A 57 años de la masacre perpetrada por el entonces gobierno mexicano en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, han surgido nuevos elementos interpretativos que nos revelan datos, procesos, nombres y circunstancias que pueden mejorar nuestra comprensión de lo ocurrido, no solamente en la tarde-noche del 2 de octubre de 1968, sino en los poco más de dos meses en que se desarrolló uno de los movimientos socio-políticos de masas, de origen universitario que desbordó, deslegitimó y anuló las instituciones de control social y político del régimen de presidencialismo despótico y partido de Estado corporativo, instaurado después del ciclo de reformas de los gobiernos de la revolución mexicana que concluyó con el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río en 1940
Las conspiraciones y las intrigas entre adversarios políticos, o bien, al interior del mismo grupo de poder son tan viejas y conocidas como la lucha política misma. Así entonces están siempre acompañadas de deslealtades y traiciones, manipulación de intereses de grupo, y otras cosas más, son recursos perversos, sucios para conservar o hacerse del poder público o privado, institucional, o de cualquier otro tipo.
El concepto de conspiración jurídicamente tiene una connotación delictiva en el derecho penal; aunque, según expertos, un tanto imprecisa en el derecho de perfil angloamericano. En términos del derecho civil el castigo a los acuerdos explícitos para delinquir se circunscribe a la comisión de delitos políticos contra el Estado, y ejecutados en prejuicio o en contra de los ciudadanos, de sus vidas, familias o patrimonio, se adjudica la responsabilidad al Estado, como, los crímenes de Estado, el terrorismo de Estado, o los delitos patrimoniales del Estado. Quede esto como aproximación, sujeto siempre a corroboración plena por los juzgadores.
En la lucha política, y en el contexto de coyunturas socialmente turbulentas, una conspiración puede tener distintos objetivos de beneficio o perjuicio para pocos o para muchos, conlleva siempre la violación de las normas preexistentes, de todo tipo, la superposición de los conspiradores sobre las instituciones públicas o privadas, así como los criterios básicos de justicia, por ello, el pensamiento conspirativo distingue entre grupos sociales que actúan bien y quienes actúan mal, y esta distinción juega un papel social trascedente, porque los intereses sociales de unos serán objeto de la conspiración y otros no, por ello, toda conspiración traza un mapa cognitivo sobre el orden social, el estado de la nación, de las instituciones, y lo proyecta al futuro, así, la proyección de la acción conspirativa mira hacia adelante como portadora de una acción de salvamento desde la propia óptica conspiradora.
El Agnosticismo es la base del pensamiento o la razón conspirativa, afirmó Marción de Sinope, por ello este razonamiento conspirador dividió la realidad entre fuerzas del bien y del y mal, hay fuerzas sobrenaturales que determinan la dirección de ellas. Luego, ha habido pensadores contemporáneos que desarrollan de una manera más precisa y abarcadora este razonamiento rudimentario en su origen.
En el proceso político de finales de julio a principios de octubre de 1968, las visiones transmitidas a la sociedad como estigmas a los dirigentes e integrantes del movimiento universitario, tenía múltiples derivaciones hacia este maniqueísmo de lo bueno y lo malo, en un contexto de un estado de paranoia anticomunista de los principales dirigentes del gobierno y el Estado, influenciados por un organismo extranjero como la CIA del gobierno de EUA, pero querer responsabilizar a este organismo, exime de la responsabilidad histórica a la tiranía criminal de Gustavo Díaz Ordaz y su gobierno, al círculo más estrecho del poder civil-militar al que estaba integrada la CIA. Este núcleo fue el grupo conspirador para articular la masacre, culpar de todo al ejército y a los estudiantes “que dispararon contra él”, incluyendo especialmente al propio Emilio Uranga que manipuló la información, construyó una verdad artificiosa y engañó al pueblo de México, convirtiendo la propia conspiración del poder para gestar y ejecutar la masacre, en una ficticia conspiración comunista contra México, en donde el grupo conspirador se asumía como “México”, así, el proceso histórico de una lucha democrática fue convertido en simbología del mal.
Lo fundamental no se ha alterado
El 2 de octubre de 1968 se cometió un crimen de Estado masivo en el contexto de una disputa aguda por el poder vigente en ese momento, y hacia el próximo sexenio. La gran movilización universitaria, politécnica y socio-popular actuó durante poco más de dos meses en un entorno de régimen despótico que había asumido un compromiso internacional de organizar y realizar los Juegos Olímpicos, y en el desarrollo de una coyuntura de inicio adelantada de la sucesión presidencial al interior del propio régimen político y del partido de Estado. La misma movilización social provocó que las corrientes de pensamiento, intereses, bloques de fuerzas y alianzas políticas, adelantaran sus posicionamientos, confrontaciones, posturas políticas públicas y sus acciones conspirativas, para hacerse presentes ante el presidente de la república en turno, quien tendría en sus manos la decisión sucesoria.
Pero el juego político del cambio de líder nacional al frente del Estado había desbordado los marcos del poder establecido, incluyendo el aparato de control y represión del Estado, se movían también fuerzas supranacionales de gran poder e influencia, parte de un contexto internacional en el cual había alarma por los movimientos masivos de origen universitario que se habían producido en Alemania, Francia y Gran Bretaña, que retaban a los establishment al seno de las grandes potencias occidentales.
