septiembre 14, 2025

Diario de Gaza II

El recuento de las atrocidades sionistas que quieren convertir a Gaza en “una isla desierta”, “una ciudad de tiendas de campaña” cuya población será expulsada al desierto egipcio del Sinaí, resulta esalofriante. Los nazis ocultaron el holocausto judío todo lo que...

Ta Megala

Fernando Solana Olivares

Un proverbio latino dice que lo que se puede afirmar sin evidencias, puede descartarse sin evidencias (“Quod gratis asseritur, gratis negatur”). La limpieza étnica de Gaza o el genocidio sionista contra los palestinos emprendido desde el 7 de octubre pasado se sostiene en atroces evidencias que están a la vista de todos, así quieran ser  ocultadas por los intereses occidentales hegemónicos que controlan la información mundial. En cambio, las justificaciones sionistas para la aniquilación del pueblo palestino no están sostenidas más que en las repetidas afirmaciones de una falsa verdad. Ese crimen de lesa humanidad —“por primera vez en la historia una matanza sistemática de civiles frente a las cámaras de televisión”— se muestra todos los días en una incesante espiral del horror.

La ocupación armada de Palestina dirigida por los supremacistas judíos se inició en 1948 con la decisión de la ONU para crear dos Estados, uno hebreo y otro árabe. Antes de que se trazaran sus fronteras, que contemplaban el 55 % del territorio para los árabes y el 45 % para los judíos, los sionistas iniciaron la expulsión del pueblo palestino y asesinaron al representante especial de la ONU encargado de supervisar la creación de los dos países. Armados por los ingleses, los supremacistas judíos derrotaron a los países árabes que trataron de impedir la ilegal expulsión de los moradores históricos de Palestina. 

El Estado de Israel, como observa Boaventura de Sousa, se creó sobre la base de una operación masiva de limpieza étnica: 750.000 palestinos fueron expulsados en 1948, más de 300.000 después de la guerra de 1967, y ahora lo serán cerca de dos millones de personas. Hasta hoy han sido inútiles todas las resoluciones de la ONU en contra de la ilegal ocupación judía de Palestina, invariablemente vetadas por Estados Unidos. Sin embargo, hasta “la más pronorteamericana de las organizaciones de derechos humanos”, Human Rights Watch, caracteriza a Israel en un informe de 2021 como un Estado que ha puesto en práctica el apartheid, un racismo estructural definido desde 1976 como un crimen colectivo por la Asamblea General de la ONU. La potencia ocupante controla los territorios de los que se ha apoderado (Jerusalén Este, Cisjordania palestina, la Franja de Gaza) y subordina al autogobierno palestino. “La opresión es sistemática y la discriminación es institucional: expropiación de tierras, cambio forzoso de residencia, control de movimientos de los habitantes, gestión autoritaria del agua y la electricidad, negación de servicios esenciales como las vacunas contra el Covid-19”. Además de la destrucción metódica de hospitales y escuelas, la confiscación de los lugares sagrados islámicos y la prohibición a sus fieles para ingresar libremente a ellos. 

Esa prisión al aire libre, la más grande del mundo, no ha provocado ningún juicio internacional ni condena unánime a Israel por sus crímenes. La razón es obvia: los valores occidentales sólo se utilizan cuando conviene al imperio anglosajón y sus satélites europeos para beneficiarse de ellos. De ahí que Palestina represente una destrucción masiva de sentido, a la vez que “un descodificador de la hipócrita falsedad de los mecanismos dominantes para hacer prevalecer los valores occidentales que incesantemente conducen a su propia violación”. Un terrorismo de Estado sostenido con las armas más sofisticadas provistas por Estados Unidos, concluye Boaventura, “para mantener a un pueblo indefenso en estado de terror constante desde 1948”. 

El ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre, dejando más de 1,400 muertos y 240 rehenes, provocó la implacable y desmedida respuesta de Israel. En esta guerra asimétrica el lenguaje y su falsificación mediática han jugado un papel esencial. Antes del asalto palestino las provocaciones judías no habían existido. Tampoco la invasión de la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén o los disparos contra los creyentes islámicos en oración durante el mes sagrado del Ramadán o los intentos crecientes de organizar el culto judío ahí mismo o los ataques de fanáticos judíos contra casas y negocios árabes o la constante expulsión armada de sus propiedades contra vecinos palestinos y pequeñas aldeas de Cisjordania cometida por colonos israelitas. La culpa de todo ello es de Hamás e Israel sólo se defiende. Por eso los ataques israelíes causan muertos civiles “inevitables”, así sean niños —utilizados por Hamás como escudos humanos según la potencia ocupante—, pero en cambio todos los israelíes muertos son “asesinados”.

Sara Roy, especialista judía-estadounidense en Gaza y Cisjordania e investigadora del Centro de Estudios de Oriente Medio de la Universidad de Harvard, cuyos padres fueron deportados a campos de exterminio nazis, escribió recientemente una carta abierta a Joe Biden: “Estimado señor presidente: ¿Cuándo se vuelve inaceptable la muerte de un niño palestino? O acaso debería formular la pregunta de este modo: ¿cuándo concederá usted a una vida palestina el mismo carácter sagrado que a una israelí?” 

Otro historiador, el palestino-estadounidense Rashid Khalidi, observa que la limpieza étnica sionista contra Palestina hasta ahora se había estado llevando a cabo en relativo silencio, sin el interés de los medios de comunicación masiva. Menciona las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos —“la voz más importante del país, aunque no tenga mucha voz”— quien ha equiparado a Hamás con el Estado Islámico, pues aquel es “la pura maldad, peor que el Daesh”,  un nuevo 11-S. Es lo más alto que se puede llegar en la escala del apocalipsis, escribe el académico, consistente con la propaganda sionista de que Hamás es una banda terrorista. El hecho de que sea un gobierno electo democráticamente en Gaza y represente una organización política, social, cultural y religiosa no tiene ninguna relevancia.   

Durante un debate legislativo en Florida la representante demócrata Angie Nixon, que impulsaba una resolución de alto al fuego para detener los ataques de Israel contra Gaza, preguntó: “¿Cuántos palestinos, además de los más de 11.000 que hasta hoy se cuentan, deben morir para que cesen las hostilidades?” “Todos ellos”, le respondió imperturbable Michelle Salzman, legisladora republicana. Los legisladores rechazaron la propuesta de Nixon con 104 votos en contra y 2 a favor. Michelle Salzman no se retractó de su escalofriante llamado al genocidio palestino. Quedó consignado en el diario de debates. Unos días después la emisora estatal israelí Kann News subió a sus redes un video donde cinco jovencitas judías estudiantes de secundaria cantaban a coro una canción escolar: “Aniquilaremos a todos. Le mostraremos al mundo cómo destruimos a nuestro enemigo”. En la pantalla del video se mostraban los demoledores bombardeos contra Gaza, que las chicas festejaron patrióticamente.

Además de las metas declaradas por el ejército israelí para destruir a Hamás y recuperar a los rehenes, otras intenciones están detrás de su aniquilación y limpieza étnica. El territorio palestino ocupado y la costa mediterránea de la Franja de Gaza cuentan con importantes reservas de petróleo y gas natural con un valor estimado en cientos de miles de millones de dólares, cuya propiedad y derechos naturales de explotación le han sido arrebatados a Palestina por Israel. Primero intentando bloquear mediante medios legales ante tribunales hebreos el derecho de la Autoridad Palestina para otorgar permisos de perforación y exploración de energía, y después por la fuerza. Después de que Hamás llegara al poder en la Franja de Gaza, Israel lanzó en 2008 con el apoyo de Estados Unidos su operación Plomo Fundido. Mató entonces más de 1.400 árabes y se apoderó de los yacimientos de gas en aguas territoriales palestinas. La ministra de Energía israelí Karine Elharrar firmó en 2022 un memorándum de entendimiento con la Unión Europea para venderle gas natural. “Este es un momento histórico en que el pequeño país de Israel se convierte en un actor importante en el mercado energético mundial”, decía el documento. El gas, el petróleo y el agua de Palestina son robados por Israel. Negocios en tiempos de guerra.

