septiembre 16, 2025

La glosa de O Ma

“Las ciudades del futuro tendrían que llamarse Diálogo, Perdón, Acuerdo, Confianza, Gracia y otra vez Confianza y Muchas Gracias. Las calles tendrían que llamarse Sitio de los Encuentros, Espacio de la Escucha Activa, Empatía, León Solar-León Atento”.Tomado de https://morfemacero.com/ ...

Ta Megala

Fernando Solana Olivares

“Jaló aire. Unas palpitaciones le apuñetearon las costillas, la garganta, las muelas. Una gota de cobre ácido le recorrió la columna. Un chillido le mordió los empeines. Las manos se le oxidaron al roce de los tubos, pero si se soltaba caería al fondo”.

       A las cosas mismas, pide la fenomenología. Así comienza O Ma, novela de Alberto Vital (El Tapiz del Unicornio, México, 2022), autor poliédrico para cuyo afortunado e incesante ejercicio de diversos géneros literarios (ensayo, poesía, narración y aun la enseñanza superior de la literatura) es más preciso el término de hombre de letras. 

      Una teoría del principio, despejada al final en un círculo que contiene lo contado, lo resuelto y lo tácito —reversos que son anversos o notas cuyo sonido es en y por el silencio—, establece que las palabras iniciales son la síntesis de un conjunto narrativo y contienen una totalidad en germen, como un acto en potencia a la manera de una semilla: “Jaló aire”. 

       Quien lo hace es el personaje central de O Ma, Arsenio Fuentes, a las 03:45 horas de un 28 de diciembre, situado temporalmente en un hoy que es un mañana apenas adelantado. Todo tiene que ver con todo: la condición angustiante del protagonista desde la primera imagen, un hombre que se ahoga; la fecha cuando la historia se inicia, un día trivalente que alude a la vez al martirio de los Inocentes, al engaño de los incautos y lo mismo a una Fiesta de los Locos celebrada desde el medioevo; el nombre del personaje, Arsenio, cuyo significado en griego es “varón enérgico” y conserva resonancias de aquel fantástico ladrón llamado igual y apellidado Lupin; la deformación paródica del nombre en Arsénico, como las burlas filiales le dirán durante su infancia; el apellido Fuentes, otra advocación de doble vía tanto en el significado literal de la palabra o el guiño al novelista mexicano que lo lleva, como en el hecho mismo del comienzo: el agua del drenaje a la que él había caído (“¿Agua? Líquido sucio. ¿Soy eso? ¿Líquido sucio y viscoso”) y en la cual debe jalar aire para salvarse.

       En esa imagen también está el comienzo de la vida cuando el recién nacido debe llenar de oxígeno los pulmones y existir desde el llanto ontológico. Debe jalar aire y entonces comenzar a ser. Arsenio, vuelto a la existencia, jalando aire recuperará el ser. 

       Trazada en escorzos, bocetos apenas referenciales pero en su rapidez suficientes —una velocidad letárgica—, con una extensión que la acerca al cuento largo, el ritmo de O Ma obedece a una necesidad estructural quizá rulfianamente dictada por la exigencia de mostrar antes que relatar. Su composición temporal, un diario de horas que comienza en la madrugada y concluye por la tarde, más un epílogo nocturno fechado cuatro días después, emplea supresiones del significado para tocar el corazón de la historia. “Una especie de escritura minimalista hecha de pura fibra”, la definirá con razón José Martínez Torres al prologarla.

        Junto con Arsenio, un tal O Ma, alias N, jovencísimo y torpe debutante de sicario encargado de asesinar al arquitecto Arsenio Fuentes debido a una causa secundaria, es el otro personaje principal que dará nombre a este quintaesenciado fresco literario mediante un apodo proveniente de una canción materna de la cual sólo ha retenido esas dos voces del comienzo de la letra.   

       Tal aparente ligereza nominativa (¿el nombre es la cosa?) posee en este juego de trampantojos otra densidad. El apodo de O Ma es el vago recuerdo de una madre diluida para ilustrar la intemperie emocional del joven quinceañero que parece un niño, pero en su fonética resuena la sílaba primordial, Om o Aum, vibración fundante conforme al hinduismo y al budismo que da origen al universo, los sonidos, las palabras, los seres y las cosas. O Ma, alias N, contiene un principio. Aquel sagrado del érase una vez, propio de todo contar, pero además el de una variante metatextual privativa de la educación sentimental que desarrolla la trama, el tejido literario de Alberto Vital.

       El arquitecto Arsenio Fuentes y sus hermanos mayores, Luis, médico, y Roberto, sacerdote —con quienes transcurre un diálogo fundamental sobre la fe, el espíritu, la materia, la ciencia, la vida vivida, el creer en algo o en nada o reservarse la decisión, los recuerdos familiares, presentando el intercambio más largo y determinante de la obra— formarán el triángulo discursivo (tres: otra fórmula simbólica) para dar lugar a la metamorfosis de Arsenio y O Ma en la novela. 

       Dar lugar a su operatividad genérica enseñada desde los clásicos: las peripecias que viven los personajes, el re-conocimiento de los personajes a partir de ellas, la psicología y verosimilitud de los personajes como lograda consecuencia. Asimismo a su preceptiva moral, que pide descubrir lo que sólo una novela puede descubrir como única razón de ser de una novela. Pide dar lugar al conocimiento —para el autor al tiempo que para el lector— de una parte hasta entonces desconocida de la existencia humana y la incognoscible conciencia que la constituye.  

       Los demás protagonistas: Diana, enfermera que protege, ampara y cura; Gaudencio o Gabriel, homeless salvador y caritativo; Ana, presencia evocada y a la vez diluida ante la urgencia de las circunstancias; Olimpia, oscuro y luminoso objeto del deseo;  Cuauhtémoc, taxista de breves pero suficientes sueños domésticos, e incluso una urraca semiótica que O Ma sacrifica con ligereza para probar la pistola con la que debe cumplir su encargo criminal, todos ejemplifican una galería de caracteres literarios que, con ciertos toques escénicos de disolvente posmodernidad en humor negro más la mezcla del diálogo interior de Arsenio Fuentes y la narración indirecta de quien cuenta la novela, hacen de ella una asombrosa (a-sombro: quitar la sombra) pieza literaria de alta destreza, perfecta desde su imperfección —como lo es toda obra estética—, ilimitada en su extensión limitada, memorable en su rápida ligereza que tan pronto desaparece se vuelve icástica en la memoria del lector, envuelto entre los ecos de su escritura.

       “Las ciudades del futuro tendrían que llamarse Diálogo, Perdón, Acuerdo, Confianza, Gracia y otra vez Confianza y Muchas Gracias. Las calles tendrían que llamarse Sitio de los Encuentros, Espacio de la Escucha Activa, Empatía, León Solar-León Atento”. A las 21:02 horas de un 1 de enero, O Ma cierra el círculo de una esfera geométrica. Con un toque de zumbona esperanza, el principio se convierte en su final.   

Tomado de https://morfemacero.com/