En México también existía un contexto nacional de movilizaciones gremial-populares previas y sostenidas, incluso, de carácter armado en lo regional, y universitarias en las instituciones de educación superior de algunos Estados de la república, señaladamente, la Universidad de Sonora, que configuraban un entono de luchas sociales a las que se respondía con distintas modalidades represivas, ante la incapacidad del aparato de control y manipulación de demandas frente al gobierno, para canalizar al interior de las instituciones públicas aquellas, lo cual ofrecía la opción represiva con el ejército como la más viable en esos contextos de lucha social.
Los organismos de inteligencia (FBI, pero especialmente, la CIA) de los EUA habían desplegado un dispositivo de captura del primer círculo del poder presidencial, la famosa Operación LITEMPO, que reclutó a los 7 personajes más cercanos al presidente Gustavo Díaz Ordaz y a él mismo, los de mayor capacidad de decisión en las áreas de control político y seguridad nacional, duró tres sexenios, el de Adolfo López Mateos, Díaz Ordaz y Luis Echeverría, e incluyó a los propios jefes del Estado como informantes del organismo, y a través de él (la CIA) a sus gobiernos en EUA, realizando espionaje político (escuchas telefónicas, seguimiento de funcionarios) de embajadas del campo socialista, de sus actividades, comunicaciones con los gobiernos de sus países, etc., especialmente, pero también de otros gobiernos (Guatemala), y colaborando en la guerra contra el gobierno revolucionario de Cuba: en los boicots internacionales, en ataques terroristas para la desestabilización política, atentados contra líderes de la revolución, y otros. Absolutamente necesario para ellos como país con una muy larga frontera terrestre y aérea con México articulada con el sur de EUA, y otra frontera marítima con el Golfo de México y la parte del Caribe mexicano, para lo cual encontraron una abyecta sumisión colaborativa del poder presidencial.
Lo anterior significa que la estación de la CIA en la embajada de los EUA en México tenía y tiene un estatus y un valor estratégico. Y a cambio de toda la información que le proporcionaba el gobierno mexicano, a través de los “7 LITEMPOS” a la CIA, ésta le entregaba fichas de reporte político de “agentes comunistas mexicanos” peligrosos para ambos países, lo que significa que una parte sustantiva de la seguridad nacional de México respecto de sus opositores internos quedó parcialmente en manos del mayor organismo de inteligencia y seguridad de EUA en el exterior, aparte del trabajo que en el mismo sentido hacía la Dirección Federal de Seguridad (DFS), a cargo entonces del capitán Fernando Gutiérrez Barrios(FGB), dependiente de la Secretaría de Gobernación.
Después del asalto al cuartel de la ciudad de Madera, en Chihuahua, que cimbró la seguridad interior del país, se decidió crear un grupo especial en movimientos subversivos que fuera capaz de cazar a tales activistas literalmente, y Miguel Nazar Haro, subdirector de la DFS, sería el encargado de formarlo y dirigirlo el cual estaría por encima de la estructura burocrática de a DFS, porque era una especie de programa secreto que se llamó “C-047”, que haría investigaciones especiales, un grupo mixto con 10 elementos trabajando espionaje y contraespionaje, formaron un “ejército inconsciente” de información política mediante una red de informantes para “operaciones especiales” encargados de infiltrar y capturar a “los enemigos del régimen”, haciendo amigos en todos los sectores sociales para recabar informaciones, incluyendo “topos”, informantes secretos infiltrados dentro de organizaciones e instituciones (Torres Jorge, 2008).
Y esto fue así, porque luego del 23 de septiembre de 1965 (antes, en Morelos en la lucha de los cañeros con Rubén Jaramillo) se inició en diversas zonas de México una lucha de grupos guerrilleros que alcanzó su fase más intensa durante 1971-1977, y después varias de esas organizaciones desaparecieron, pero otras se conservaron hasta la década de 1980 llegando a Chiapas, ya que varias de ellas intervinieron activamente en las zonas de las cañadas en tal estado; no todos eran grupos propiamente armados, enarbolaban distintas demandas (Montemayor, Carlos, 2008).
Las zonas de Sonora, Chihuahua y Durango, más la Costa Grande y la sierra de Atoyac, guerrerenses, con Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas radicalizadas ante la feroz represión, se convirtieron en objetivo de la inteligencia del Estado Mayor Presidencial (EMP) y la DFS con su grupo de élite, que los tenían como objetivos prioritarios.
De tal manera que hacia finales de julio de 1968 se inician las primeras movilizaciones en la Ciudad de México del nivel medio superior y crecen rápidamente, hacia el nivel de las universidades e institutos de educación superior, y la alarma es el dato más importante entre la clase política y especialmente entre el grupo en el poder porque eran la culminación de décadas de protestas y de inconformidad social en México, otras movilizaciones estudiantiles habían concluido con la intervención del ejército o la represión policial, el caso de la huelga estudiantil en el IPN en 1956, la huelga en la universidad michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en 1963, y las protestas de estudiantes de medicina en 1966.
