Salmos ante un auditorio vacío

Una atmósfera de coliseo, convertida en carpa mediática de la sociedad del espectáculo y el entre-tenimiento. Una gradual y creciente sumisión del pensar ante la fe y la autoridad, el miedo y la incertidumbre, ante el estado de contingencia en que...

TA MEGALA

Fernando Solana Olivares

Fechas púdicas y secretas. O tan evidentes que se vuelven invisibles. ¿Dónde se esconde lo que no quiere ocultarse? A la vista de todos. ¿Dónde debe decirse lo que no ha de escucharse? En medio de las multitudes.

No hay respuestas sino preguntas. Aunque algunos justos que sostienen al mundo aún se empeñan en encontrar posibilidades. “Unificar y, por tanto, santificar”, escribe un autor desesperado —toda escritura es desesperación; comunicar, hacer común, proviene de un acto de angustia necesaria, pero en la neolengua de estos días el término se reemplaza por compartir, ofrecer meros pedazos, partes separadas de un todo.

Un hombre sabio propuso un sistema de rectificaciones. Sus objetos, el yo, esa hipótesis inútil, y el autoconcepto como propósitos minúsculos de la persona; el lenguaje, que de ser orientativo se volvió descriptivo; el cuerpo separado de la mente y la mente descarnada del cuerpo; la oposición entre el intelecto y la emoción; el acento puesto en el conocer como algo opuesto al conocimiento.

Dijo más: la pérdida del sentido de la unidad, aparte de ser un error epistemológico, representa sencillamente una equivocación estética. También corrigió: no pienso y luego existo, sino porque existo puedo pensar. Después guardó silencio.

El grado de realidad de un ser depende de la unión de sus partes. Pero el dios tutelar de los tiempos posmodernos es Xipe-Totec, el Desmembrado. A su lado reina Némesis, cuyo motivo es la retribución, el castigo de la presunción humana. También Ghede, aquel señor de los muertos en la mitología vudú que reanima a los cadáveres como zombis, anomalía tan festejada.

Una atmósfera de coliseo, convertida en carpa mediática de la sociedad del espectáculo y el entre-tenimiento (ominosa palabra: ¿esperando qué?). Una gradual y creciente sumisión del pensar ante la fe y la autoridad, el miedo y la incertidumbre, ante el estado de contingencia en que se vive la vida. Una sustitución generalizada del conocimiento por la creencia (no es casual que se diga “yo siento” en lugar de “yo pienso”).

Crisis de la educación, vacuidad de las humanidades antropocéntricas, empobrecimiento del juicio reflexivo, pensamiento complejo sustituido por el fast think del no pensamiento. El mundo neomedieval o la historia que regresa. Ayer fue la Iglesia la fuente única del saber. Hoy lo son las redes sociales de la enajenante videoesfera, cuando todos se abisman en el embrujador rectángulo que llevan en la palma de la mano. Las estrellas miran hacia abajo, la gente también.

La flexibilidad analítica, la curiosidad mental, la ambigüedad de lo real, ¿qué se hicieron? No sentimos pasar mudos los años, tampoco la súbita erosión de un mundo cuyas certezas, así fueran ilusorias, se han evaporado. Desde la filosofía griega comenzó esa fragmentación. El cuerpo se convirtió en la cárcel del alma y dejó de ser su templo. Entendíamos el Logos como razón unificada. Aquella mayúscula no existe más.

En la fase declinante de una civilización es cuando suena con mayor estruendo el tambor de la autocomplacencia. La hegemonía orwelliana del imperio anglosajón, divulgadora urbi et orbi del pensamiento único y la clausura de las ideologías, va destruyendo los mínimos e inestables equilibrios de la época mientras el estrépito de su nihilismo narcisista se desliza hacia el abismo de la guerra termonuclear, la inteligencia artificial deshumanizante y el colapso ecológico terminal. Cuando se contempla el abismo éste contempla a quien se asoma en él. ¿Dónde se imparten lecciones de abismo para no caer?

Las evidencias no existen. La nube del control ideológico está hecha de percepciones inducidas, sentimientos sobre estimulados, reducciones maniqueas y manipulaciones informativas. Su ámbito es el de la opinión. Yo soy mis opiniones, afirman los últimos hombres. Los ciudadanos han sido reemplazados por los consumidores, usuarios terminales de sí mismos. Los paradigmas conceptuales agonizan. ¿Qué es lo real? Aquello que se repita una y otra vez como tal. Lo advirtió la reina de Corazones de Alicia: “Ya te lo dije tres veces. Entonces es verdad”.

Verbosidad hueca, fragmentos de fragmentos, nunca totalidades. El saber se ahoga entre las baratijas de neologismos esotéricos. “¡Basta de mamemas, estamos hablando de arte!”, clamó el maestro ante la avalancha de deconstrucciones, literaturidades y narratologías avant-garde ajenas a aquel Uno en el Todo que hasta el siglo XVII prevaleció en Occidente como un principio cognitivo: sólo relaciona, el mundo es una matriz vinculada y todo mirar exige rodear un objeto. La raíz lingüística de la palabra “red” sostiene el vocablo “realidad”. La inteligencia aspiraba a comprender: las palabras eran perspectivas. De ahí la supresión contemporánea de los sinónimos. Toda degradación comienza por el lenguaje. Aquel pensar bien, sentir bien, decir bien, ya no es necesario. El mutismo síquico y conceptual de estas horas finales no lo requiere. Como quedó escrito en un epitafio poético: ahora la inteligencia es una soledad en llamas.

(Este texto es un fragmento del libro A plena luz caminamos a ciegas de Eduardo Subirats, Christopher Britt y Fernando Solana Olivares, recientemente publicado por la Universidad de Valencia, España.)

Tomado de https://morfemacero.com/