La editora de poesía del New York Times, Anne Boyer, dimitió en protesta por la sangrienta ocupación de Gaza. En su carta de renuncia, publicada por La Jornada, advirtió que la guerra no hará que Israel, Estados Unidos o el pueblo judío estén más seguros, pues su beneficio sangriento es para los intereses petroleros y los fabricantes de armas. “Es una conflagración continua contra el pueblo de Palestina, que ha resistido durante décadas de ocupación, desplazamiento forzado, privaciones, vigilancia, asedio, encarcelamiento y tortura”, escribió. Su renuncia, sin decirlo explícitamente, también fue una protesta ante la manipulación informativa y el doble rasero del periodismo estadounidense en la masacre.

La brutalidad del ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre despertó una comprensible simpatía y solidaridad en Occidente. Pero no así el devastador ataque de Israel contra Gaza, con 11.400 palestinos muertos hasta hoy (4.700 niños, 3.155 mujeres y 668 ancianos), que ha arrasado barrios enteros de la Franja de Gaza y provocado la expulsión de más de un millón y medio de desplazados. Tampoco ha despertado condena en Occidente la decisión de Israel de cortar los suministros de agua, alimentos, médicos y combustible a Gaza. Una acción considerada un grave crimen de guerra según el derecho internacional, denunciada en otros lugares como “actos de puro terror” por los gobiernos occidentales, que en este caso se ha justificado y hasta defendido, como señala el periodista Khaled Elgindy, una voz aislada entre tantas otras en la prensa occidental: “Las muestras públicas de simpatía o solidaridad con las víctimas palestinas se consideran inaceptables y son consideradas como ‘insensibles’ o incluso ‘proterroristas’ por los funcionarios y la multimedia occidental. En el ambiente ‘juego de suma cero’ (donde la pérdida de un lado es igual al beneficio del otro) que se vive en la política estadounidense, sólo las víctimas israelíes son dignas de ser reconocidas”. No hay ningún tipo de empatía hacia los palestinos, “animales humanos”, “salvajes que tienen que ser erradicados”. En cambio, cualquier crítica al genocidio israelí se considera antisemitismo. Su condición de víctimas históricas le garantiza una permanente inmunidad a Israel.

El recuento de las atrocidades sionistas que quieren convertir a Gaza en “una isla desierta”, “una ciudad de tiendas de campaña”, cuya población será expulsada hacia el desierto egipcio del Sinaí, resulta escalofriante. Los nazis ocultaron el holocausto judío todo lo que pudieron. El sionismo judío muestra al mundo sin pudor ni remordimiento algunos el sacrificio palestino que ha provocado. La destrucción y asalto militar del hospital Al-Shifa y sus centenas de heridos y pacientes, varios bebés entre ellos, no tiene paralelo histórico. La muerte de inocentes palestinos y la supresión de todo un pueblo supera el entendimiento, ha denunciado Volker Türk, alto comisionado de la ONU para los derechos humanos. Netanyahu es un asesino de niños peor que Herodes, acusó Petro.

El genocidio y la limpieza étnica del sionismo en Gaza será equivalente a lo que la explosión de Chernobil significó para precipitar el derrumbe de la Unión Soviética. Mientras la atención se concentra en las masacres de civiles cometidas en Israel y exponencialmente en Gaza, se pierden de vista los efectos que esta masacre hasta hoy impune provocará en el mundo, considera Thierry Meyssan: “Israel y el Imperio estadounidense desaparecerán en pocos años. Quienes luchen contra la marcha de la Historia no lograrán otra cosa que provocar más guerras sin sentido y gran número de muertos inútiles”. Entretanto, el horror.

Este 22 de noviembre Israel y Hamás acordaron una tregua temporal para la liberación de rehenes judíos a cambio de prisioneros palestinos. “No nos detendremos después del cese del fuego”, advirtió sin embargo Netanyahu. El Departamento de Estado estadounidense expresó su preocupación ante los periodistas que durante esos días podrán entrar a la Franja de Gaza y mostrarán al mundo la catastrófica destrucción que ha sufrido. Mientras tanto, actrices como Susan Sarandon son despedidas por compañías de Hollywood después de hacer declaraciones a favor de Palestina y llamando a la paz.  

Armagedón ya comenzó. 

Tomado de https://morfemacero.com/