Eduardo Subirats
La novela moderna, la novela que representan las Metamorfosis del escritor latino Apuleius o Don Quijote de Cervantes, nace con un narrador individual, y entreteje una red de asociaciones metafóricas en torno al carácter, la personalidad y la constitución subjetiva del sujeto literario. Los ejemplos se pueden prodigar. Pero podemos seguir con estas mismas dos novelas: Metamorfosis y Don Quijote. En un caso tenemos el relato de una iniciación individual a los misterios de Isis; en el otro, la constitución de una relación dialéctica ejemplar entre dos existencias diferentes y en muchos aspectos opuestas: el caballero y su escudero. En este mundo histórico que llamamos moderno, a falta de cualquier signo de identidad que no sea su poder tecnológico y militar de dominación científica, esta constitución literaria del sujeto simplemente se desmorona. Tres ejemplos: Kafka, Beckett, Rulfo. En el primero tenemos el relato de una deconstrucción de la conciencia moderna hasta el extremo de asumir como un destino la lógica de su propia extinción, descrito desde la perspectiva de un narrador. En Beckett tenemos la fusión de narrador y protagonista literario en el proceso narrativo de su desintegración y autodisolución intelectual y física en un incierto inframundo. En Pedro Páramo de Rulfo nos encontramos con un cuadro ligeramente diferente: sus personajes femeninos diluyen sus perfiles individuales en las metáforas ya casi irreconocibles de antiguas diosas, bajo el poder corrupto de un cacique y un sacerdote como representantes del poder colonial y postcolonial hispánico. La novela Hormiguero (El tapiz del unicornio, México, 2023) de Fernando Solana debe verse desde esta perspectiva existencial: la disolución del “sujeto moderno” y el asedio de un orden moral, social y político, que en este caso es más bien un desorden civilizatorio. La metáfora del “hormiguero” señala precisamente esta dimensión.
Técnicamente esta novela se compone a partir de micronarraciones breves que integran un collage heterogéneo de situaciones. El conjunto de estas mini-historias entreteje un relato poderosamente rítmico, de lectura rápida y entretenida. El narrador, por otra parte, es una presencia mínima y minimalista. Contempla las acciones dramáticas, incluso las más perturbadoras, desde una distancia que le permite una fría indiferencia y ningún vínculo emocional con lo narrado, mucho menos con el lector.
Pero la novela de Solana se inserta directamente en esta tradición literaria del siglo veinte, en la medida en que pone de manifiesto no sólo la desaparición del narrador, sino también el colapso ético de una sociedad contemporánea en los paisajes literarios más diversos, desde un crimen horripilante de sadismo sexual hasta una sublime escena de amor. Y lo mismo que Pedro Páramo, disuelve los sujetos literarios en una multitud anónima y proteica de manera que expone las formas de vida de una nación y una edad oscura.
Quiero hacer una última observación. México cuenta con una larga historia de decadencia; o mejor, cuenta con una historia de cinco siglos que coincide con la prolongada destrucción genética y simbólica de su pasado precolonial, sin que esta destrucción haya podido dar lugar a una forma nueva y estable de vida. La novela de Pedro Páramo debe verse desde esta perspectiva profundamente mexicana, que ciertamente la banalidad escolástica de la academia anglosajona ha encubierto bajo la torpe categoría de realismo mágico. Y me parece altamente interesante comparar la novela Hormiguero con la novela de Juan Rulfo.
Ambas describen una colectividad agónica, o si se prefiere una sociedad en proceso de deconstrucción; ambas novelas abordan toda clase de detalles económicos, culturales, sexuales y políticos de este proceso de disolución interna. Sus protagonistas son, sin excepción, sombras de seres ausentes en un caso, y víctimas del abuso y el crimen, en el otro. Tanto Rulfo como Solana describen una generación de hombres y mujeres que no puede desarrollarse en modo alguno, estancada en su cotidianeidad más mediocre, y degradada política, económica e intelectualmente.
Sin embargo, algo distingue a Hormiguero de su homólogo Pedro Páramo: su dimensión espiritual. La novela de Rulfo relata las aventuras de su protagonista en busca de su padre, a quien no conoce, y acaba sumergiéndose en el mundo de las madres de Comala en un inframundo que rememora las diosas aztecas del Tlalocan. Paralelamente Pedro Páramo corona su agonía con una invocación de su esposa Susana transformada en Virgen María. En la novela de Solana, y en nuestro mundo contemporáneo, no hay lugar para aquel último suspiro de una transcendencia. Hormiguero, en fin, nos confronta con una mirada sobre el vacío de nuestra oscura edad histórica. De ahí su importancia y actualidad.
Tomado de https://morfemacero.com/
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