El contexto urbano de lucha era muy sólido y presente, luego de la huelga ferrocarrilera de 1959, los movimientos de los maestros normalistas del Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM)y de los médicos del Hospital General. Había un conjunto de antecedentes de lucha suficientemente representativos de un ambiente de agitación continúa desde la década de 1950 y 1960 en el campo y la ciudad, en los sindicatos y en organizaciones sociales, así como grupos armados, que configuraban un escenario de movilización nacionalque golpeaba la estructura corporativa de control social y la legitimidad política del régimen, así como el deterioro y perdida de consensos de la ideología de la revolución mexicana. La alarma era plenamente justificada.
Movimientos estudiantiles globales
En el ambiente internacional, mencionamos, que los movimientos de protesta en Alemania, Francia, EUA y Gran Bretaña, cuestionaba la legitimidad de las democracias occidentales, eran los países puntales de la OTAN (menos Alemania) y más comprometidos en la guerra cultural y psíquica contra el bloque soviético; por ello, allí también los organismos de inteligencia y seguridad tomaron la situación en sus manos para analizarla y buscarle alternativas de contención, ante una adhesión masiva de intelectuales, artistas, académicos y líderes opositores en los centros del gran capital occidental. Otra alarma plenamente justificada por la masividad de las protestas.
Se diseñaron alternativas consistentes esencialmente en desviar las demandas de los movimientos políticos hacia otras “áreas de atención motivacional”, para lo cual la CIA, el MI6 y otros organismos de inteligencia consensuaron una respuesta: la conspiración del movimiento Nueva Era iniciado en California a principios de la década de 1960 profundizando sus postulados en el mundo occidental, para hacerlo crecer al influjo de los movimientos universitarios de 1968, con toda la intelectualidad, artistas, literatos y cineastas, etc. postulando tender puentes con los filósofos orientales, sus teorías, valores, expresiones culturales y artísticas, incluyendo el esoterismo, para articularse con el racionalismo occidental, generando un nuevo estilo de vida y de la sociedad, actividades ligadas a operaciones encubiertas de la CIA y el MI6, principalmente. Todo ello como una variante de la guerra cultural dentro de la guerra fría (J. Lesta y M. Pedrero, 2009).
El planteamiento fue mediante tres ejes fundamentales: i) las creencias esotéricas, mágicas y ocultistas; ii) el consumo “experimental” de drogas no agresivas; y la masificación del sonido y ritmo del rock and roll. Con ello los antropólogos, sociólogos, filósofos, de la inteligencia británica y estadounidense consideraron que los jóvenes activistas políticos “entrarán a un proceso de alejamiento del mundo real y la pérdida de sus metas políticas”. Quedó plasmado en un informe de inteligencia que analizó lo sucedido en EUA en la década de 1960 (Ídem, p. 238).
Los efectos de largo plazo son conocidos. Hay en esta estrategia una gran responsabilidad de los organismos de inteligencia en el ascenso vertiginoso de la curva del consumo de drogas, ligadas al gusto por el rock en muchos casos, y el despertar del esoterismo y espiritualismo asiático en occidente. Porque proliferaron también las sectas con doctrinas extrañas, algunas célebres como las de la década de 1970 y 1980.
Es muy complejo medir o aproximarse a valorar su influencia real, pero en el tema de las drogas inicialmente cannabis, la heroína y la LSD, se masificó el consumo desde aquellas fechas, en una espiral creciente ligadas a las bandas de rock, los grandes conciertos, etcétera, bajo la influencia de la propaganda de estas directrices por la inteligencia de Estado. Era preferible que se hicieran adictos, rockeros y esotéricos, a que integraran o dirigieran movimientos por el cambio social y político.
A este movimiento pertenecen la proliferación manipulada de los conciertos de rock, los Hare Krishna, rituales y ceremoniales extremistas y otros, a lo cual se denominó Movimiento del PotencialHumano, que relegó los postulados del cambio social y político, adicionando la adicción o experimentación con otras drogas como el peyote, los hongos alucinógenos, para más espiritualizar la existencia. Y allí aparecieron autores como Aldous Huxley, Arnold Toynbee, la Guerra de los Mundos de Orson Wells, etc., en universidades famosas como la de Oxford, Chicago, y muchas otras.
Es difícil evaluar sin datos la influencia lograda, pero si podemos recordar la expansión explosiva de los movimientos de este corte de la Nueva Era y del Potencial Humano despolitizados. La revista internacional de Inteligencia Prioridad editada en España da cuenta de ellos y de su desarrollo e influencia en las décadas de 1960 y 1970. El INAH tiene en su revista No.68 ensayos que consideran al movimiento como un proyecto religioso, ecléctico, espiritualista y esotérico con la autora Elizabeth Díaz Brenis (2022).
El contexto de México
El movimiento universitario y popular de finales de julio a los primeros días de 1968 transcurre con el desbordamiento de dos coaliciones desde el poder que lo enmarcaron fijaron sobre aquél su posicionamiento político táctico, en donde se puso en juego un proyecto de manipulación comunicativa construido por uno de los filósofos del régimen: Emilio Uranga, con narrativas falsificadoras sobre la composición social y demandas políticas del movimiento, su ideología, y la justificación represiva dado su componente extranjero y comunista. Para ello le fue útil el estudio que hizo dicho filósofo sobre El Ser del Mexicano y que fue vertiendo en su columna Granero Político en La Prensa que firmaba como El Sembrador, a las órdenes de Luis Echeverría.
