad», esperando una obediencia incondicional. Además, cuando se le presionó sobre la orden de la Corte Suprema para facilitar el regreso de García a los EE. UU., Trump renegó de la responsabilidad, afirmando: «Yo no soy quien toma esta decisión. Tenemos abogados que no quieren hacer esto». Esta declaración contradice directamente la realidad de su autoridad ejecutiva. Si bien los abogados de la Casa Blanca pueden oponerse a la repatriación, en última instancia responden al presidente.
Este incidente no es un caso aislado. Trump se ha presentado repetidamente como desinformado o como un mero conducto de información de otros. Citó documentos no certificados como justificación de las acciones de su administración en el caso Abrego García, alegó ignorancia de los pagos a El Salvador por el encarcelamiento de inmigrantes y profesó desconocimiento sobre la desaparición de soldados estadounidenses en Lituania y el asesinato de un general ruso. Su respuesta a las preguntas sobre el escándalo del chat grupal de Signal fue igualmente evasiva.
Este comportamiento se hace eco de un análisis del *New York Times* de 2020 que describe a Trump como un «espectador» durante las primeras etapas de la pandemia de COVID-19. Cinco años después, esta descripción sigue siendo sorprendentemente acertada. Mientras participaba en actividades como jugar al golf y cambiar el nombre de accidentes geográficos, Trump parece desvinculado de asuntos críticos de seguridad nacional y política, ofreciendo encogiéndose de hombros y miradas vacías en respuesta a preguntas cruciales.
Este aparente desapego es particularmente irónico dada la frecuente crítica de Trump a la percibida incompetencia de su predecesor. Su propia falta de conocimiento y responsabilidad demostradas con respecto a eventos significativos genera serias preocupaciones sobre su idoneidad para el cargo. El patrón sugiere un presidente más interesado en asuntos periféricos que en cumplir con sus deberes constitucionales.
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