1º de mayo con las trabajadoras sexuales: Memoria y resistencia proderechos contra las políticas abolicionistas

1º de mayo con las trabajadoras sexuales: Memoria y resistencia proderechos contra las políticas abolicionistas

Tomado de https://vientosur.info/


Durante el transcurso de los últimos tres años, nos enfrentamos a una deriva cada vez más explícitamente abolicionista. La cuestión de la prostitución, inicialmente un terreno farragoso y un tanto desconocido al que la política no quería terminar de hacer frente, se ha convertido en una de las cuestiones más divisorias y fundamentales en el seno de los feminismos, así como habitualmente convertidas en espectáculo mediático. El 6 de septiembre de 2022 entraría en vigor la conocida como la Ley del “solo sí es sí” o Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. Aunque finalmente quedó fuera la aprobación de la tercería locativa, era una ley que trataba de limitar el arriendo de inmuebles en los que se fuese a ejercer trabajo sexual, penalizando directamente al propietario y, en consecuencia, repercutiendo gravemente sobre el acceso a vivienda de las trabajadoras. Por otro lado, sí que se llevaron a cabo otras acciones que impactaron negativamente en la comunidad −como la prohibición de la publicidad asociada a la prostitución, que se materializó en la censura de algunos portales de anuncios, una herramienta de trabajo esencial para las trabajadoras sexuales independientes−. Posteriormente, en marzo de 2024, salió a la luz la propuesta de Ley abolicionista del PSOE que buscaba erradicar la prostitución mediante la sanción al cliente y la vuelta de la tercería locativa. Debido a la falta de consenso interno y la incansable labor de todas las compañeras trabajadoras sexuales activistas, nunca llegó a efectuarse. No obstante, como ya ha declarado en diversas ocasiones la ministra de igualdad, Ana Redondo, esta es una propuesta que no deja de figurar en la agenda política del partido y que, constantemente, se pone de manifiesto para provocar un cisma de cara a gran cantidad de cuestiones, como por ejemplo fue el caso del nuevo Pacto de Estado contra la Violencia Machista en el que, una vez más, la cuestión de la prostitución sería uno de los focos principales de disenso. 

Frente a quienes continúan basando aún en el presente el debate de la prostitución sobre la falsa y sostenida dicotomía acerca de si “abolir o regular”, sin haberse sentado jamás a hablar con una trabajadora sexual, me parece importante destacar que la prostitución en España ya se encuentra reglamentarizada y zonificada, como bien nos ha explicado tantas veces Paula Sánchez Perera. Esto quiere decir que se encuentra tolerada en lugares muy concretos (como serían los clubes de alterne) mientras que se penaliza mediante diversas ordenanzas municipales (activas y muy bien repartidas por todo el Estado) la actividad de las trabajadoras que ejercen, por ejemplo, en la vía pública. Sin embargo, no vemos que nadie persiga o limite la actividad de la patronal, de esos señores empresarios que se lucran directamente de la industria del sexo. En gran cantidad de ocasiones se continúa hablando de trabajo sexual como si se encontrase totalmente ajeno a las relaciones sociolaborales propias del capitalismo. Tampoco vemos que nadie se digne a abrir la boca sobre la cantidad alarmante de dinero que se destinó al Plan Camino y que, desde luego, no está en manos de las trabajadoras sexuales ni de las víctimas de trata. Aquí todo el mundo quiere seguir comiendo pan de coño, como diría nuestra querida María José Barrera, vivir a nuestra costa, a expensas de victimizarnos y criminalizar nuestro oficio, cobrándose mientras todos los beneficios económicos. 

Putas sindicadas: una genealogía de luchas dentro y fuera del territorio.

Desde los conocidos como sindicatos del amor hasta el colectivo Hetaira fundado en los noventa, lo cierto es que las trabajadoras sexuales nunca han dejado de organizarse ni de reclamar su agencia como sujetos políticos con plena capacidad para tomar decisiones sobre sus condiciones de trabajo, crearlas y reclamarlas, enfrentarse a la patronal cuando era necesario, secundar huelgas, alzarse contra los regímenes fascistas y desde luego, saber mejor que nadie, lo que les conviene. Así contamos con organizaciones en el estado español como las Putas libertarias del Raval, el sindicato OTRAS, AFEMTRAS (Asociación feminista de trabajadoras sexuales), el CPS (colectivo de prostitutas de Sevilla), CATS (Colectivo de autonomía para el trabajo sexual), Fulgor (Fulanes de Granada organizades) y Putxs en lucha. Pero ¿por qué este olvido con respecto al pasado sindical y revolucionario de las compañeras trabajadoras sexuales? Estos días vuelve a mí la propuesta de Federici sobre lo interesante que sería investigar el momento en que se comienzan a producir marcadas divisiones en los feminismos durante la década de los 80. Muy probablemente este olvido se encuentra condicionado no solamente por la irrupción del capitalismo globalizado y sus (anti)formas de socialización y comunidad (que no fomentan otra cosa que el desarraigo, haciéndonos olvidar el potencial transformador y de liberación que una vez tuvimos) sino también por las Guerras del sexo, que desde 1970 en adelante (momento en que las trabajadoras sexuales y disidencias comenzaron a militar y ocupar cada vez más los espacios políticos aupadas por el auge de los movimientos feministas y de liberación queer) no fueron otra cosa que la manifestación de una clarísima respuesta reaccionaria persistente aún hasta nuestros días. Lo cierto es que no existe una separación entre el hecho de ser trabajadora sexual y la pertenencia a grupos que históricamente han estado asociados a todo tipo de movimientos insurreccionalistas. Las putas siempre estuvieron presentes en los movimientos sociales. Ya nos lo recuerdan Juno Mac y Molly Smith en las palabras de la activista, trabajadora sexual y una de las figuras claves en la fundación de COYOTE, Margo St. James: “Bastan dos minutos para politizar a una puta”