Había dos columnas periodísticas que sistemáticamente atacaban el movimiento universitario y a sus aliados operadas por el gobierno de Díaz Ordaz: “Política en las Rocas” atribuida a Mario Moya Palencia, pero destacaba “Granero Político” firmada por El Sembrador, quien el 4 de agosto escribía: “Los principales ataques del gobierno a la autonomía universitaria han sido el mantenimiento y el aumento del subsidio, la construcción de Ciudad Universitaria, el empleo de sus mejores profesionales y técnicos (…) El error fundamental (…) de quienes son furibundos socialistas sin la imaginación suficiente (es) lo que los sociólogos llaman imitación extra lógica”. Se falseada por doble partida: ninguna demanda del movimiento era de tipo socialista ni se imitaba, por tanto, a ningún país que sí lo fuera, usando tales adjetivaciones para la falsificación en un lenguaje académico.
El movimiento fue creciendo bajo sus propias fuerzas expansivas con la adhesión de intelectuales, docentes, investigadores universitarios, escritores, los periodistas de pensamiento crítico, las familias, empleados, obreros y campesinos, y se tornó en uno de los movimientos de masas más grandes del país en tiempos de “estabilidad nacional”, pero en el poder del Estado el bloque de fuerzas más potente que actuaba en su contra y buscaba el costo más bajo de una solución macro represiva, tenían claro que en tanto se dilatara esa solución los costos serían mayores.
Algunos de los simpatizantes del movimiento universitario y popular en posiciones de poder trataban de favorecerlo subrepticiamente o a trasmano: es el bazucado en la preparatoria No. 1 de San Ildefonso el 30 de julio de 1968 y la entrada del ejército a las instalaciones lo que detona el movimiento de masas, porque constituyó un ataque directo a la UNAM, en la cual había sido destituido el doctor Ignacio Chávez (5 de mayo de 1966) y nombrado el ingeniero Javier Barros Sierra, en medio de una lucha de facciones universitarias que trascendía sus muros, se sostuvo en la prensa que el propio presidente Díaz Ordaz intervino para la nueva designación: “Llego sin compromiso alguno” habría dicho el ingeniero Barros Sierra el 12 de mayo, al tomar posesión, y habló de un programa de reformas importante, creció la matrícula y la planta docente.
El ataque a la preparatoria No. 1 y los enfrentamientos con granaderos y policías de los estudiantes en los alrededores, apuntaló la demanda de cese de Luis Cueto Ramírez, jefe de la policía, y otra más, desaparición del cuerpo de granaderos e indemnización para las familias de las víctimas de la represión. Punto político importante es que a cada nueva escalada represiva en instalaciones educativas o en las calles de la ciudad, el movimiento universitario se nutría de grupos populares y ampliaba sus demandas que iban al fondo de las estructuras autoritarias del régimen. Desde el gobierno comienza la cantaleta del destituido: “los agitadores crean zozobra para dañar la olimpiada” (Gaceta UNAM, Suplemento No. 19, agosto, 2019).
Otro de los personajes muy poco sopesado en el entorno conflictual del movimiento, fue el entonces dirigente del PRI, Carlos Albero Madrazo Becerra, líder de brillante oratoria, organizador de la Confederación de Estudiantes Socialistas del Sureste y de su periódico Redención, y presidente de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria y del grupo Camisas Rojas, docente en la Universidad Obrera, se graduó como abogado, fue fundador de la CNOP, gobernador de Tabasco con López Mateos y presidente del PRI a donde llegó con propuestas de reformas democratizadoras y pluralismo interno, pero obstaculizado en tales proyectos, renunció a la Presidencia del PRI en noviembre de 1965. Hasta entonces fue subordinado de Díaz Ordaz. Era, como otros, muy atacado en los discursos y en las columnas que manejaba el gobierno en La Prensa, que tenía un tiraje de miles de ejemplares.
Fue considerado desde los inicios del movimiento uno de sus patrocinadores y dirigente o “cabeza oculta” y quien controlaba segmentos de la dirección del movimiento, de allí que un mes después de la masacre del 2 de octubre, la inteligencia mexicana continuaba espiando a Roberto A. Madrazo, quien promovió con trabajo organizativo todo lo concerniente a formar un nuevo partido llamado Patria Nueva, y habría sido el candidato presidencial de tal partido contra Luis Echeverría, candidatura que lograría desprender una parte importante de las bases priistas. lo cual se constata en fichas de la DFS a finales de noviembre de 1968 con reportes sobre él, y sobre la reunión proyectada para el 24 de noviembre en el D.F. con delegados estatales del PRI, como Arturo Yáñez, quien se entrevistaría con Francisco José Paoli y otros interesados en el proyecto, para cuyo efecto Eduardo José Fonseca Mayorca entregaría a Madrazo 16,000 dólares como aportación económica, de él y del ingeniero Filiberto Ruiz Arce.
Ante la información filtrada desde el gobierno, Carlos Madrazo suspendió las actividades y propuso que el dinero fuera entregado en próxima fecha en la reunión en Guadalajara el 20 de diciembre. Incluso afirmó entonces a los antes mencionados, que un amigo personal del sector financiero en EUA le informó que, en una plática con el candidato electo en EUA Richard Nixon, éste ofreció darles apoyo político y económico para lanzar en 1970 un candidato presidencial distinto, porque en dicho país como en oros de América Latina, la política estaba “muy corrompida y era necesario limpiarla” (Rodríguez, Munguía Jacinto, 4 de mayo, 2010).
