noviembre 8, 2025
Recuperando la política Negra revolucionaria

Recuperando la política Negra revolucionaria

Tomado de https://rebelion.org/

La crisis del pensamiento emancipador en que estamos inmersos se manifiesta en África de forma especial. El “afropesimismo” es un concepto en boga que define el marasmo ante una situación en la que no se reconocen herramientas de análisis capaces de aportar estrategias de acción idóneas. Se trata de un desánimo racializado en el que […]

La crisis del pensamiento emancipador en que estamos inmersos se manifiesta en África de forma especial. El “afropesimismo” es un concepto en boga que define el marasmo ante una situación en la que no se reconocen herramientas de análisis capaces de aportar estrategias de acción idóneas. Se trata de un desánimo racializado en el que el marxismo es desdeñado por “eurocéntrico”, olvidando sus contribuciones a las luchas del siglo XX, y se mira con desconfianza todo lo ajeno a la raza negra. En esta coyuntura, el politólogo Kevin Ochieng Okoth se plantea con África Roja, recién editado por Verso (trad. de Carmen Alonso Menéndez), reivindicar el legado de los grandes revolucionarios africanos del siglo XX y mostrar que existe una posibilidad real de compatibilizar marxismo y radicalismo Negro en la lucha por la liberación del continente. Un repaso cuidadoso de la historia, que alumbra sus hitos esenciales y recuerda a sus protagonistas, pone esto en claro, al tiempo que va dejando perfiladas actuaciones posibles.

Promesas y frustraciones del
espíritu de Bandung

En abril de 1955, Sukarno,
presidente de Indonesia, decidió celebrar la independencia de su
país, conquistada unos años antes, con una conferencia en Bandung
(Java) a la que asistieron representantes de veintinueve naciones de
Asia y África. La meta era reforzar la solidaridad entre países
recién emancipados y debatir sobre un orden mundial post-imperial
sin interferencia de Occidente. En plena Guerra Fría, el mensaje de
este evento era que los reunidos tenían sus propios criterios y
objetivos más allá del alineamiento con uno de los bloques
enfrentados. El paso siguiente se dio en 1961 en Belgrado, cuando se
creó formalmente el Movimiento de Países No Alineados, agrupando ya
a ciento veinte naciones de todo el mundo, y con Tito, Nehru y Nasser
como cabezas más visibles. La Conferencia Tricontinental de 1966 en
La Habana aportó nuevo impulso y propuso medidas concretas de
cooperación política, económica y militar para el tercer mundo.

Simultáneamente a estos
procesos, en África se daban otros específicos que retomaban las
labores de las conferencias panafricanas celebradas hasta entonces
fuera del continente. En diciembre de 1958 se convocó en Accra,
capital de la recién independizada Ghana, la Conferencia Panafricana
de los Pueblos, y allí muchos activistas anticoloniales exiliados
pudieron discutir sus estrategias. No obstante, a pesar de las buenas
intenciones, lo cierto es que las independencias de muchos países en
los años siguientes no supusieron avances reales para sus pueblos,
pues los intentos que hubo fueron abortados, con el asesinato de
Patrice Lumumba en 1961, el de Mehdi
Ben Barka en 1965 o el golpe de estado en Ghana en 1966, por ejemplo.
Después, la crisis económica de los 70 produjo un endeudamiento
generalizado, y la ofensiva neoliberal que siguió impuso planes de
ajuste que agudizaron la miseria. En este momento, las élites
burguesas nacionales habían sido ya captadas o desplazadas del
gobierno y una nueva clase dominante actuaba simplemente de correa de
transmisión de los poderes globales, aunque haciendo alarde de un
“nacionalismo diluido” no anti-imperialista, sino racial o
cultural.