Obtenemos claros ejemplos de ello constantemente. Existe un poderoso movimiento de trabajadoras sexuales organizadas a nivel global, preparadas para luchar, ya no solamente por la consecución de sus derechos laborales y la descriminalización del ejercicio, también lo hacen por garantizar un acceso digno y universal a la vivienda, denuncian el genocidio perpetrado por Israel hacia el pueblo palestino, el racismo institucional, el colonialismo, la lgtbifobia y todas aquellas manifestaciones presentes del régimen fascista capitalista global en el que nos encontramos insertas y que nos alejan sustancialmente de la vida. Organizadas y combativas, desde las esquinas a los centros de todas las cosas existentes. Pienso en las más de cien compañeras de Lyon que se encerraron en la iglesia de Saint Nizier el 2 de junio de 1975. Se declaraban en huelga tras el asesinato de varias compañeras y la ineficiencia policial, exigían justicia, reconocimiento, reparación de las violencias y derechos. Desgraciadamente, las cosas tampoco han cambiado tanto. Pienso en las 35.000 trabajadoras sexuales bolivarianas que en el 2005 protagonizaron gran cantidad de protestas por todo el país para evidenciar la violencia policial que sufrían y protestar contra el cierre de sus lugares de trabajo. Mi mente está hoy y siempre con aquelles a quienes nadie conoce y que ponen el cuerpo diariamente, pero prefieren el anonimato porque los efectos del estigma pueden ser devastadores. Realmente, no habría páginas ni palabras suficientes para rendirle un homenaje adecuado a todes elles. 

Este mundo y los que aún están por venir son enteramente vuestros. 

¿Qué desean las trabajadoras sexuales? De la despenalización del ejercicio a la abolición de todo trabajo. Algunas consideraciones marxistas en torno al trabajo sexual.  

“Llegué y me atendió / la empleada / y me dijo: / —La señora ya viene.

Mientras esperaba / pensaba en que podía / vender mi cuerpo / (hacer sexo) /

para ganar más dinero / y no tener que cargar / tanto peso.

De todas formas, / pensé: / “Ahora también lo estoy vendiendo” 

– Poesía proletaria. Fernanda Laguna

El trabajo sexual pertenece al ámbito del trabajo reproductivo y, por tanto, debería de encontrarse enmarcado dentro de esta continuidad de luchas por el reconocimiento de todos aquellos trabajos históricamente invisibilizados y habitualmente feminizados que constituyen parte fundamental de los procesos de producción, como también es el caso del trabajo doméstico. Se tratan de dos luchas indisociables. Los trabajos del amor han sido siempre el pilar central del entramado capitalista, la mano de obra invisible que permitía a los trabajadores transportar sus cuerpos agotados desde casa hasta las oficinas o el campo y desempeñar su labor que, sin el sostén de estas actividades no remuneradas, no habría sido posible realizar. 

Ya sabemos que Marx no tenía en consideración el trabajo reproductivo (como nos explica Silvia Federici, por el hecho de concebir el trabajo industrial asalariado como “el estadio en el que se desarrollaría la batalla por la emancipación de la humanidad”) pero a mí me gustaría recordar especialmente al Marx que, más allá de la ortodoxia y el olvido sobre cuestiones tan fundamentales que se reflejan en algunos textos, apeló a la organización de las trabajadoras sexuales refiriéndose a estas como personas que “pueden reivindicar sus derechos y luchar”. El camino a seguir de cualquier marxista debería ser, en nuestro presente, el de aspirar a una totalidad verdadera en la que “todes podamos decir que nada de lo humano nos es ajeno”, como tan hermosamente nos recuerdan les compañeres que redactaron el maravilloso fanzine “Marxismo queer como arte estratégico”. 