Estos reportes o fichas informativas se obtenían producto de un intercambio entre la CIA y la DFS. La primera entregó fichas de líderes políticos como Heberto Castillo y Víctor Rico Galán, detenidos por el gobierno de Díaz Ordaz con apoyo en ellas, presentados como peligrosos comunistas que amenazaban la seguridad nacional. El proyecto del nuevo partido continuó hasta la muerte de Carlos A Madrazo (4 de junio, 1969) , quien repudiaba a Luis Echeverría, al grado que escribió un libro (creo que nunca se imprimió) en donde detallaba irónicamente la personalidad del Secretario de Gobernación y luego presidente de México, como parte de su repudio político, lo que junto con su proyecto político, muy probablemente le costó la vida en un tenebroso accidente aéreo, porque obviamente, las bases del nuevo partido, además de otros contingentes, iba a sustraerlas del PRI, lo que debilitaba al partido corporativo de Estado.
Esto llevó a Roberto Madrazo Pintado a afirmar categóricamente “Luis Echeverría asesinó a mi padre” aunque después incluyó a Gustavo Díaz Ordaz en la conspiración (Mejía, Alberto, Contra Réplica, 2008). En tales declaraciones Madrazo Pintado, incluyó a Jesús Reyes Heroles y a Elena Garro en el proyecto del nuevo partido. El expresidente AMLO afirmó que el Estado Mayor Presidencial había preparado y consumado la muerte bajo las órdenes de Díaz Ordaz, lo mismo que en la matanza de Tlatelolco, había sido el EMP el brazo ejecutor de la voluntad presidencial (Eje Central, 24 de febrero, 2020).
Ambos se refirieron a ello como un crimen de Estado. La investigación del accidente como en otros casos, fue una vacilada, un grotesco espectáculo, sobre lo cual, para no variar ni perder la costumbre, prácticamente toda la prensa y televisión de la época (salvo los diarios de Nuevo León en sus primeras planas del 5 de junio de 1969), aceptaron la mentira oficial. No se dio acceso a nadie a los peritajes sobre el avionazo en que murieron 59 personas. Madrazo era más que un “líder priista incómodo”, era un disidente que había roto en la praxis política con el aparato de poder criminal, ante el cual se sometía la vieja guardia.
La inteligencia y el servicio secreto de Díaz Ordaz tenía bien identificadas las actividades de Carlos A. Madrazo, su confrontación con Luis Echeverría y sus afanes de democracia interna dentro del PRI, aquél, en el movimiento universitario de masas vio una pieza importante para estorbar a Luis Echeverría y cuestionar la legitimidad del régimen, e impulsar la nueva formación de la fuerza política partidista desde un movimiento de impacto nacional, pero la masacre del 2 de octubre, su asesinato, los encarcelamientos y la guerra sucia posterior en la década de 1970, son evidencias más que suficientes de que el régimen de despotismo presidencial criminal con su cuerpo de élite –tipo Guardia Pretoriana, el EMP– desarrolló y ejecutó una guerra violenta, de crimen reiterado contra los opositores provenientes desde cualquier espacio del espectro político nacional. La guerra sucia mexicana fue tan genocida, atroz y terrorífica como otras.
Quince días antes de la masacre en la plaza de las Tres Culturas, el 18 de septiembre, cuando el Ejército entró y ocupó Ciudad Universitaria, una voz altisonante de alarma se produjo en un informe para el director de la DFS, Fernando Gutiérrez Barrios, luego de que un grupo especial de tarea C-O47 realizó un operativo en la Facultad de Medicina, y reportó un hallazgo consistente en el “almacenamiento de armas en una gaveta en donde se acostumbra conservar los cadáveres se encontraron las siguientes armas y cartuchos…” y siguió una descripción de 12 pistolas de diferente calibre, marca y procedencia nacional, una de ellas sin marca, un rifle 22 Mendoza y un número indeterminado de cartuchos útiles (Torres, Jorge, 2008, p. 30).
Todo iba cuadrando perfectamente bien para consumar la hipótesis de la CIA y asumida por Díaz Ordaz-Echeverría, propagandizada por Emilio Uranga, de la conjura comunista en desarrollo, evidencia de ello, el arsenal oculto y descubierto.
El rector de la UNAM, Javier Barros Sierra (nieto de ilustre educador Justo Sierra), encabezó la primera marcha masiva universitaria. Había sido junto con Díaz Ordaz y Luis Echeverría, miembros del gabinete de Adolfo López Mateos, como secretario de Obras Públicas (SCOP) y fundador de ICA, poseía prestigio profesional e imagen ética, en un gobierno en donde el presidente López Mateos decía gobernar desde la izquierda radical pero dentro de la Constitución. En ese contexto, Barros Sierra fue mencionado como precandidato, aunque lejano en la preferencia de López Mateos respecto a Díaz Ordaz, había corrientes dentro del PRI que lo apoyaban, y tomó distancia del entonces secretario de Gobernación, Díaz Ordaz, el de la mano dura, represiva.
El inicio y desarrollo del movimiento universitario y popular y las agresiones a alumnos e instalaciones universitarias, lo condujeron a una confrontación con Díaz Ordaz y con Luis Echeverría en Gobernación, dos políticos formados en el despotismo político acendrado del partido de Estado.
