septiembre 15, 2025

La desmesura de la guerra

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No hay palabra que defina la guerra, se trata de un acto bárbaro en el que toda la lógica tradicional, la de cada día, se desdibuja y se convierte en otra cosa; en un acto de sobrevivencia, en el desesperado hecho que convierte al hombre en un ángel o en un demonio, es la imagen de la mujer que se despide de su piano tocando Chopin entre las ruinas de lo que fue su hogar, es el pueblo polaco, perseguido antes, recibiendo mujeres y niños en su mayoría que antaño fueron considerados sus enemigos; la guerra asesina las palabras y establece el reino de la desmesura, de la enormidad y la grandilocuencia, en ella todo cuanto se hace o se dice adquiere proporciones que no cualquiera puede afrontar, por eso es enorme Churchill y Chamberlain se volvió tan pequeño. El mundo de las sutilezas, de los murmullos y de los símbolos es el de la diplomacia, hecha de encanto y de sabiduría, esta técnica del ser sin estar, de acudir y no llegar o de arribar sin haber sido convocado, es el arte del restablecimiento de la lógica de las palabras, del imperio de las razones donde no se puede ganar todo pero tampoco se puede perder todo; es un arte que no domina cualquiera sino que requiere ingenio, sabiduría y valor.

Los hombres también crecen hasta la desmesura durante la guerra; ¿quién era Volodímir Zelenski, antes de la guerra?, el 6º presidente de Ucrania desde su independencia de la URSS, antiguo comediante y guionista de televisión, ¿quién es hoy?, un hombre al que las circunstancias han elevado a la calidad de estadista, una especie de héroe en un tiempo en el que ya no deberíamos necesitarlo, la circunstancia que le ha correspondido vivir lo llevó al extremo de ya no tener que luchar por mantenerse en el poder sino de lograr la sobrevivencia de su patria; ¿quién era Vladimir Putin?, antiguo espía soviético, burócrata avezado, sagaz trepador de las estructuras que conoció desde lo más profundo el alma de su pueblo, es decir, desde sus temores y sus anhelos; apostador de una democracia incipiente que se hizo con todo el poder como los dictadores que sucedieron a los autócratas de su patria, es decir, un híbrido contemporáneo de los zares y los premieres soviéticos; ¿quién es hoy?, el invasor que recurrió a las técnicas que conocía y dominaba, la revisión de expedientes negros para insuflar miedo. A ambos la guerra los ha llevado a la desmesura.

México ha hecho una valiente alianza con Francia, sus resoluciones en la Asamblea General de las Naciones Unidas, han avanzado y si no tienen efectos prácticos sí van colocando a Rusia en una situación en la que una guerra que los agresores habían supuesto no duraría más de diez días se prolonga indefinidamente. Porque México, nos guste o no, es un actor de esta guerra, tanto porque es un socio importante de los Estados Unidos y en tanto un personaje más o menos ligado a la OTAN, como una voz tradicionalmente respetada en América Latina y como personaje también está sometido a la regla de la desmesura, a la lupa de la guerra que todo lo engrandece y en la que los más pequeños errores cuentan tanto como las grandes hazañas y los mayores aciertos.

No estamos en una situación fácil; la amenaza nuclear vuelve a rondar nuestras mentes porque para las nuevas generaciones es algo desconocido y si para los que vivimos la guerra fría y nos habíamos acostumbrado a pensar en el arsenal nuclear como una forma disuasiva para evitar mayores conflictos, ahora vemos a un novato en su uso y dominio que, nadie lo sabe, puede estar dispuesto a usarlas confiando, como lo hizo cuando era miembro de la KGB, en la certeza que la promesa del dolor y la confianza en el miedo son suficientes para vencer a cualquiera. No hay que perder de vista que hay un agresor y un agredido, que cada uno tiene sus peculiaridades y que no se trata de lobos y corderos, sino de Estados en los que la población civil de uno de ellos está siendo sometido a tratos inhumanos que no pueden ser considerados como medidas naturales de una guerra.

Y nosotros, desde este rincón del mundo, no podemos hacer como que no pasa nada ni ponernos a jugar con la pistola del abuelo; la formación del grupo de amistad con Rusia es una mala broma, un diminuto error que en la lógica de la desmesura bélica atrae vientos donde necesitamos serenidad; primero porque contraviene la política general del Estado mexicano frente a la guerra y eso, insisto, en el sobredimensionamiento del conflicto tiene consecuencias, nadie puede creer, en esa circunstancia que fue una puntada de un grupo parlamentario, que nomás queríamos mandarle un apapacho al pueblo ruso, lo que se notó fue un lamentable doble discurso; nadie creerá que hay muchos grupos de amistad que no sirven más que para hacerse el simpático y trincarle un almuerzo a algún embajador, todo lo dicho en una guerra es una declaración de principios y claro, así lo interpretaron la OTAN y la Embajada norteamericana; es cierto también que ninguno de ellos pueden decirnos que es lo que el gobierno mexicano y su pueblo pueden o no hacer, que somos libres, independientes y soberanos, faltaba más, pero estamos en tiempos de guerra y cada palabra dicha es un arma arrojadiza.

Es momento de serenidad, de mando único en los mensajes del Estado, que se actúe con visión de Estado en el mundo, no es que no podamos esperar otra cosa, es que hacerlo de forma distinta puede traer consecuencias y no precisamente agradables. Esto es la lógica de la guerra.

Los funerales me ponen nervioso, no puedo soportarlos, hay quien tiene miedo a las arañas o al número trece, a mí, los funerales me aterran y claro, aunque así sea tengo que asistir cuando hace falta y cuando sucede irremediablemente meto la pata. Alguna vez llegué demasiado temprano a uno de ellos, desde luego había muy poca gente, para distender el ambiente le dije al empleado que nos recibió, “hombre, esto está muy triste hoy”, las palabras ya habían salido y no había forma de detenerlas, el empleado se me quedó viendo como si un extraterrestre le hubiera pedido una Coca Cola y claro, tenía razón, hay momentos en que las palabras no deben ser medidas, tienen que ser pesadas en miligramos.

*El autor es analista y escritor.

Twitter: @cesarbc70

Tomado de https://www.eleconomista.com.mx/