La claudicación en los objetivos
emancipadores fue acompañada de una sustitución de los análisis
anticoloniales de base económica por los Estudios Decoloniales,
auspiciados por el lingüista argentino Walter Mignolo, que atienden
sobre todo a aspectos epistémicos, simbólicos y culturales. Okoth
juzga esta tendencia poco efectiva para la transformación social,
pues no considera adecuadamente la dinámica del capital, las clases
enfrentadas y los movimientos de resistencia, y tiende demasiadas
veces a enfrascarse en abstrusas conceptualizaciones y discusiones
académicas a las que se adivinan fines esencialmente curriculares.
En una línea similar, el “afropesimismo” que se desarrolla en
los campus de California en 2006 defiende una singularidad del
racismo antinegro que lo distancia de cualquier otra lucha
emancipadora y lo hace imposible de superar. Lo triste del caso es
que estas ideas, a pesar de sus bases teóricas endebles han
conseguido amplia influencia social. Por su parte, el camerunés
Achille Mbembe plantea que el afro-radicalismo de estirpe marxista
que capitalizó los procesos de independencia fracasó luego por su
fetichización del poder estatal y su carácter autoritario y no
tiene hoy nada que ofrecer.

Buscando vías de avance a
pesar de todo

El marxismo ha sido denunciado
como eurocéntrico, por ejemplo por Cedric J. Robinson en Marxismo
Negro
(1983), pero lo
cierto es que una lectura atenta del de Tréveris pone de manifiesto
que sí tiene en cuenta la importancia de esclavismo y racismo en el
desarrollo del capitalismo. Diversos autores posteriores han
argumentado sólidamente que el racismo es una consecuencia de la
explotación económica y no al revés, lo que explica la abolición
de la trata cuando las condiciones de los mercados fueron propicias.
La esclavitud se desliga de la raza también en situaciones
históricas que Okoth describe en Nigeria o en el Imperio español, y
que lo llevan a cuestionar los conceptos esquemáticos y
universalistas sobre los negros, como los de los teóricos del
afropesimismo.

Aimé Césaire y Léopold Sédar
Senghor ofrecen un buen ejemplo de un planteamiento que no cosechó
resultados. Ellos auspiciaron en Francia a partir de los años 30 su
movimiento de la “negritud”, una reflexión poética sobre la
esencia africana que carecía de músculo de transformación social,
como demostró luego el Senghor estadista en Senegal a partir de los
60. En oposición a esto la trayectoria de Amílcar Cabral representa
para Okoth un modelo de estrategia anticolonial exitosa, que tras la
independencia de Guinea-Bisáu en 1974 fue capaz de desarrollar un
enfoque del marxismo enraizado en la realidad de su país. Frantz
Fanon, analizado en detalle, muestra que más allá del radicalismo
negro de algunos de sus textos, se comprometió en la lucha
anticolonial, en la que veía una ventana de oportunidad para el
ideal emancipador.

El hecho es que tras las
independencias, el “socialismo africano” que trató de ponerse en
práctica dio paso pronto a políticas económicas al servicio de las
viejas metrópolis y autoritarismo creciente, como prueba el
recorrido por escenarios de todo el continente que realiza Okoth.
Este fracaso se incardinó a partir de los 80 con el neoliberalismo
que se impuso y afianzó un neocolonialismo depredador, capitaneado
por élites negras locales captadas. Según el análisis, el proceso
estaba viciado también al no potenciarse las fuerzas populares que
podían desafiar democráticamente al Estado. Lo que caracteriza la
situación actual es la ausencia de planteamientos anticapitalistas
capaces de sacar provecho de las mejores tradiciones anticoloniales
de una tierra pródiga en ellas.

Kevin Ochieng Okothexplora en África
Roja
el origen de los
problemas del presente en los proyectos fallidos y los errores del
siglo XX, pero extiende su crítica también a los que predican el
desánimo hoy mismo teorizando sobre un racismo impreso en el ADN de
Occidente. Más allá de esto, se nos demuestra con rigor en el libro
que hay un camino posible, de racionalidad y conciencia, para retomar
las movilizaciones y luchas por el socialismo en el continente negro.

Blog del autor:
http://www.jesusaller.com/.
En él puede
descargarse ya su último poemario: Los
libros muertos
.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Tomado de https://rebelion.org/