Como lo has leído en el titular, un elemento químico tan raro que en todo el planeta solo quedan unos 20 gramos. Aunque tiene su lugar en la tabla periódica, su existencia es tan corta que casi nunca logramos verlo ni estudiarlo bien.
¿Qué lo hace tan escaso?
La clave está en que es extremadamente inestable. Esto significa que apenas aparece, comienza a descomponerse casi de inmediato. La ciencia usa un concepto llamado «vida media» para explicar cuánto tiempo tarda la mitad de una muestra de un material en desaparecer, y en su caso hablamos de apenas unas horas. Es como si dejaras una fruta al sol, pero en vez de tardar días en pudrirse, se desintegrara en cuestión de minutos. Por eso, encontrar este elmeento en la naturaleza es prácticamente como buscar un copo de nieve en el desierto.
La inestabilidad de los elementos pesados
Para entender mejor por qué se descompone tan rápido, hablemos del núcleo atómico de los elementos pesados. Este elemento tiene más de 82 protones en su núcleo, lo que lo vuelve automáticamente inestable. ¿Por qué? Porque los protones, que son partículas con carga positiva, se repelen entre sí. Los neutrones que acompañan a los protones en el núcleo intentan mantener todo unido, pero cuando hay muchos protones, ya no es posible contener esa repulsión.
Por eso, los elementos pesados tienden a romperse en pedazos y se convierten en otros materiales más estables, como el plomo. Este proceso de «romperse» es lo que llamamos radiactividad, y es justamente lo que hace que elementos como el astato desaparezcan tan rápido.
¿Cómo se compara con otros elementos radiactivos?
Ahora, tal vez te preguntes: ¿y qué pasa con otros elementos como el uranio o el torio, que también son radiactivos? Estos elementos son más abundantes en la Tierra porque tienen vidas medias más largas. ¿Largas cuánto? En algunos casos, millones de años. Eso les ha permitido sobrevivir en la corteza terrestre desde que se formó el planeta.
FUENTE: Heatlhcare in Europe
» data-medium-file=»https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?fit=300%2C158&ssl=1″ data-large-file=»https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?fit=800%2C420&ssl=1″ tabindex=»0″ role=»button» class=»size-full wp-image-268625″ src=»https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?resize=800%2C420&ssl=1″ alt width=»800″ height=»420″ srcset=»https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?w=1200&ssl=1 1200w, https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?resize=300%2C158&ssl=1 300w, https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?resize=1024%2C538&ssl=1 1024w, https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?resize=768%2C403&ssl=1 768w, https://i0.wp.com/ensedeciencia.com/wp-content/uploads/2024/10/Copia-de-CABECERA-NUEVA-DIMENSION-2024-10-18T234923.382.jpg?resize=390%2C205&ssl=1 390w» sizes=»(max-width: 800px) 100vw, 800px»>
El astato, en cambio, no tuvo esa suerte. Hace millones de años, cuando se creó junto con otros elementos pesados, comenzó a descomponerse tan rápido que hoy solo quedan trazas microscópicas. Lo que encontramos actualmente de este elemento viene de la desintegración de otros materiales radiactivos, pero en cantidades tan pequeñas que casi no podemos detectarlo.
A pesar de que es casi imposible trabajar con el astato, para los científicos sigue siendo un misterio increíble. Es como el Santo Grial de la química: sabemos que existe, pero no podemos estudiarlo a fondo porque nunca dura lo suficiente para hacerlo. Su historia también nos enseña algo interesante: la tabla periódica tiene límites, y no todos los elementos pueden existir de forma estable. Algunos, como el astato, simplemente no están hechos para durar.
El astato es una rareza en el universo, un ejemplo perfecto de cómo algunos elementos simplemente no pueden mantenerse juntos por mucho tiempo. Lo poco que queda de él en la Tierra es como un recordatorio de que la materia, por más compleja que sea, también tiene fecha de caducidad. Aunque nunca tengamos en nuestras manos una muestra grande de este elemento, su historia nos permite entender mejor cómo funciona la radiactividad y por qué algunos materiales desaparecen mientras otros logran sobrevivir.
Comparte ciencia, comparte conocimiento.
Tomado de http://enseddeciencia.com/feed
Más historias
La píldora masculina, un avance esperado que nunca llega
Los límites de la tierra
Hito médico: identifican una nueva molécula que podría mejorar el diagnóstico y tratamiento de la artritis reumatoide