El rector Barros Sierra afirmó en su discurso de toma de protesta que el bien más preciado de la universidad era su autonomía, y se comentó en aquellos días que su reforma académica y administrativa universitaria, incluyendo la dimensión humanista de la ingeniería, que planteó y empezó a instrumentar, solo mereció la indiferencia del gobierno federal. Tuvo problemas de grupos que atacaron en la Facultad de Medicina, la de Odontología y una demanda de aumento de sueldos en las preparatorias, unos meses antes de inicio del movimiento. Había agitación universitaria previa. Ambas cosas, la indiferencia ante un programa reformista y los conflictos dentro de la UNAM tenían mucho significado político respecto de su rectorado. Pero el bazucazo en la Preparatoria No. 1 es el detonante que pone al Rector al frente de la protesta masiva.
Se conoció después que la orden a través de una Comisión Azteca que planificó el ataque a cargo del batallón de fusileros paracaidistas comandados por el general José Hernández Toledo, que constituyó un inmenso agravio a la institución, a su comunidad y al propio rector, se produjo con la consigna: hay que desalojar a los estudiantes invasores de ella, lo que sucedió con una violencia inaudita. El rector respondió izando la bandera nacional de la explanada de CU a media asta en señal de luto y agravio nacional. El conflicto se proyecta a un nivel nunca previsto y se marcha el 2 de agosto en defensa de la autonomía universitaria y la libertad de los detenidos en las jornadas de lucha, ya se habían unido los estudiantes del IPN. Surgió el pliego petitorio.
La cerrazón oficial y la campaña de prensa y mediática difamatoria masivamente cambiaron artificialmente la realidad social. En una carta de renuncia del rector Barrios Sierra le dice al presidente Díaz Ordaz que está siendo objeto de una campaña de calumnias y difamaciones a su persona, y que al buscar culpables de lo que pasa lo habían escogido a él, y habla de un grupo gubernamental que está al frente de todo ello. Es difícil pensar en otro personaje que no fuera Luis Echeverría en concordancia con el propio presidente Díaz Ordaz. La vieja querella política entre ambos, Javier Barros Sierra y Luis Echeverría tomaba cuerpo y jugaba políticamente al interior del conflicto universitario planteado.
El secretario de la Defensa general Marcelino García Barragán acompañó todas las medidas represivas previas a la masacre, como subordinado del presidente Díaz Ordaz, probablemente sin la misma convicción que otros, a juzgar por lo escrito en su documento póstumo que fue publicado por Julio Scherer y Carlos Monsiváis, Parte de Guerra. Revela la fractura habida en la institución militar hacia el final del movimiento, entre la postura del jefe del EMP y el secretario de la Defensa.
Las negociaciones con representantes del Consejo Nacional de Huelga habían llegado a un principio de entendimiento en cuanto a que había que permitir que el gobierno cumpliera su compromiso internacional de realizar los Juegos Olímpicos, y se anunciaría el levantamiento del movimiento con concesiones básicas, por lo que el general García Barragán planteó una presencia militar para cuidar el mitin, no eran necesarios integrantes del batallón de fusileros de la infantería, pero dicha directriz fue desobedecida, no cuadraba dentro del plan para la masacre y de la conspiración para responsabilizar al ejército y los manifestantes del derramamiento de sangre.
El EMP al mando del general Luis Gutiérrez Oropeza efectuó un operativo de provocación militar hacia las fuerzas del ejército en la plaza mediante dos contingentes militares: i) el primer batallón de guardias presidenciales al mando del general Jesús Gutiérrez Castañeda; y ii) y varios francotiradores expertos apostados en las azoteas de los edificios, particularmente el Molino del Rey y el Chihuahua, que inician disparos contra los soldados y contra la multitud. Cuando los militares los aprehenden al bajarlos de la azotea del edificio Chihuahua y otros aledaños, descubren que son miembros del EMP. No habrían llegado allí a ejercer esa función sin la autorización presidencial operada por la SG y el mando militar. Todo parecía indicar que la agresión había partido de los soldados instalados en la plaza. No fue así, aunque durante décadas se creyó eso. Para el general García Barragán al ejército le fue tendida una trampa para inculparlo históricamente del evento criminal. Díaz Ordaz puesto ante la disyuntiva del ejército y el EMP para realizar la infausta tarea, pero aparentando lo contrario, optó por el EMP. Si llegó a enterarse de la propuesta de golpe de Estado de la CIA al general García Barragán, ello fue un factor de presión y apremio descomunal para tomar la decisión más drástica del momento y se preparó el plan de la masacre.
El propio general Gutiérrez Oropeza en sus Memorias confesó la presencia del EMP en Tlatelolco y que éste disparó contra la concentración en la plaza, en donde participó también un capitán de la Armada, César Carreón Bourgard y un teniente, Cipriano Alatorre Osuna, ambos continuaron trabajando en el EMP en tiempo posterior al evento. El segundo confesó al propio general Jorge Carrillo Olea que se incorporó luego al EMP en la sección de inteligencia para su reorganización, que no sólo se disparó contra la multitud, sino que se entregaron armas a grupos paramilitares esparcidos entre los empleados del DDF en la Plaza de las Tres Culturas (p. 43).
