septiembre 14, 2025

La devastación de pachucos

"Durante la madrugada del 2 de agosto, “Hank” y sus amigos estuvieron buscando a quienes les propinaron una golpiza a él y Dora. Llegaron al rancho Williams, conocido por sus albercas como “Laguna Adormilada”, donde se celebraba un cumpleaños. Allí estuvo...

Culturas impopulares

Jorge Pech Casanova

Raymond Chandler pudo haber escrito una gran novela de misterio policial con el tema, pero en el argumento hubiese tenido que presentar a muchos mexicanos decentes, así que omitió hacerlo. Al demasiado “blanco” Chandler, los mexicanos le servían muy bien como villanos o parias en sus libros.

Chester Himes, por su parte, por ser afroamericano y observar con mirada severa la discriminación que sufrió en Los Ángeles, escribió un artículo titulado “Los motines Zoot son motines raciales”. Luego hizo referencia a estos sucesos en su novela de 1945 El pacto de los canallas.

En su artículo de 1943, Himes llamaba “pachucos” a los jóvenes mexicanos que portaban trajes Zoot (de pachuco) y eran los principales afectados por la violencia callejera, que en realidad debió denominarse motines de marinos con licencia, pues fueron reclutas de la armada, de permiso en la ciudad, quienes encabezaron durante una semana los enfrentamientos callejeros con adolescentes y jóvenes de origen mexicano.

Antes del 3 de junio de 1943, cuando comenzaron los ataques masivos contra descendientes de mexicanos en Los Ángeles, un crimen misterioso había atizado el odio hacia los jóvenes conocidos como pachucos y sus desafiantes trajes de saco con grandes hombreras y largo tiro, que complementaban con pantalones abombados y sombreros de ala ancha. Curiosamente, ese estilo fue sugerido por los trajes confeccionados por Frederick Scholte para el duque de Windsor Eduardo VIII, los cuales adaptaron los músicos de jazz en Estados Unidos.

La noche del 1 de agosto de 1942, Henry “Hank” Leyvas y su novia Dora Barrios, jóvenes chicanos de familias trabajadoras, fueron asaltados por desconocidos mientras iban de paseo. Leyvas pertenecía a una pandilla, como muchos jóvenes de entonces, y era muy orgulloso. Recientemente lo habían aceptado en la marina mercante; con su uniforme de marinero, se preparaba a desafiar los peligrosos mares de la Segunda Guerra Mundial.

Durante la madrugada del 2 de agosto, “Hank” y sus amigos estuvieron buscando a quienes les propinaron una golpiza a él y Dora. Llegaron al rancho Williams, conocido por sus albercas como “Laguna Adormilada”, donde se celebraba un cumpleaños. Allí estuvo minutos antes José Gallardo Díaz, quien trabajaba en el rancho y se había retirado con sus amigos Luis “Cito” Vargas y Andrew Torres, luego de involucrarse en una riña.

Lo que sucedió al llegar Leyvas y su pandilla a “Laguna Durmiente” jamás se ha podido precisar. Se sabe que hallaron a José Díaz tirado cerca de la carretera, muy mal herido, y poco después atacaron a los asistentes al cumpleaños. Después abandonaron el sitio.

Al levantar al lesionado y examinarlo, un médico dijo que presentaba puñaladas. José Díaz murió en el hospital sin poder señalar a sus asesinos. Su autopsia dictaminó que presentaba heridas semejantes a las de un automóvil que lo hubiese arrollado, o a la de una caída en la que se golpeó fuertemente la cabeza. No se le registró herida alguna de arma blanca.

La policía detuvo a “Hank” Leyvas, a 17 jovencitos de la Pandilla de la Calle 38 y a cinco muchachas ligadas con ellos, incluyendo a Dora Barrios y a Lorena Encinas. Once de los muchachos, incluyendo a Leyvas, fueron condenados por asesinato y enviados a la prisión de San Quintín. Las jóvenes —por negarse a revelar el nombre del asesino de Díaz— fueron internadas en la temida Escuela Ventura para Muchachas, de sistema altamente represivo.

El juez Charles William Fricke, notorio por mantener sobre su escritorio la imagen de un cráneo humano, sentenció a los pachucos de la Calle 38, sin importarle que era menores de edad, ni que la policía los torturó y sometió a tratos inhumanos y degradantes para arrancarles confesiones.

Un comité ciudadano defendió a los pachucos presos hasta lograr su liberación en 1944 por fallas procesales de Fricke. Sin embargo, tras anularse la investigación inicial, el homicidio de José Díaz nunca fue vuelto a llevar a juicio.

Cuando faltaba un mes para el primer aniversario del asesinato de Díaz, grupos de marinos de guerra desembarcados en los muelles de Los Ángeles comenzaron a atacar a jovencitos descendientes de mexicanos, a los que identificaban por sus trajes de pachuco. Los pachuquitos contratacaron después de que algunos recibieron salvajes palizas. El 3 de junio ocurrió el primer gran enfrentamiento callejero. Los disturbios se extendieron hasta el 8 de junio, cuando el alcalde ordenó una gran redada para pacificar la ciudad. Pero sólo los pachucos fueron a la cárcel.

Chester Himes explica así los incidentes: “Creo que algunos policías de Los Ángeles o un grupo policíaco sugirió a algunos marinos que se juntaran para atacar a los trajeados. Todos saben que ha sido una prolongada y amarga queja de la policía de Los Ángeles que no se les permitiera darles palizas a los pachucos. Así que quizá pusieron a los marinos a dárselas”.

Al año siguiente de los disturbios, Leyvas y sus amigos fueron liberados, pero sus antecedentes penales los perseguirían toda la vida. “Hank” nunca se casó, tuvo otras entradas a la cárcel y estableció un restaurante en Los Ángeles. Ahí murió de un paro cardíaco en 1971.

Al año siguiente, mientras intentaba asaltar un banco, Louis Jesus Encinas, hermano de Lorena Encinas, se suicidó. Terminó así con una vida dedicada a la delincuencia desde 1937, tras la prematura muerte de su padre.

Lorena, su hermana, vivió hasta 1991. Antes de morir, reunió a su familia y le confesó que Louis Jesus y un grupo de amigos habían atacado a José Gallardo Díaz hasta dejarlo herido de muerte. Pese a la confesión de Lorena, el asesinato de José Díaz, que tantos males atrajo a la población chicana de Los Ángeles, sigue oficialmente sin resolver. La mujer tenía 69 años al fallecer. Había nacido en 1922.

Luis Valdez recreó los disturbios angelinos de 1943 en su obra teatral de 1979 Zoot Suit (Fiebre latina), que llevó al cine con Edward James Olmos en 1981. Jamás se ha rehabilitado oficialmente la memoria de Henry Leyvas y los 17 pachucos injustamente sentenciados por el juez Fricke hace ochenta años.

Tomado de https://morfemacero.com/