septiembre 17, 2025

Domingo de reflexión | Tercer domingo de Adviento

La liturgia del tercer domingo de Adviento nos invita, entre otras cosas, a ser hombres...

La liturgia del tercer domingo de Adviento nos invita, entre otras cosas, a ser hombres y mujeres alegres, que irradiemos a nuestro alrededor un gozo desbordante que contagie y anime a quienes conviven con nosotros.

Pero, ¿Cómo podemos ser personas alegres? ¿Cómo mantener el gozo en nuestro corazón, cuando nos vemos sumergidos en constantes situaciones de sufrimiento y tensión? ¿Cómo ser personas felices en medio de la inseguridad y la violencia? ¿Realmente es posible, hoy en día, ser felices? La palabra de Dios nos exhorta precisamente a cultivar esta actitud de vida: “me alegro…, me lleno de júbilo…, mi espíritu se alegra…, vivan siempre alegres… pues esto es lo que Dios quiere de ustedes en Cristo Jesús”.

Esta alegría será plena y permanente siempre y cuando tenga como origen a Dios mismo, ya que sólo el Señor hace al ser humano feliz. Las demás “alegrías” serán pasajeras puesto que estarán asociadas a cosas materiales que hoy tenemos y mañana ya no.

Tener al Señor Jesús en nuestro corazón, experimentar su acción salvadora que nos renueva, prepararnos con fe a su Nacimiento, serán realidades muy grandes que producirán gozo en nuestro interior. Quizá los problemas y enfermedades sigan ahí, no se solucionen; pero al contar con la presencia de Dios nuestro Señor, sencillamente las cosas se verán de manera diferente, con optimismo y esperanza; porque al poner todo en sus manos paternales, Él nos protegerá con su misericordia.

Por otra parte, la figura de Juan el Bautista vuelve aparecer este domingo. Él es “testigo de la luz”, tiene una conciencia muy clara de su identidad, es “la voz del que clama en el desierto”, es una persona humilde y sencilla. Tenemos, por consiguiente, cuatro sugerencias muy concretas: primera, no perder de vista la importancia que tiene hoy en día el testimonio que debemos dar acerca de Jesucristo; segunda, ser conscientes de nuestra identidad de discípulos misioneros; tercera, no desfallecer en la misión a pesar de los resultados adversos como si estuviésemos predicando en el desierto; y cuarta, ser personas humildes y sencillas en el trato con nuestros hermanos.

Roguemos al Señor, en la eucaristía de este tercer domingo de Adviento, que nos conceda ser felices en nuestro discipulado misionero, dando testimonio de Jesucristo, con humildad, sencillez y valentía. Así sea.

¡Que tengan un excelente domingo!

Tomado de https://www.elsoldehermosillo.com.mx/rss.xml

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