En Tlatelolco el 2 de octubre por la tarde, también estaba el Batallón Olimpia, un grupo paramilitar de contrainsurgencia creado por el gobierno federal para cuidar la seguridad de los Juegos Olímpicos con inteligencia y contrainteligencia, actuando en la plaza con el fin de coordinar algunas acciones previas al desencadenamiento del fuego masivo, pero integrado por gente entrenada, también hacía infiltración y operaciones encubiertas, ese día y hora, se identificaban con el guante blanco en la mano que portaba cada uno. Eran los responsables iniciales de la Operación Galeana.
Como podemos apreciar el dispositivo represivo era completo. La hipótesis de rebasamiento del general Marcelino García Barragán por desconocimiento implica su marginación de las maquinaciones y la planificación operativa del EMP comandado por Díaz Ordaz y operado por LEA. Un desdibujamiento avanzado, en donde le dejaron una parte fragmentaria del mando de las fuerzas militares en la plaza. Por un lado, históricamente lo favoreció por la responsabilidad frente a posteriores generaciones; por otro, muy mal, porque lo anularon de las decisiones fundamentales y él era el secretario de la Defensa, además, entramparon a sus militares.
Aparentemente, el Batallón Olimpia coadyuvaría con el ejército para detener a los dirigentes del CNH(no le correspondía jurídicamente) ubicados en el balcón del Edificio Chihuahua, por lo que bloquearon las entradas a la plaza, el Batallón se apostó en los accesos al edifico Chihuahua, que equivalía a bloquear las salidas en los alrededores, mediante tres grupos militares apoyados por civiles, y había también tanquetas emplazadas en el territorio de la plaza, se dijo que para evitar una refriega violenta. Deja muchas dudas, pero la masacre estaba preparada para perpetrarse.
Muy probablemente estos grupos se mantuvieron y fueron “los halcones” que atacaron la marcha estudiantil del 10 de junio en San Cosme en 1971. Eran paramilitares a sueldo cobijados por el ejército y las autoridades del DDF., bien conocidos por Luis Echeverría, ya entonces presidente de México.
La CIA pareció romper el concierto de fuerzas en torno al presidente Díaz Ordaz, cuando decidió actuar por su cuenta para asegurar no sólo la masacre final del movimiento, sino un régimen de mano dura con ese tipo de “soluciones” ante la “agitación comunista” presente y futura, hizo un doble juego, apoyando e impulsando la masacre con Gustavo Díaz Ordaz y buscando asegurar el fin del movimiento con un golpe de Estado, como en Sudamérica, con la propuesta de golpe de Estado encabezado por el general García Barragán por parte de la CIA y la embajada de EUA, prometiendo apoyo irrestricto del gobierno de EUA.
Es muy pertinente la apreciación del general Jorge Carrillo Olea, primer director del Cisen, respecto al estatus de la institución militar en las decisiones de la conflictiva social y política cuando se les emplea como brazo represivo para ello:
“A lo largo de muchos años he advertido que las Fuerzas Armadas no están comprometidas con la creación y transformación genuinas de las grandes instituciones que sustentan al país. Sus titulares han sido, por supuesto, sumisos al poder civil, pero también saben muy bien que los jefes del poder ejecutivo les tienen mucho respeto y tolerancia a los militares. En tales circunstancias, y aunque conserven siempre los principios de lealtad y sacrificio, al interior de sus dependencias los secretarios de la Defensa y Marina terminan por hacer lo que su voluntad -su más libre, autocrática y hasta ilegal voluntad- les dicta.” (2011, p. 33)
En extremo explícito e ilustrativo. Creo que esa etapa se está agotando, pero existen aún resabios visibles y perceptibles. Utilitarismo por libertad absoluta, incluso, fuera de la ley, lo dice un general de la república, precursor de la inteligencia nacional. Hoy el esfuerzo se orienta a cambiar tal privilegio.
El manejo propagandístico y la construcción de una realidad alternativa estuvo a cargo del filósofo mexicano discípulo de Goebbels y Heidegger en Alemania, Emilio Uranga, aliado estratégico de Luis Echeverría -a quien decía Miguel Nazar Haro, no podía ver el general Marcelino García Barragán- actuando tras bambalinas, desde la dirección de comunicación de la SG, escritor anónimo en el periódico La Prensa con su columna Granero Político, que firmaba como El Sembrador, quien generó una percepción colectiva artificiosa de lo que sucedía durante el segundo semestre de 1968, quien tenía una idea muy clara del rol fundamental de los modelos de propaganda en el subconsciente colectivo para moldear las percepciones sociales de un fenómeno en acto. Trabajo delicadísimo.
En las múltiples cartas que recibió Díaz Ordaz después de la masacre de Tlatelolco agradeciendo por muchos ciudadanos el “haberlos liberado del comunismo” y otras expresiones más de ese perfil, se expresa el resultado de la guerra propagandística y la guerra psicológica emprendida con la intervención de Emilio Uranga y la CIA, canalizada y ofrecida a la nación como realidad paralela o alternativa al construir a los “enemigos de México” como realidad fabricada que llegó a la sociedad cotidianamente, a los distintos espacios, prensa, revistas, televisión, noticieros en salas de cine, con panfletos como El Móndrigo, el mejor instrumento propagandístico contra el movimiento universitario, en el que se presume, colaboraron Jorge Joseph y Emilio Uranga, el panfleto aparecía en el parabrisas de todos los autos y camiones, iba moldeando la justificación de la escalada violenta, predecible en muchos aspectos.
