septiembre 18, 2025

Escribir sin concesiones: Clarice Lispector

“Querida Clarice: tus lectores agradecemos tu soledad rodeada de gente, tus ojos tristes pero siempre abiertos, tu falta de esperanza, tu aguda visión de la miseria de las almas. ¿Qué haríamos sin ti, antídoto del optimismo ramplón, que nos quiere convencer...

El laberinto del mundo

José Antonio Lugo

I. La literatura brasileña 

Algunos grandes escritores brasileños han sido João Guimarães Rosa, autor de Gran sertón; veredas; el escritor costumbrista Joaquín Machado de Assis; Euclides da Cunha, autor de Los sertones; el escritor brasileño más leído, Jorge Amado, autor de Doña Flor y sus dos maridos y de Teresa Batista, consada de guerra; el abogado forense Rubem Fonseca, autor de El cobrador y Grandes emociones y pensamientos imperfectos, dos grandes novelas; Nélida Pinón, recientemente fallecida; los poetas Carlos Drummond de Andrade, Ledo Ivo y Chico Buarque. En esa constelación de escritores destaca una flor rara, nacida en Ucrania, criada en Alegoas, –en el nordeste de Brasil–, una de las grandes escritoras no sólo de Brasil, sino de la historia de la literatura.

II. De Basilio Losada. 

Este crítico y traductor español afirmó sobre Clarice, en el prólogo de Cerca del corazón salvaje: «No creo que haya en ninguna literatura de nuestro tiempo un ejemplo tan perfecto de literatura de mujer, y quizá nadie ha llegado a una precisión, a veces incluso obsesiva pero pausible siempre, de las posibilidades de la palabra como manifestación de mundos interiores». Quizá hoy podamos agregar a Olga Tocarzuk, a Vivian Gornick, a Anne Hernaux. 

III. La obra de Clarice Lispector

En cierto modo todas sus obras son una sola. En su primera novela, ya mencionada, afirma: «Yo toda nado, fluctúo, atravieso lo que existe con los nervios, nada soy sino el deseo, la rabia, la vaguedad, palpable como la energía». En El mundo según GL, el narrador afirma: «Si abandono la esperanza, rindo homenaje a mi carencia, y esta es la mayor gravedad del vivir. Y, porque asumí mi falta, la vida está a mi alcance. Muchos fueron los que abandonaron todo lo que poseían, y fueron en busca de un hambre mayor». Sus relatos son igual de inquietantes. Destacan la historia de una gallina que trata de sobrevivir a su destino, el de ser vuelta caldo; la de una pigmea, negra y oscura, que vive en los árboles y a quienes todos ven como bicho raro –así se sentía Clarice–, que en una novela se ve a sí misma como víbora y en otra como cucaracha-.

III. Felicidad clandestina

En su maravilloso relato del mismo nombre, nos cuenta la historia de una niña perversa que promete prestarle un libro a la protagonista. Cada día va y ella le dice que lo ha prestado a otra. Hasta que la mamá descubre la tortura diaria, el sadismo cotidiano, y obliga a su hija a darle el libro. «Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí siempre habría de ser clandestina. Era como si ya lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire… Había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada. A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. Ya no era una niña con un libro: era una mujer con su amante»

Querida Clarice: tus lectores agradecemos tu soledad rodeada de gente, tus ojos tristes pero siempre abiertos, tu falta de esperanza, tu aguda visión de la miseria de las almas. ¿Qué haríamos sin ti, antídoto del optimismo ramplón, que nos quiere convencer de que todo es bello? Gracias por tu lucidez amarga, filosa como daga. 

Tomado de https://morfemacero.com/