Ni el trabajo doméstico es patrimonio exclusivo de las trabajadoras del hogar, ni tampoco el trabajo sexual lo es de las trabajadoras sexuales. Reconocerlos como trabajo es, de algún modo, tratar de saldar la deuda histórica que tenemos con todas aquellas que lo han realizado silenciosamente sin saber que lo que hacían constituía una labor fundamental para los procesos de producción. Y este reconocimiento nos lleva indudablemente al reclamo de su descriminalización y despenalización. La propuesta despenalizadora elaborada por el sindicato OTRAS resulta fundamental para comprender cuáles son las necesidades de la comunidad, así como para recoger las principales problemáticas a las que se enfrentan les compañeres trabajadores sexuales actualmente. Este proyecto busca adaptar el modelo neozelandés (que apuesta por la total descriminalización) al contexto español, ofreciéndonos la posibilidad de imaginar un horizonte en el que sea posible el acceso a cuestiones tan básicas como una baja médica o la cotización. También sería clave para les trabajadores migrantes, que pudiesen solicitar un permiso de residencia empleando como pretexto este trabajo. Por supuesto, el objetivo no es otro que la abolición completa de las leyes de extranjería junto con la abolición misma del trabajo asalariado. La lucha por la consecución de derechos de las trabajadoras sexuales y domésticas se encuentra totalmente ligada al derribo de cualquier frontera y a la urgencia de regularizar la situación administrativa de las miles de personas migrantes en contexto de vulnerabilidad que actualmente residen en el Estado y que son quienes más riesgo corren de encontrarse en situaciones de explotación laboral en ambos sectores, además de una mayor probabilidad de caer en redes de trata.

Sin embargo, la implantación de cualquier tipo de modelo legislativo abolicionista incrementa la vulnerabilidad de las trabajadoras en todas sus facetas, aumentando considerablemente su exposición ante toda clase de violencias policiales y las que potencialmente se podrían producir por parte de clientes, añadiendo a esto la cada vez más creciente dificultad para acceder a una vivienda digna. Estas políticas no hacen otra cosa sino incrementar el inmenso poder de la patronal de la industria del sexo, pues muchas trabajadoras (en su mayoría callejeras) terminan recurriendo a ellos ante el pánico que provocan las redadas policiales. Es por estas cuestiones que atentan contra nuestra calidad de vida y la de nuestres compañeres, haciéndonos creer que no existe otra vía más allá de la despenalización del trabajo sexual. Que todes gocemos de derechos laborales y una vida libre de estigma no se interpone entre el horizonte común de liberación y abolición de todo trabajo con el que soñamos. Más bien, facilitaría un primer aproximamiento. Esto es, reconocer lo que resulta ser efectivamente un trabajo, otorgar derechos laborales para así poder descubrir juntes, en palabras de Federici, esas formas otras de amor y sexualidad que hasta el momento nos eran desconocidas. 

La revolución no será sin las putas. 

Apoyar a las trabajadoras sexuales no se podría basar exclusivamente en la participación política activa para reivindicar nuestros derechos, tampoco en aludirnos constantemente o escribir artículos y libros sobre nosotras. Constantemente recibo ejemplos de aquellos que dicen apoyarnos pero que nunca se vincularían afectivamente con una persona que sea o haya sido trabajadora sexual. Esto se llama fetichizar e instrumentalizar a las trabajadoras sexuales para ganar rédito personal o político, dos cosas que nunca pudieron interesarnos menos. No somos tu complemento. El verdadero apoyo debería implicar un deseo genuino de transformar juntas nuestras condiciones materiales. Esto pasa por una reestructuración y análisis de cómo construimos nuestros afectos y hacia quienes los dirigimos. Se trata de desear estar junto a nosotras en todos los aspectos que trascienden la política y que al mismo tiempo no dejan de formar parte intrínseca de esta. Busca a las putas de tu barrio o de tu ciudad y siéntate a hablar con ellas. Te invitamos a convertirte en nuestre amigue, pareja, amante, a permanecer en nuestra trinchera sin esconderte, sin ni un ápice de aquella vergüenza tan burguesa que busca contaminar los cuerpos de quienes viven de otras formas alejadas del régimen heterosexual, blanco y monógamo universal de los buenos ciudadanos. Establezcamos redes de apoyo sólidas para combatir con firmeza los coletazos del estigma pues este es tan solo una piedra en nuestro camino hacia el nuevo mundo que deseamos ver nacer. Avancemos juntes hacia ese futuro donde nadie desee ya identificarse tanto con su trabajo porque nos habremos construido más allá de las determinaciones capitalistas. Nadie es la manera en la que paga su alquiler. Me gustaría concluir recordando la famosa y brillante frase de las compañeras de Territorio Doméstico, “Desde la pena nada, desde la dignidad todo”. Deseamos derechos laborales, redes afectivas sólidas y la posibilidad de construir en comunidad. Porque queremos el pan y las rosas, realmente lo queremos todo. 

(Visited 3 times, 3 visits today)

Tomado de https://vientosur.info/