En El Móndrigo que suponía ser un diario apócrifo de un estudiante retrata a los manifestantes como un grupo radical y violento. Lo escribía todo con la facilidad que le permitía el conocimiento que logró del “modo de ser del mexicano” que plasmó en un libro de su autoría “El Ser del Mexicano”, en donde afirmaba: “somos una sociedad miedosa, cobarde, incapaz de defender al otro”, y a partir de esa tesis, manipulaba los simbolismos nacionales, las fallas o vulnerabilidades. Como nadie, preparó a muchos mexicanos a quienes llegaron sus columnas, mensajes, libelos, propaganda, etc., para la represión brutal que se preparaba y cernía sobre los participantes en el movimiento, y la posterior, tan o más brutal, ordenada por Luis Echeverría presidente, en donde la maquinaria criminal del despotismo presidencialista arrasaba todo bajo el peso de su autoritarismo exacerbado con las instituciones militares y los aliados a su disposición, paramilitares pagados con dineros del erario público.
El Consejo Nacional de Huelga estaba infiltrado por la DFS, de allí que su información sobre toda las discusiones, iniciativas de acción, nombres, era poseída por el gobierno de primera mano, siempre se habló de Sócrates Campos Lemus (Nazar Haro confirmó que a raíz de ser detenido el 2 de octubre, le pidió “ayuda” y lo convirtió en informante), pero alguien que fue informante consumado desde antes a esa fecha, reclutado, y nunca, hasta recientemente se habló de él, fue Áyax Segura Garrido: en todo el proceso de 1968, fingió ser estudiante de una escuela del IPN, él filtró la información al gobierno de que en el CNH no se deseaba levantar el movimiento para que se realizaran las olimpiadas. EL CNH dialogaba con el gobierno al respecto, incluso el mismo 2 de octubre por la mañana, pero sin credibilidad sobre ello, lo consideraron una maniobra dilatoria que ocultada su postura real. La masacre planificada se ejecutó.
La premura en los tiempos políticos oficiales llevó al gobierno a jugar en todas las pistas, pero conspirando detrás de la mesa con un preparativo criminal para asegurar el final del movimiento por sus propios medios. Por otro lado, la asistencia a las convocatorias y la coordinación del CNH con sus aliados se había debilitado (luego de la toma de C.U, vino la del IPN y de Chapingo), el desgaste por las embestidas represivas y propagandísticas lo habían vulnerado naturalmente.
Negociar “con el puñal en la mesa” desde el gobierno significaba una postura de fuerza inmejorable, el CNH por la propia mengua, debía buscar levantar el movimiento en las mejores condiciones posibles, sin falsas expectativas. El CNH conciliaba. El mismo 2 de octubre por la mañana en la casa del Rector Barros Sierra una comisión del CNH iniciaba el diálogo tendiente a levantar el movimiento, pero el Estado ya había diseñado un final a su modo, precisamente cuando los dirigentes decidieron NO marchar de Tlatelolco al Casco de Santo Tomás, al concentrase allí en la plaza de las Tres Culturas se facilitó la masacre, pero en paralelo querían Díaz Ordaz-Echeverría la detención de todos los integrantes del CNH, segundo objetivo prioritario.
Comentó Miguel Nazar Haro que el desenlace tan violento obedeció a que el “gobierno estaba asustado”, consideraban al movimiento “un peligro real” y que los discursos de los dirigentes “eran cada vez más violentos”, primero se pedía “la renuncia del jefe de la policía, pero el gobierno decía que no se debía perder el principio de autoridad”, y “luego pedían la renuncia del presidente”. (Castillo, Gustavo, Entrevista, pp. 63-73, 2023). Habla de un movimiento y de un liderazgo radicalizados, no lo veo así, había desgaste político y cierta fatiga, pero también, se olfateaba la “solución sangrienta”.
El infiltrado Áyax Segura Garrido vuelve a aparecer como tal en las movilizaciones sociales y armadas en Guerrero entre 1972 y 1975, lo cual se probó en los documentos de archivo de la DFS y lo reconoció como tal el propio Miguel Nazar Haro. Pasaba información desde el CNH (sin ser estudiante, logró un engaño completo a todos los dirigentes, pero no era el único, sí el más importante) y de los movimientos del Partido de los Pobres de Lucio Cabañas Barrientos y luego de las FAR, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Carmelo Cortés Castro, mediante una bien estructurada red de informantes que permitía diseñar con exactitud las acciones contrainsurgentes del ejército mexicano en toda la Costa Chica. La infiltración tiene un alto valor táctico y estratégico para un organismo oficial.
El movimiento universitario y popular de finales de julio a los dos primeros días de octubre de 1968 marca uno de los periodos de mayor agitación en la historia contemporánea de nuestro país, ha sido de gran influencia para las generaciones posteriores de universitarios y población en general, cualquiera que sea el conocimiento que del proceso se tenga, México hoy en una dinámica de transformación es inconcebible sin la influencia, enseñanzas y ejemplo de aquellos y muchos otros que fueron masacrados por un régimen de tiranía sanguinaria que se decía ser uno de los regímenes de la revolución mexicana. Su huella es indeleble.
Tomado de https://contralinea.com.mx/feed/
 
 
 





 
                   
                   
                  
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