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Seguramente, desde que has tomado tus primeras clases, te has percatado de que los planetas, las estrellas y una gran cantidad de cuerpos celestes tienen una forma esférica, incluido nuestro planeta Tierra.
Podría parecer un tema curioso, pero lo cierto es que se trata de una consecuencia directa normal y natural de la masa y la gravedad que actúan sobre estos cuerpos celestes.
De acuerdo con Susana Barros, investigadora del Instituto de Astrofísica y Ciencias del Espacio en Portugal, quien explica que una de las condiciones para que un cuerpo sea considerado planeta debe tener suficiente masa para generar una gravedad capaz de moldearlo con una forma esférica.
Y aunque estamos acostumbrados a que un cuerpo esférico sea perfecto, en los planetas o cuerpos celestes esta regla no siempre aplica, por lo que esa esfera perfecta que esperamos ver no es real.
Tal y como explica Amirhossein Bagheri, investigador en ciencias planetarias y geofísica del Instituto de Tecnología de California, quien menciona que, aunque llamemos a los planetas «redondos», estos no lo son realmente.
Un claro ejemplo de esto es que nuestro planeta no es perfectamente redondo, sino que presenta un ligero abultamiento alrededor del ecuador, la cual es causada por la fuerza centrífuga generada por su rotación.
Este fenómeno se produce cuando los objetos que giran tienden a experimentar una fuerza hacia el exterior que afecta su forma, por lo que la Tierra adopta una forma más ancha en su parte ecuatorial.
Dicho abultamiento es más notorio cuando los planetas giran a velocidades mayores, llegando incluso a presentar polos aplanados y dándole forma más elipsoidal al planeta, como si de un balón de fútbol americano se tratase, explica Susana Barros.
No obstante, no es la única causa por la que los planetas pueden tener una forma alterada, ya que la proximidad con su estrella anfitriona también puede ser motivo para que los planetas tengan una forma poco convencional, incluso como la de una rosquilla.
Bagheri menciona que, cuando algún planeta está demasiado cerca de su estrella anfitriona, las fuerzas gravitacionales que se ejercen sobre él son de tal magnitud que podría sufrir una deformación considerable.
Ejemplo de ello es el planeta WASP-103 b, un gigante gaseoso que posee el doble del tamaño de Júpiter y que orbita una estrella mucho más grande que nuestro Sol.
La gravedad ejercida sobre este planeta es tal, que su forma se asemeja más a la de una lágrima, mientras que la cercanía y la rápida órbita de este planeta provoca que se aplane de sus polos, por lo que se genera una deformación adicional.
Créditos de imagen: nasa.gov
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Sin embargo, esta extraña forma no es suficiente como para que deje de considerarse un planeta esférico, aunque diste mucho de una figura esférica perfecta.
Incluso se ha propuesto que pudieran existir otros planetas con formas incluso aún más extremas, como los planetas toroidales, que podrían parecer rosquillas.
La hipótesis que sostiene esto plantea que, si un planeta girara lo suficientemente rápido, la fuerza centrífuga podría superar la gravedad que lo mantiene unido, dando lugar a esta peculiar forma.
Pero, a pesar de que se trata de una teoría fascinante, ha sido más considerada como ciencia ficción, ya que hasta el momento no se ha detectado ningún planeta que tenga estas características.
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Tomado de http://enseddeciencia.com/feed
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